Anunciad con cien lenguas el mensaje agradable;
pero dejad que las malas noticias se revelen por sí solas.
(William Shakespeare)La residencia de los Smidr, un palacio de piedra elegante y ubicado en la urbanización privada de Atrivia, estaba envuelto en la suave luz del atardecer. El comedor principal reflejaba el lujo y la sofisticación de la familia Smidr, con una mesa magníficamente puesta que prometía una velada memorable.
Fred Smidr estaba en la entrada del comedor, Katerina acababa de llegar, y lejos de permitir que fuera el mayordomo el que la recibiera, fue él mismo el que quiso darle una cálida bienvenida a su hogar.
―Bienvenida Katerina –la saludó Fred, tomando el sencillo abrigo de la chica para colgarlo en el perchero de la entrada, junto a los caros abrigos de los habitantes de la mansión.
―Gracias. –Se sentía asombrada y nerviosa, su vestido negro, el cual había recuperado del fondo del armario y que había usado únicamente una vez anterior, en su graduación, la hacía sentirse pequeña y poca cosa, incluso siendo el mejor vestido que tenía, lo sentía de tela fina y barata ante tal opulencia y detalles.
Hacía mucho que no estaba en una casa tan elegante y sofisticada; la última vez fue la casa de Brian, hacía cuatro años. Fue precisamente en aquella época universitaria, y gracias a su ex, que pudo descubrir un poco de aquel mundo de lujos y ricos.
―Perdonad el retraso –dijo una voz tras ella, no había pasado todavía de la entrada, que era más grande que el comedor de su casa, y al girarse vio a Eldur, acompañado de Jonathan Graves, el que parecía ser su eterna sombra.
―No llegáis tarde –replicó Fred, dando una palmada amistosa al hombro de su hijo, de él, pero, no recogió el abrigo, tampoco el de Jonathan.
Eldur sonrió a su padre y luego se volvió hacia Katerina.
―Katerina, me alegra verte. Ya conoces a Jonathan Graves, mi buen amigo y principal asesor.
Jonathan extendió su mano con una sonrisa profesional y Katerina estrechó su mano, sintiendo la calidez en el saludo. Ya se conocían, de hecho, si lo pensaba, Katerina se había visto más con él que con Eldur.
Fred condujo a los invitados hacia el comedor, donde la mesa estaba elegantemente decorada con platos de porcelana y cristales brillantes. Eldur y Jonathan tomaron asiento, y Katerina se acomodó delante de ellos. Fred, presidía la mesa.
La conversación comenzó de manera casual, con Fred haciendo preguntas sobre la vida de Katerina y su experiencia reciente. Sin embargo, el tono se volvió más serio cuando Fred dirigió la conversación hacia el proyecto de biotecnología del que Eldur tanto le había hablado.
―Katerina, tu trabajo en biotecnología es impresionante. Eldur me ha contado mucho sobre él –dijo Fred mientras dejaba que una doncella sirviera vino en sus copas–. Me gustaría saber más sobre cómo piensas que tu investigación podría integrarse en nuestros intereses aquí en la comunidad.
Katerina, animada por la oportunidad de hablar de su pasión, se inclinó ligeramente hacia adelante, entusiasmada.
―Estamos desarrollando una tecnología que utiliza nanorobots y sistemas de inteligencia artificial integrados en tejidos para la regeneración. La idea es que estos nanorobots puedan reparar tejidos dañados y promover la regeneración celular de manera más eficiente.
―¿Cómo ves la posibilidad de utilizar esta tecnología en aplicaciones más amplias, como la medicina personalizada?
―Por el momento, nos estamos enfocando en órganos que sufren daños significativos, como hígados y riñones, y la regeneración de tejidos en pulmones y corazones –respondió Katerina–. La regeneración cerebral está en nuestra agenda, pero es un desafío mucho más complejo.
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Saga Asedrian: El Legado de Atrivia - Libro 1
FantastikKaterina Delorien ha dejado atrás el dolor de una traición pasada y ha logrado destacar como científica gracias a su talento e inteligencia. Ahora, está lista para revolucionar el mundo de la biotecnología con sus innovadoras investigaciones. Sin em...