Capitulo 15 ✞︎Nᴏ Sᴇɴᴛɪʀ✞︎

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༒︎

𝐒𝐋𝐀𝐕𝐈𝐊

Que sí la dejaría ir sin decir nada. Eso ni siquiera pasaba por mi cabeza, como si un hacker de cuarta me pudiera ganar.

La excusa de la reunión no duró más de una hora. Ella parecía enfadada; no le gustó que haya venido aquí para nada. No dejaría las cosas como terminaron. Y me tocaba reclamar lo que no pude hacer y todo por su abuelo.

Mis escoltas me siguen detrás; aparte, manejo en mi Aventador S. Me pierdo en la carretera con la dirección en mente. En cinco minutos me encuentro bajando de mi auto. Hago señal a que dos de mis hombres me acompañen; el resto quedan vigilando abajo.

Llego al mostrador donde puedo saber en qué piso se encuentra mi solcito.

—Bienvenido señor, qué habitación desea tenemos...

—No me interesa —espetó impaciente—. Quiero el número de piso y habitación de Elia Dlacroix.

—No podemos revelar ese tipo de...

No me queda de otra, así que saco mi arma de mi espalda y le apunto en la sien. Esta mira asustadiza el arma y luego a mí. Ladeó la cabeza señalando el ordenador. La mujer con torpeza empieza a teclear, mientras ve alrededor... Me parece raro.

—La señorita Dlacroix está en el último piso —eleve las cejas impaciente y mi arma aún apuntándola, la mujer palidece y enpieza a tartamudear— Él... él. En su penthouse, señor, el último piso es completamente suyo.

—Bien.

Para largarme de ahí sin agradecer. Mis dos escoltas están a mi espalda. Subo al ascensor, rodeado de vidrio con el borde negro y dorado; aprieto el número que da al penthouse. No son tan buenos como los míos en Rusia. Claramente no se puede ni comparar con mis edificios. Eso no quiere decir que lo de mi solcito no lo sea.

El tintineo del ascensor suena y las puertas se abren, dando acceso a la habitación completamente a la vista. Un ruido proveniente del living se escucha, como si estuvieran removiendo todo alrededor.

En ese instante, me encargo de sacar en mano mi arma plateada PT92. Mis hombres hacen lo mismo cuando ven mi acción. Me adentro sigiloso, viendo el living donde el hombre que ví la primera vez con mi solcito pelea con unos. Mis hombres los apuntaron; indecisos me ven para ordenar a quien disparar.

El desconocido está de frente con la espalda contra el pecho de aquel hombre. Ambos nos vemos a los ojos; el suyo está húmedo y rojo de la ira.

—Soy Félix —habla con rapidez; él tiene agarrado al otro en forma de llave, pero este se soltará en segundos. — Elia... Está en la habitación. Ve por ella.

No hace falta que me ordene para ir tras ella; de todos modos vine aquí por ella.

Félix tira con fuerza al otro hombre a un costado. Me doy cuenta que este está con una bala en las piernas. Sus brazos, cortados por la navaja, así como también los muslos de su pierna. Pero Félix solo tiene una cortadura en el brazo que le rozó y él le resta importancia.

Cuando entro a la habitación. Los ruidos fuertes y cosas quebrándose provienen del baño.

A sacadas grandes me dirijo al baño. La ira, el enojo y ganas de matar, la sangre en mis venas arden. El imbécil que la sujeta del cuello retrocede temeroso, viendo al mismo terror frente a sus ojos. Me reconoce, por lo que se arrepentirá de haber puesto sus asquerosas manos sobre mi chica.

La suelta contra el suelo, provocando que ella jadee del dolor. Mi vista se nubla, mis ojos en él que sostiene una navaja entre sus dedos, ensangrentado. Lo tira a un lado poniéndose de rodillas.

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐚 𝐁𝐞𝐧𝐝𝐢𝐭𝐚 © ✔︎ [en CORRECCIONES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora