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Alfonso se despertó con un lamento. Levantó la mano y se tocó una protuberancia en la parte posterior de la cabeza, mientras intentaba recordar lo sucedido. Se incorporó y se dio cuenta de que estaba tumbado en el sofá de la cabaña.

Al oír gritar a Anahí, se acordó de lo que había pasado e intentó levantarse de un salto, pero acabó derrumbándose en el sofá con un gemido.

-Tienes una conmoción cerebral- le informó una voz familiar.
A mirar a su alrededor, Alfonso vio al padre de Anahí sentado en una silla, con una sonrisa petulante en el rostro. Cogió una botella de agua del suelo.
-El médico ha dicho que estás bien, pero vas a sentir náuseas. Toma, bebe.

Alfonso trató de asentir con la cabeza en agradecimiento, pero al coger la botella, hizo un gesto de dolor. Tras quitarle el tapón, le dio un largo trago, casi atragantándose al notar su sabor, y comenzó a toser.

-¿Qué es esto?- consiguió preguntar.
-Electrolitos. No saben muy bien, lo sé, pero te harán bien. O, al menos, eso es lo que ha dicho el médico.
-¿Es apto para consumo humano?- preguntó Alfonso, intentando dar otro trago.
Golpeándose las piernas con unas risotada, Bill respondió:
-No tengo ni idea, pero, conociendo al médico, no te daría nada peligroso.

Cuando Anahí comenzó a llorar, Alfonso intentó levantarse, pero la habitación empezó a girar y Bill le obligó a sentarse de nuevo.
-Con calma, hijo, no le harás ningún favor a Anahí si te caes otra vez.

En ese momento, Max entró en la cabaña con una nevera portátil. Al ver que Alfonso estaba despierto, la abrió y sacó una bolsa de hielo.
Alfonso le dio las gracias y se la colocó en la parte posterior de la cabeza.

La puerta de la habitación se abrió y Hannah asomó la cabeza. Al ver a su marido, le hizo un gesto de impaciencia con la mano, y él le pasó la nevera. Tras dedicar una mirada de desaprobación a Alfonso, volvió a entrar en el dormitorio y cerró la puerta detrás de ella.

Alfonso escuchó la melodía de su móvil y empezó a buscarlo, pero Max lo sacó de su bolsillo y se lo entregó.

-Ese Ivan es un buen hombre- le dijo, mientras Alfonso miraba el teléfono con ojos entrecerrados.
-Se las ha arreglado para encontrar un expiloto del ejército dispuesto a volar con este tiempo, aunque no un obstetra que quisiera acompañarle. Y aunque lo lograse, Anahí no puede volar en estos momentos. Las contracciones son cada dos minutos. Pero en cuanto pase el temporal, ha prometido traer cualquier cosa que necesites- le informó Bill.
-Ivan es el mejor- le dijo Alfonso, escuchando gritar a Anahí de nuevo. - ¿No debería estar ahí dentro?
-Eso depende de ti- dijo Max. -Está en buenas manos. Te lo prometo. El médico ha asistido partos humanos antes, y mi Hannah era enfermera antes de que nos conociéramos.

Asintiendo, Alfonso se deslizó hasta el borde del sofá y comenzó a levantarse lentamente. Respirando por la nariz, consiguió moverse a la vez que sujetaba la bolsa de hielo contra su cabeza. Con piernas temblorosas, miró a los dos hombres, que parecían impresionados, y dio un par de pasos hacia el dormitorio.

Mientras atravesaba la estancia, se sentía como si se moviera a paso de tortuga, y finalmente llegó a la puerta. Tras llamar ligeramente, esperó, y se sorprendió cuando apareció Hannah, que lo miró de arriba a abajo, antes de dar un paso atrás para dejarle pasar.

-Ya era hora- le dijo, y cerró la puerta ante las risas de Bill y Max.

Al ver a Anahí en la cama, Alfonso se aproximó y se sentó a su lado, le besó la coronilla y ella le apretó la mano.
Un hombre que no conocía, enfundado en vaqueros desgastados, botas de montar y camisa de franela, salió del baño. Al ver a Alfonso, le tendió la mano.

-Soy Jim Waverly, aunque me llaman el médico. Usted debe ser el futuro padre.
-Alfonso- respondió, estrechando la mano del médico.
-Alfonso, su esposa e hijos parecen estar bien. Todos tienen un pulso fuerte y no hay señales de peligro. En estos momentos, es cuestión de esperar a que los bebés decidan salir.
-Es demasiado pronto. ¿Qué pasa si hay complicaciones?- preguntó Alfonso, sosteniendo la mano de Anahí.
Frotándose el mentón, el médico miró a la pareja.
-Los gemelos suele nacer pronto. La gente dice que se quedan sin sitio. No tiene de qué preocuparse- dijo, ignorando la pregunta.

Mientras el médico hablaba, Anahí tuvo otra contracción y apretó la mano de Alfonso fuertemente. Con un lamento, él intentó retirarla, pero ella la estrujó aún más.

-Va a ser un parto natural, así que es mejor que no se acerque demasiado en ciertos momentos. De lo contrario, compartirá su dolor bromeó, con una sonrisa.

El tiempo pareció detenerse para Alfonso mientras se concentraba en Anahí. Hannah controlaba las contracciones y el médico la vigilaba.
Cuando las contracciones se sucedieron más rápido, el médico se puso en pie y, antes de que Alfonso se diera cuenta, él y Hannah estaban ayudando a Anahí a dar a luz.

Cuando Alfonso quiso quitarse de en medio, Hannah lo detuvo.

-No, vuelve a sentarte donde estabas. Tenemos que concentrarnos en los bebés. Vigila a Anahí.
Alfonso asintió y se volvió a sentar contra el cabecero de la cama, asiendo la mano de Anahí. Acariciándole el rostro, apartó el sudoroso cabello de su cara, y cogió la toalla y el agua que estaban al lado de la cama. Le humedeció la frente y las mejillas, y ella le apretó la mano agradecida, incapaz de hablar.

Cuando volvió a sentir las contracciones, contuvo el aliento ante un dolor que parecía querer destrozarla. Apenas sintió cómo Alfonso le acariciaba la cabeza a la vez que le recordaba que respirara. Con unas breves bocanadas, consiguió volverse a calmar hasta la siguiente contracción. Gritando, se aferró fuertemente a su mano, y él chilló en respuesta.

-Parece que los gemelos están listos- dijo el médico con voz calmada, y comenzó a dar órdenes a Hannah.

Fuera del dormitorio, la familia iba y venía comentando las novedades.
La tormenta había amainado, e Ivan llamó para informar de que un helicóptero estaba en camino, aunque no iba a llegar antes del parto.

*****

Al llanto de un recién nacido se sumó otro, y en el salón se escucharon vítores. De un salto, Bill se puso en pie y corrió hacia la puerta del dormitorio, y se asomó para ver al médico y a Hannah ocupados con los bebés, y a Alfonso abrazando a una agotada Anahí.

El médico lo vio y le dijo:
-Tienes un par de nietas-. Bill lanzó un hurra de alegría y cerró la puerta ante la airada mirada de Hannah.
Dándose la vuelta, miró a todos los presentes y gritó:
-¡Dos niñas!

La Familia Del Millonario | Anahí y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora