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Anahí se dio la vuelta y se topó contra un cuerpo. Abriendo sus soñolientos ojos, se sorprendió al ver que Alfonso seguía en la cama, y le acarició la pierna con su mano. Como respuesta, él enredó los dedos en su cabello, acariciándole la cabeza con cariño.

-Buenos días, dormilona- murmuró, y ella sonrió.
-Buenos días. Me sorprende que todavía estés en la cama. Me alegra, pero me sorprende.
Agitando la tablet que sostenía en sus manos, hizo un gesto hacia la mesilla de noche.
-Te estaba esperando.
Anahí levantó la cabeza y vio una bandeja con una cafetera y lo que parecían ser pasteles.
-Oh, dime que son de la repostería Harry's- dijo, incorporándose.

Tras acercar la bandeja a la cama, Alfonso se sirvió otra taza de café y Anahí tomó un cruasán. Al dar un mordisco, cerró los ojos, rezando para que los bebés le permitieran comer con tranquilidad.

-Está riquísimo- dijo, relamiéndose el azúcar de los dedos.

Alfonso la miró, y sus ojos se oscurecieron al imaginarse lamiendo sus dedos. Anahí notó su mirada y supo exactamente en qué estaba pensando; dejó caer unas migas sobre su pecho, antes de bajar la mano lentamente para limpiárselas.

Alfonso la detuvo, y ella le miró. Tras dejar la taza en la mesilla, la empujó suavemente contra las almohadas, y se colocó delante de ella. Bajó la cabeza para lamer las migas de su pecho, y Anahí gimió con aprobación.

Tras mojar sus dedos en una tartaleta, él extendió la salsa de fresa sobre sus areolas, mirando hipnotizado cómo sus pezones se endurecían. Sacando la lengua, le lamió el pezón del seno derecho, succionándolo contra el paladar de su boca.
Ella enredó los dedos en su cabello con un gemido, dirigiéndole hacia su otro pecho, al que él prestó la misma atención.

-Desde que estoy embarazada me encuentro más excitada de lo normal- le dijo, arqueando la espalda, pidiendo más.
Alfonso levantó la cabeza con gesto sorprendido.
-¿Más de lo normal? Querida, eso significa que estás constantemente cachonda-. Anahí se ruborizó, y él sonrió.
-Bueno, déjame ver si puedo solucionarlo.
Tumbándose junto a ella, la miró y acarició su rostro.
-Eres la mujer más hermosa del mundo- le dijo, ante de besarla en los labios.

Anahí gimió y entreabrió la boca, invitándolo a entrar, y él deslizó su lengua en un posesivo beso que prometía mucho más. Sus lenguas danzaron juntas, retorciéndose con lujuria, y ella deslizó la suya sobre sus labios, deteniéndose a mordisquear el inferior, mientras él gruñía en respuesta.

-Mmm, alguien tiene hambre- murmuró él contra sus labios, al notar que sus besos se habían vuelto más agresivos - mucha hambre-. Anahí masculló una respuesta incoherente y continuó besándolo con pasión.
Al apoyarse sobre una pierna, la erección de Alfonso rebotó contra su muslo.
-¿Ves lo que me haces?- preguntó, interrumpiendo el beso y empezando a bajar con la boca por su cuerpo.

Tras besarla repetidamente en el pecho, devolvió su atención a sus senos, disfrutando de su plenitud, viendo cómo sus pezones exigían su dedicación. Alternando entre ellos, se aseguró de que cada uno recibiera las caricias de su boca o de su mano todo el tiempo, y ella comenzó a retorcerse debajo de él, arqueando la espalda hacia arriba.

Con un grito, Anahí le agarró la cabeza, sujetándolo fuertemente contra su pecho, mientras alcanzaba el orgasmo. Su cuerpo se estremeció ante la intensidad.
Apartando sus manos de su cabeza, Alfonso la miró con sorpresa.

-¿Ya?
-Oh, sí- respondió ella sin aliento, y rió.
-Vaya, es la primera vez pasa. Vamos a ver qué más te descontrola- dijo alegremente, acariciando su cuerpo.

Arrojando los brazos sobre su cabeza, Anahí miró hacia arriba.
-Adelante, Sr. Herrera. Considérame un lienzo en blanco con el que experimentar- le dijo con picardía, antes de suspirar al sentir su palma sobre el pubis.
Al levantar la mano, su palma estaba reluciente.
-Anahí, estás muy húmeda.
Subiendo una ceja, ella se incorporó lo bastante como para poder ver por encima de su vientre.
-Bueno, acabas de decir que tienes hambre comentó, antes de lanzar un grito cuando él deslizó sus manos por debajo de su trasero y levantó sus caderas hacia su boca.
-Tienes razón, Sra. Herrera. Tienes razón- dijo, para seguidamente pasar la lengua a lo largo de su vagina.

Ella gimió y colocó las piernas sobre sus hombros, y él apoyó sobre su estómago en la cama. Apretando sus nalgas, las masajeó mientras le frotaba las ingles con los pulgares, haciendo que se derramara más líquido, que a continuación lamía ávidamente.

Tras separar sus pliegues, continuó deslizando la lengua hacia arriba y hacia abajo, a medida que empujaba cada vez más adentro, lamiendo el interior a la vez que se aferraba con fuerza a su trasero, impidiendo que ella se retorciera. Anahí comenzó a zarandear la cabeza hacia adelante y hacia atrás, agarrándose a las sábanas. Su mano tocó algo duro y miró a su lado. Con una traviesa sonrisa, mojó los dedos en la tartaleta que había usado Alfonso, tomando un poco de crema de queso junto con la salsa de fresa.

Acariciando su cuerpo con la otra mano, bajó los dedos hasta el coño, y Alfonso levantó la cabeza. Con una sonrisa seductora, se untó la salsa sobre el clítoris, jadeando ante el frescor, y los ojos de Alfonso se oscurecieron con deseo.

Tras agarrar su mano, le lamió los dedos, y ella lanzó un grito en respuesta. Su rostro y pecho se pusieron rojos a medida que el calor consumía su cuerpo, arrastrando el placer por todo su ser.
Sin soltarle la mano, Alfonso lamió la crema, retorciendo la lengua alrededor del clítoris, antes de succionarlo con fuerza. Anahí gritó su nombre al sentir otro orgasmo invadiéndola.
Liberando la mano, se aferró a su cabeza y levantó las caderas, y él continuó lamiendo y chupando, mientras Anahí sentía como si estuviese ardiendo.

Alfonso consiguió liberar su cabeza.
-Dios, Anahí, quiero enterrarme dentro de ti.
Incapaz de hablar, Anahí asintió con la cabeza, mientras él la ayudaba a incorporarse y a colocarse de rodillas. Tras poner unas almohadas a su alrededor, las manos de Alfonso temblaban al acariciarle la espalda.
Ella separó más las piernas y le miró por encima del hombro, gimiendo cuando él restregó su polla erecta contra su empapado coño.

Apoyándose en las rodillas con impaciencia, Anahí sintió cómo sus ojos desaparecían dentro de sus cuencas al sentir que la penetraba lentamente. Se aferró fuertemente a las sábanas, mientras su cuerpo se contraía alrededor de él, antes incluso de que empezara a emberstirla.
Con las manos en sus caderas, Alfonso comenzó a arremeter de forma lenta y prolongada, de dentro a afuera. Levantando la cabeza, Anahí continuó gimiendo, incapaz de hablar ante el intenso placer que se había apoderado de su ser y que la recorría con enormes sacudidas.

Levantó una mano para sujetarse contra el cabecero, empujando hacia atrás con cada embestida, rugiendo de satisfacción con cada acometida que le rozaba el clítoris y el punto G al mismo tiempo.
El placer la superó y comenzó a contraerse con espasmos, atenazando su verga y haciendo más difícil que Alfonso se moviera dentro de ella.

-Anahí...- gimio él, embistiendo por última vez, sintiendo cómo su propio orgasmo lo paralizaba temporalmente, y se detuvo dentro de ella, dejando que los músculos de su vagina vaciaran su polla.

Con otro gemido, se derrumbó a un lado, tirando la bandeja de la cama al atraer a Anahí contra él y envolverla en sus brazos. Sujetándola con fuerza, acarició su cuerpo, mientras ella seguía estremeciéndose, pronunciando palabras de amor en ruso, a la vez que besaba su cuello.
Se quedaron allí tumbados durante varios minutos, ninguno de ellos quería moverse y romper el hechizo.

Anahí se tensó al oír el móvil de su marido. Alfonso se bajó de la cama y la cogió en volandas, y juntos se dirigieron al baño. Mirándole sorprendida, le extrañó que ni siquiera hubiese comprobado quién llamaba.

-¿No vas a mirar quién es?- le preguntó, mientras él la depositaba en el cuarto de baño y encendía los pulverizadores.
-No- contestó, regulando la temperatura. -Que esperen- le dijo, y se metió en la ducha, arrastrándola detrás de él.
Su respuesta la tomó por sorpresa, dado que se había pasado toda la luna de miel con el teléfono pegado a la oreja. Anahí cogió la esponja, pero él la detuvo.
-Permíteme- le dijo, quitándosela. Virtió un poco de gel en ella y comenzó a restregársela por todo el cuerpo.

Anahí se alegró de la existencia de las repisas en su enorme ducha, ya que se tuvo que sujetar en ellas mientras su esposo le proporcionaba otros dos orgasmos mientras la lavaba.
Para cuando terminaron, tenía la piel arrugada como una pasa, y estaba lista para echarse una siesta. Riendo ante su bostezo, Alfonso la cubrió con una toalla y la sentó en la cama, para acabar secándole el pelo y peinándolo con paciencia.

Suspirando contento, la dejó en la cama, comiendo los pasteles que no habían terminado en el suelo, y se dirigió al piso de abajo para hacer más café. Cuando regresó al dormitorio, colocó la cafetera en la mesilla de noche y observó a su durmiente esposa. Acostada de lado, estaba abrazada a una almohada y roncaba suavemente. Sonriendo, Alfonso cogió el teléfono, que emitía unos lastimeros pitidos, indicando que apenas le quedaba batería.

La Familia Del Millonario | Anahí y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora