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Cuando Alfonso tomó la carretera que conducía al rancho de los Puente, se alegró de que Anahí le hubiese advertido de su estado, ya que su coche deportivo podría haber sufrido daños considerables. Al llegar a la verja, suspiró con alivio, y se dirigió a la parte posterior del rancho, donde todos guardaban sus vehículos.

Tras aparcar junto a una familiar camioneta roja, entró en la oficina esperando encontrar a Anahí. En su lugar vio a una de sus cuñadas, que sonrió alegremente a la vez que le daba direcciones para llegar al prado. Al pasar junto al granero, siguió el sonido de unas exaltadas voces y se encontró con un grupo de niños subidos a una valla y contemplando un par de potros que correteaban alrededor.

Buscando Anahí, la distinguió entre los niños.
-Kotyonok- llamó, acercándose.

Anahí se dio la vuelta y corrió hacia él, enterrándose entre sus brazos.
Al mirarlo, contempló sus radiantes ojos y sus sonrosadas mejillas, antes de inclinar la cabeza para besarla. Se escucharon vítores y aclamaciones, y al levantar la cabeza vio a los pequeños expresando su opinión sobre su demostración de afecto.

Riendo, se abrazaron más fuerte, antes de que Anahí le volviera a presentar a aquel grupo de sobrinos. Tras las presentaciones, una de las niñas señaló a dos potros que competían por la atención de su madre.

-¿Los ves?- preguntó con voz chillona.
-El caballo de mi abuelo ha tenido gemelos, como la tía Anahí.

Acercándose a la valla, Alfonso se unió a los pequeños que observaban a los caballos intentando mamar. Inclinando la cabeza, miró a Anahí de reojo, y ella se sonrojó y se tapó el rostro con el sombrero.

Se quedaron allí con los niños hasta que Bill Jr. llegó con el tío Max, que tras bajarse de los caballos, se acercaron para dar la bienvenida a Alfonso, antes de acompañar a la pareja al coche para recoger su equipaje. Al ver que sólo tenía una maleta, Max se excusó y se marchó, y Bill la sacó del maletero y caminó con ellos hacia la cabaña, explicando con entusiasmo los cambios que iban a tener lugar en el rancho. Sin saber de qué hablaba, Alfonso asentía con la cabeza, y Anahí sonrió, al darse cuenta de que tendría que ponerle al día sobre los planes de la familia.

Al llegar a la puerta, Bill depositó la maleta en el suelo y se disculpó alejándose, y Anahí le mostró el interior.

-Guau. Es aún mejor que en las fotos- dijo, mirando a su alrededor.
-Y hay más cosas- informó Anahí señalando las cosas de los bebés.
-Mis cuñadas han estado muy ocupadas. Entre el punto y las colchas de mi tía, los gemelos no van a pasar nada de frío.

Alfonso contempló el dormitorio, mientras Anahí se acomodaba en la cama, apoyándose contra las almohadas.

-Aunque me encanta el colchón de casa, tengo que admitir que dormir en uno de plumas es todo un lujo- le dijo, dando unos golpecitos sobre la colcha.
Alfonso se sacó los zapatos de una patada, se quitó la chaqueta y la corbata, se subió a la cama y se estiró.
-Este no es el colchón de la última vez- declaró, y la atrajo hacia él.
-Es nuevo- contestó ella, e inclinó la cabeza hacia atrás, dejando expuesto el cuello.

Tomando su gesto como una invitación, él le mordisqueó la oreja mientras susurraba palabras tiernas en ruso, antes de cubrirle el cuello de besos. Anahí gimió y agarró su mano, dirigiéndola bajo su camisa y sobre su seno.

-No te imaginas cuánto te he echado de menos- le dijo, mientras él le masajeaba los pechos. Al rozar su pezón con el pulgar, Anahí se arqueó contra su mano, y buscó detrás de ella su creciente erección.
-Mmm, tú también me has echado en falta.
Movió la mano hacia arriba y hacia abajo, y Alfonso gimió en respuesta, pellizcando suavemente sus pezones.
-Mucho, kotyonok.

Alfonso le soltó el sujetador, y ambos gimieron al aferrarse a sus senos, acariciando los pezones entre el pulgar y el índice. Anahí abandonó su lucha con los pantalones de él y levantó los brazos por encima de la cabeza y los envolvió alrededor de su cuello, apoyándose contra su pecho mientras él continuaba masajeando. Al pasar los dedos por sus costillas, Anahí no podía creer lo excitada que estaba, y se soltó los vaqueros y se bajó la cremallera.

Deslizando la mano bajo la cinturilla del pantalón, encontró el clítoris, que palpitaba al ritmo de su ascendente pulso. Con dos dedos, imitó los movimientos de él en sus pezones, y comenzó a jadear.
Con prolongadas caricias, los dedos de Alfonso seguían masajeando y tirando de sus pechos, y Anahí sacudía sus caderas contra él. Intentó acelerar la velocidad, pero las caricias de su esposo la impedían concentrarse y gruñó con frustración.

Riéndose contra su oreja, él la mordisqueó ligeramente, a la vez que bajaba la otra mano por su cuerpo, para unirse a sus ocupados dedos.
Con una mano aún en sus pechos, comenzó a pellizcar y masajearle el clítoris.
Gimiendo, el orgasmo de Anahí la cogió por sorpresa y dobló las rodillas, antes de estirar de nuevo las piernas. Sujetándola contra su pecho, él continuó acariciando su cuerpo mientras ella se sacudía con una serie de pequeños orgasmos.

Cuando empezó a calmarse, se dio cuenta de que aún le estaba acariciando. Al rodar contra él, Alfonso hizo un gesto de dolor, cuando ella presionó contra su erección. Alargando la mano, trató de acariciarlo, pero él la detuvo.

-Alfonso, ¿qué ocurre?- preguntó, preocupada.
-No tenemos...- comenzó, y dio otro respingo cuando ella le tocó.
-¿Te ocurre algo?- Anahí intentó darse la vuelta para mirarle, pero él la volvió a detener.
-Nada, aparte de que me pones muy cachondo.
-Pues hagamos algo al respecto- espetó ella.
-No podemos...no quiero causar...¿estás segura?
Riendo, ella respondió
-El médico ha dicho que todo está bien, y que puedo tener relaciones.

Con un gruñido, Alfonso se incorporó y de un tirón le bajó los vaqueros.
Al llegar a los pies, intentó sacarlos pero, en su impaciencia, se enredó con los calcetines, y ella comenzó a reír.
Anahí se incorporó e intentó quitarse los pantalones, pero estaban tan enredados que no lo consiguió. Con un gemido, se bajo de la cama. Se quitó la camisa por la cabeza, y luego el sostén, se dio la vuelta y se inclinó sobre la cama.

Mirando a Alfonso que la observaba con aspecto confuso, le dedicó una sonrisa sensual.

-¿Qué haces ahí sentado?- preguntó, y él saltó de la cama y se puso detrás de ella. Se desabrochó los pantalones y los dejó caer hasta los tobillos.

Tras coger una almohada, la colocó debajo de ella, y Anahí se inclinó sobre el colchón. Incapaz de esperar más, Alfonso colocó su polla entre sus ansiosos pliegues, y ambos gimieron con lujuria.
Frotando sus caderas con las palmas de las manos, se aferró a ellas y la penetró lentamente, temeroso de hacerle daño. Hizo una pausa, preocupado por lastimarla, o a los bebés.
Impaciente, Anahí empujó hacia atrás, y la humedad de su excitación permitió que Alfonso se enterrara en ella, golpeando la pelvis contra sus nalgas.

Todavía dudando, Alfonso la sujetó contra él, y ella comenzó a mover las caderas hacia delante y hacia atrás. Su cuerpo, aún tenso y palpitante por los orgasmos, se aferró salvajemente a su verga, haciéndole gemir, mientras sus músculos vaginales le ordeñaban.

Empezando con suaves acometidas, él siguió empujando, cada vez más fuerte, alentado por sus palabras de ánimo.
Las dos últimas semanas de separación, junto con su ardiente excitación, lo estaban poniendo cada vez más caliente y tuvo que luchar por mantener el control. Notó el movimiento de su mano entre sus piernas, acariciándose el clítoris, y aquello fue más de lo que pudo soportar, y acabó corriéndose. Gritando su nombre, su cuerpo se tensó y comenzó a temblar mientras eyaculaba, sorprendido del efecto que tenía sobre él.

Sujetándola fuertemente contra él, no quería dejarla marchar, ni romper la apasionada burbuja en la que se encontraban.
Sin querer destruir el hechizo, Anahí disfrutó de la sensación de tenerlo dentro de ella, pero no pudo esperar más.

-Alfonso- dijo, y él masculló algo en respuesta. -Tienes que moverte. Necesito hacer pis.
Al romperse la burbuja, Alfonso se derrumbó sobre la cama, muerto de la risa, y Anahí se apresuró hacia el cuarto de baño.

La Familia Del Millonario | Anahí y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora