❛11. Sindrome del héroe❜

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Percy contemplaba el vasto cielo, un lienzo de azul inmaculado que se extendía sobre él como un manto sereno, mientras su cuerpo descansaba bajo una manta que lo protegía del abrasador sol del mediodía

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Percy contemplaba el vasto cielo, un lienzo de azul inmaculado que se extendía sobre él como un manto sereno, mientras su cuerpo descansaba bajo una manta que lo protegía del abrasador sol del mediodía. A su alrededor, los sirvientes de la familia real se movían con sigilo, siempre atentos a cualquier murmullo que pudiera surgir en el ambiente de regocijo. Sin embargo, el corazón de Percy latía en desarmonía con la risa contagiosa de Troilo, que jugueteaba con Helena y Polixena en la orilla del mar. La imagen de esos tres recogiendo conchas en la arena, ajenos a la tormenta que se avecinaba, llenaba a Percy de una tristeza profunda, como si cada carcajada fuera una gota de agua que erosionaba una roca de esperanza.

Sin embargo, la paz era solo una ilusión. La ausencia de su padre pesaba sobre él como una sombra interminable. En este nuevo mundo, el dios que había conocido se mostraba en su forma más primitiva, casi salvaje; un ser que no se detendría a consultar a su hijo antes de llevarlo a la Atlántida. La realidad era clara y dolorosa: Percy no era más que una propiedad de su progenitor en este tiempo, un tesoro en su reino divino. Se sentía un prisionero de su propia sangre, el eco de su herencia resonando en cada rincón de su ser.

De reojo, observó a Héctor y Andrómaca, cuyas miradas estaban fijas en el horizonte, pero sus expresiones hablaban de una tensión palpable. A pesar del peso de la preocupación, sus manos se entrelazaban con un cariño que brillaba incluso en medio de la tormenta. Era un amor que Percy podía reconocer, incluso en su profundidad oscura, un lazo que superaba las circunstancias. Sin embargo, el sufrimiento que acechaba su futuro se cernía sobre él como una nube ominosa.

Suspirando, Percy volvió a mirar hacia el mar, sintiéndose impotente ante la certeza de que no podía evitar lo que estaba por venir. Su corazón se encogía al pensar en Héctor, el mejor de los príncipes, el hijo amado destinado a ser sacrificado por un error ajeno. La profecía era inmutable, y esta vez, sus poderes no podían alterar el curso de la tragedia.

—¿Joven Percy? —La voz de Héctor lo sacó de sus pensamientos, firme y suave al mismo tiempo. Percy levantó la vista y se encontró con la mirada preocupada de Héctor, que irradiaba un aire de dignidad incluso en la adversidad.

—Quiero disculparme por las palabras de mi hermano —continuó Héctor, su tono lleno de pesadez—. Es un joven imprudente, y nunca fue su intención ofenderlo a usted ni a su protector.

Percy sintió un profundo aprecio por el príncipe, quien, a pesar de la tormenta que se avecinaba, se esforzaba por mantener la calma. Esa pena lo atravesaba como una flecha envenenada, pues sabía que un hombre tan noble como Héctor tendría que dejar atrás todo lo que amaba, todo por el capricho de un idiota que había enredado a todos en esta guerra de sangre. Pero no se atrevió a hablar de ello; en su lugar, sonrió, una sonrisa que era un reflejo de la que le ofrecía a Troilo cada mañana y cada noche, una sonrisa cargada de compasión y cariño, aunque su corazón estuviera desbordado de melancolía.

—No se preocupe, príncipe. No guardo rencor —dijo Percy, enderezándose y mirándolo a los ojos—. Sin embargo, su hermano debería aprender a manejar sus palabras, especialmente cuando está frente a Troilo.

❝ Ocean's eyes. ❞             ⋆.ೃ࿔*:・❪ Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora