Capitulo 6

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En la secundaria Juban, las clases transcurrían con normalidad hasta que sonó el timbre del receso. Los caballeros hacían un recorrido por toda la escuela para conocerla mejor, guiados por un joven alumno.

Mientras tanto, en uno de los jardines, Serena estaba sentada en una banca con expresión deprimida, mientras Molly intentaba consolarla… aunque sin mucho éxito.

—¡Serena, cómo se te ocurre comer en plena clase! —la regañó Molly, con las manos en la cintura.

—Molly, compréndeme… estamos en pleno desarrollo, ¡necesito energía! —intentó excusarse Serena con un puchero

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—Molly, compréndeme… estamos en pleno desarrollo, ¡necesito energía! —intentó excusarse Serena con un puchero.

Molly le devolvió solo una mirada de juicio antes de suspirar resignada. Sabía que su amiga difícilmente cambiaría sus costumbres.

—Treinta puntos… ¿cómo le diré a mamá? —pensaba Serena, imaginando la furia de su madre y estremeciéndose.

Poco después apareció Kevin con su característica sonrisa, saludando de inmediato… aunque en realidad toda su atención iba dirigida únicamente a Serena.

—¡Hola, Serena! —dijo con entusiasmo, olvidándose por completo de Molly, quien cruzó los brazos, ofendida aunque acostumbrada a la escena.

—¿Pasa algo, Kevin? —preguntó Serena con ingenuidad.

—Señorita Serena, ¿cómo te fue en el examen? —inquirió él, inclinándose un poco hacia ella.

Serena y Molly se miraron, incomodísimas. La profesora ya había gritado los resultados como para que fuera un secreto.

—Kevin… —intervino Molly, con el ceño fruncido.

El chico parpadeó, dándose cuenta de que había ignorado a Molly por completo. Forzó una sonrisa nerviosa antes de volver a mirar a Serena.

—Bueno… ¡no te deprimas! Yo también pensé que estaba difícil. Y mira… —dijo sacando su hoja para mostrársela con orgullo.

Serena abrió los ojos como platos. ¡Había sacado 95! Aquello, lejos de animarla, solo la hundió más en su miseria.

Molly, con un nuevo suspiro pesado, pensó para sí: “Este chico está perdidamente enamorado… y lo peor es que se le nota a kilómetros. Pero claro, Serena es la única que no lo ve.”

—Kevin, siempre tan presumido… —comentó Molly, abanicándose con gracia para darse aire.

El chico sonrió nervioso, pero cuando Molly cerró el abanico de golpe, se quedó un instante congelado.

—¡Lindo abanico, Molly! —dijo Serena con los ojos brillando.

La castaña sonrió orgullosa, levantando el abanico verde agua con detalles dorados para que su amiga lo apreciara.

—Gracias, Serena. Me lo regaló mi mamá.

—¡Increíble! —respondió Serena con entusiasmo.

Kevin, buscando volver a llamar la atención, carraspeó y cambió de tema.

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