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Cuando los hombres no estaban de vuelta a la hora acordara, Anahí comenzó a dar vueltas por el granero. Al intentar contactar con Alfonso, se dio cuenta de que se había dejado el móvil en la cabaña. Sabía que no había sido una mala idea, pero si no regresaban pronto, iba a coger una de las bicis para salir en su busca.

Su tía Hannah la encontró caminando alrededor del granero, y se la llevó dentro para ayudar con los caballos. Mientras trabajaba, Anahí seguía preocupada, pero pronto descubrió que no tenía energía hacer ambas cosas. Decidió concentrarse en lo que estaba haciendo, y ayudó a su tía a reorganizar el cuarto de los aperos y a hacer inventario.

Tras haber perdido totalmente la noción del tiempo, estaban a punto de terminar cuando escucharon el sonido de una risa masculina.
Precipitándose al exterior, Anahí se sintió aliviada al ver a los tres jinetes. Cuando desmontaron, corrió hasta Alfonso y le echó los brazos al cuello.

-¿Dónde habéis estado? Estaba preocupada- le reprochó a la vez que lo abrazaba.
-No es culpa suya, hermana. Lo estaba haciendo tan bien, que decidimos revisar las vallas y perdimos la noción del tiempo. Podríamos haber llamado por radio, pero no tenía batería.
Cruzándose de brazos, miró a su marido.
-Y tú no te has llevado el móvil.

Alfonso la besó en la frente y la sostuvo en sus brazos.
-Sólo a mí se me podría olvidar el móvil la única vez que quieres que lo lleve encima.

Meneando la cabeza, Anahí levantó los brazos y le abrazó de nuevo.
-Me alegro de que estés bien. ¿Qué tal ha ido? ¿Lo has pasado bien?
-Sí. Mucho mejor de lo que esperaba.
-Me alegra que te haya gustado, novato- bromeó Chad. -Y como parte de la lección, vas a cuidar de los caballos.

Con una mirada confusa, Alfonso preguntó:
-¿Qué quieres decir?
-Quitarles las sillas, cepillarlos, darles de comer- dijo Joe.
-Lo que mis hermanos quieren decir es que te están encasquetando el trabajo porque quieren irse a tomar unas cervezas- explicó Anahí con tono seco. Le pasó a Alfonso otras riendas y ella cogió la tercera.
-Venga, te enseño cómo se hace. Entre los dos lo haremos más rápido, y así me cuentas tu primer paseo en caballo.

Una vez en el granero, Anahí le enseñó a quitar las monturas y dónde ponerlas. Retiró las mantas y juntos cepillaron a los caballos. Mientras observaba cómo se alimentaban, Alfonso le dijo cuánto había disfrutado del paseo.

-Entiendo por qué este sitio es tan especial para ti, kotyonok. Y para tu familia. Aunque sabía que quería hijos, nunca he entendido el lugar tan especial que puede ser una familia numerosa - hasta ahora. Viendo cómo tus hermanos interactúan, y todos sus hijos...quiero que nuestros hijos conozcan a sus primos.

Acercándose a él por detrás, Anahí le rodeó con los brazos.
-Y los conocerán, te lo prometo. No vivimos tan lejos, podemos venir cuando queramos. Esta cabaña es nuestra, y mi padre quiere que pasemos aquí tanto tiempo como podamos.

Alfonso bajo el cepillo con un suspiro.
-Tengo que confesar que estoy un poco celoso de ti y de tus hermanos- comenzó. -Cuando Ana murió, fue como si el mundo de mi madre se hubiese acabado y yo ya no existiera. Después de ver el cariño que sientes por tus hermanos, y ellos por ti, quiero eso para nuestros hijos. Quiero que estén rodeados de gente y de felicidad.
-Lo estarán. Igual que tú. Como te dijo mi familia antes de que nos casáramos, ya formas parte nuestra, y siempre lo harás. Tienes hermanos y hermanas, sobrinas y sobrinos; y tienes hasta otro padre, y una tía y un tío. Y eso aquí sólo. Este último año es un buen ejemplo de la familia que has formado en VIC Enterprises, Alfonso. Tener una familia no se trata de relaciones consanguíneas, sino de cómo se tratan entre ellos y, desde mi punto de vista, tú tienes más familia de lo que piensas.
-Y todo te lo debo a ti, kotyonok.
-No, cariño, te lo debes a ti. Quizás con un poco de ayuda por mi parte añadió
Anahí con una sonrisa.
–Sólo un poco.

La Familia Del Millonario | Anahí y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora