Capitulo 29 ✞︎Pᴇʀsᴇᴄᴜᴄɪᴏɴ✞︎

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༒︎

M̶a̶n̶t̶e̶n̶ s̶i̶e̶m̶p̶r̶e̶ l̶a̶ m̶e̶n̶t̶e̶ f̶r̶i̶a̶, a̶u̶n̶ c̶u̶a̶n̶d̶o̶ e̶l̶ c̶o̶r̶a̶z̶o̶n̶ e̶s̶t̶e̶ a̶r̶d̶i̶n̶d̶o̶.


ELIA

Slavik se voltea a mí, aún sin soltar a Félix y su arma, apuntándole. Aprieta su mandíbula tanto que creo que se va a quebrar; su rostro serio y sus ojos grises oscuros. Él de repente me sonríe de lado, mostrando sus hoyuelos. Aceleró mis pasos queriendo detener lo que está por hacer. Un disparo sale del arma y me quedé plasmada. Bajo la mirada a Félix quien se retuerce en el suelo, niego con la cabeza sin poder creerlo. La sangre brota de su rodilla, aparte de su nariz triturada.

—Bien ahí, ruso —la voz metiche de Bianca se escucha.

—¡Dije que no lo hagas! —le grité, golpeándole el pecho enojada—, eres un imbécil.

En ese instante me arrastra contra él, con sus dedos envueltos en mi cuello. Sus ojos brillaron y su sonrisa se apagó. Está enojado.

— A mí no me hables de esa forma, altanera — sisea entre dientes, cortando distancia; nuestras respiraciones agitadas chocan, creando una almofada caliente — Cuida tu tono conmigo, Elia.

—Pufs —sonrió ampliamente sin dejarme intimidar por sus pectorales enormes y su mano en mi cuello —, como si me importara lo que hagas o pienses, Slavik.

—Cómo me calientas, preciosa —rosó sus labios contra los míos, torturándome—. No puedo enojarme contigo, no cuando me encanta que grites.

—Maldición —maldigo, mordiéndome la lengua, con ganas de besar esos labios benditos— Eres un insolente.

—Te extraño, mi amor —surrura viéndome a los ojos, acelerando mi corazón y mis mejillas ardientes—. Estoy tratando de controlarme.

—¿Desde cuándo te controlas? —inquiero con burla, provocando que él sonría. - Este no es el hombre que me gusta.

—¿¡Qué mierda!? —grita en mi cara, ¡qué tarado! — ¿De quién estás hablando? ¿A quién tengo que cortar en trocitos?

— Eso no te incumbe.

✞︎Narrador Omnisciente✞︎

Slavik, con su piel tatuada y ojos grises como tormentas, la observa con deseo. Las marcas en su cuello, enigmáticas y peligrosas, parecen cobrar vida en la penumbra. Ha esperado este momento tanto como ella.
El sabor a peligro y pasión se mezcla en el aire. Sus manos se aferran a su chaqueta de cuero, y él la atrae hacia sí con una urgencia feroz.
El beso es un incendio. Los labios de Elia se funden con los de Slavik, hambrientos y ansiosos. No hay espacio para la duda ni la contención. Sus lenguas se encuentran en un baile desesperado, explorando, reclamando. Las manos de Slavik se deslizan por la espalda de Elia, siguiendo la curva de su columna vertebral. Cada centímetro de piel que toca está marcado por la promesa de la noche. Elia se aferra a su nuca; sus uñas dejan surcos en su piel.

El deseo arde en sus venas, y alrededor se convierte en su santuario secreto. Elia se siente vulnerable y poderosa al mismo tiempo. Slavik la sostiene como si fuera su única ancla en un mar tormentoso.

Olvidándose por completo las personas que lo rodean, creando su propio mundo de amor y pasión.

Cuando finalmente se separan, sus alientos entrecortados, Elia mira a los ojos grises de Slavik. En ese instante, todo queda claro: son cómplices, amantes y enemigos en un mismo aliento. La pasión los consume, y el mundo exterior se desvanece.

Los hombres siguen observando, impasibles. Pero en esa cabaña, Elia y Slavik han encendido una llama que arderá hasta el último día de sus vidas.

—Ya la tengo, mi sol —habla Slavik con sus ojos fijos en los labios de la mujer de ojos malditos—. Vamos por esos traidores...

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐚 𝐁𝐞𝐧𝐝𝐢𝐭𝐚 © ✔︎ [en CORRECCIONES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora