12. Obediencia.

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Tenían varios días viajando en caballo, siempre en dirección al norte. En el camino se habían topado con varias aldeas, una en buen estado que gozaba de tranquilidad y otra cuyo orden había sido alterado por culpa de los salvajes.

Habían muchas personas que habían sufrido pérdidas por culpa de ellos, así que Cregan no solo prometió ayuda, sino que también prometió justicia.

—Acamparemos aquí —dijo Bennard, el tío de Daenys—. Daenys y Aemond busquen madera para hacer una fogata, Cregan y Aegon monten guardia y el resto monten tiendas —ordenó—. Mañana saldremos de cacería.

Sin aguardar todos se movieron de manera inmediata para cumplir con las tareas asignadas, Daenys agradecía que al menos su tío la tomara en cuenta para realizar una actividad.

Daenys se encargaba de recoger las ramas y Aemond se encargaba de sostenerlas.

—Quería agradecerte por apoyarme, querido primo —dijo Daenys, se detuvo frente a él y depositó una rama en sus brazos—. Sé que sin ti, me habrían llevado a rastras a Winterfell.

—No tienes que agradecer —aseguró Aemond—. Hice una promesa y la cumpliré.

Daenys sonrió dando media vuelta y siguió recolectando ramas.

—¿Entonces es la promesa a mi padre lo que te mantiene aquí? —preguntó Daenys con cierta picardía.

—Sabes que no. Todo por ti, querida prima, ¿Recuerdas?

—Lo recuerdo —admitió Daenys sonriendo de lado—. ¿Por qué estás tan decidido en tener un matrimonio conmigo? —preguntó con un tono tan serio que Aemond casi no la reconoce.

—Es lo que debo hacer —respondió Aemond con tanta rapidez que parecía que ni lo había pensado.

—¿Es lo que debes hacer? —preguntó Daenys—. ¿Debes?

—Es mi deber fortalecer a mi familia —dijo Aemond con convicción y asintió con firmeza.

Daenys se detuvo y recogió varias ramas del suelo mientras pensaba en la respuesta de Aemond. Claro que un matrimonio entre ellos fortalecería a la familia, pero era algo más que todo que solo seguiría manteniendo y asegurando la paz del reinado de su tío Viserys...

—¿Que más fortaleza necesita tu familia? —preguntó Daenys y dejó las ramas en los brazos de Aemond con el ceño fruncido—. Digo, tu padre es el rey, cada uno tiene un dragón, son la familia más poderosa de los siete reinos, ¿Que fortaleza podría darles yo que ya no tengan?

Aemond frunció su ceño y se removió incómodo, pues sentía que había metido la pata y había hablado de más. Claro que su familia era muy poderosa y él estaba consciente, pero aún así su madre siempre les decía que debían prepararse para el futuro, uno en el que debían defenderse de sus enemigos.

—Solo es una alianza, Daenys —dijo Aemond fingiendo indiferencia—. Algo meramente político y estratégico... O al menos eso dijo mi madre, en todo caso, creo que podría ser más que eso —aseguró y dió dos pasos hacia ella.

—¿Por qué me necesitarías como estrategia? —cuestionó Daenys sin retroceder.

—Tu presencia le haría muy bien a la capital —dijo Aemond—. Ahora que Rhaenyra no está, todo es diferente... Mi madre me dijo que alguien como tú podría devolverle la vida a la capital.

—¿Yo? —preguntó Daenys y rió—. Una Lady del norte, ¿Le devolverá la vida a la capital?

—Te subestimas demasiado —dijo Aemond y le sonrió de lado—. En este tiempo contigo me he dado cuenta de que hay más vida en ti que en todo Westeros —aseguró Aemond—. Eres fuerte, atrevida y desafiante, también compasiva, amable y cariñosa con quienes amas.

El Lobo y el Dragón - Aegon Targaryen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora