La casa de los Cosick estaba llena de actividad y bullicio. En el elegante salón, adornado con retratos de la familia en eventos importantes y decoraciones de lujo, Vanessa Cosick se movía entre sus invitados con la gracia y el encanto de una anfitriona experimentada. La fiesta, celebrada en honor a la entrada de la Universidad de Atrivia de su hijo Brian, reunía a algunos de los nombres más influyentes de Atrivia.
―¡Es un placer teneros a todos aquí! Espero que disfrutéis de la velada. Hemos preparado algunas sorpresas especiales para esta noche.
Brian, de 18 años, estaba al margen, observando a su madre interactuar con los invitados. Aunque se esforzaba por participar, su mirada se perdía en los detalles de la decoración y el ajetreo de la fiesta. La presión en la casa era palpable; se había esperado mucho de él. Pero con su edad y la carencia de atributos Dominantes, dejaba claro que él no iba a ser un líder, lo que se sentía como una carga adicional. Casi podía sentir cómo cuchicheaban y murmuraban riéndose de él.
En medio de la celebración, Fred llamó a Brian a la biblioteca para una conversación privada. La atmósfera en la habitación, con sus paredes cubiertas de libros y recuerdos de la familia, era solemne.
―Brian, estoy orgulloso de que hayas sido aceptado en la Universidad de Atrivia. Es un gran paso, pero no podemos ignorar lo evidente. No muestras los signos de Dominancia que se esperaban de ti. A tu edad, tu cabello debería ser mucho más largo, y deberías tener un carisma natural que... simplemente no veo.
―Lo estoy haciendo lo mejor que puedo, padre –replicó, poniéndose a la defensiva.
―Sí, me doy cuenta –suspiró, ligeramente frustrado. –Pero en nuestra sociedad, la apariencia y la presencia lo son todo. Eldur, a pesar de ser más joven, ya muestra un potencial que tú no has alcanzado. ¿Tienes intención de mantenerte a su nivel?
La comparación constante con Eldur hería a Brian. Aunque había logrado entrar en la Universidad de Atrivia, se sentía menospreciado por no cumplir con las expectativas de Dominancia que su familia valoraba tanto.
Ya debía haberse hecho una idea de aquello, Fred Smidr ni siquiera peleó cuando, ante el divorcio, su madre Vanessa quiso ponerle el apellido de soltera, dejando de ser un Smidr y convirtiéndose en un Cosick.
―¿Acaso esperas que me convierta en el perrito faldero de Eldur? No tengo ningún interés en volverme su consejero, o su sombra. Haré mi propio camino. No necesito ser como él para tener éxito.
―Ese tono no te servirá conmigo, Brian. Si decides apartarte de lo que se espera de ti, entonces asegúrate de que ese camino sea digno. Porque en esta familia, el fracaso no es una opción.
Brian, sintiendo el peso de las palabras de su padre, salió de la biblioteca con una mezcla de rabia y determinación. Eldur, de 15 años, era el centro de atención, con su cabello notablemente más largo y su carisma evidente, rodeado de los amigos y amigas de la Sra. Cosick todos hablando del gran futuro que tenía por delante y del magnífico lider que iba a ser.
―Pero si ni siquiera lo conocen, ¿de qué hablan? –Murmulló Brian, se sentía como una sombra en medio de la luz que Eldur irradiaba. La fiesta continuaba, y él se sentía más alejado que nunca de la aceptación y el respeto que tanto anhelaba de su familia.
Más tarde, Brian se acercó a su madre, Vanessa, que estaba conversando animadamente con sus amigas. Aunque la relación de Vanessa con Fred había cambiado desde la llegada de Ingrid, ella había encontrado una manera de seguir adelante.
―Brian, cariño, ¿cómo te sientes? Esta es tu noche, después de todo.
Él no pudo evitar alzar una ceja, ¿su noche? Porque la que se estaba vanagloriando de todo era el mocoso de Eldur, el que no había hecho todavía nada notable en su vida, más allá que mirarse en el espejo y peinarse.
―Bien, mamá. Solo... hay mucho en qué pensar.
―Lo sé. Pero no eres ni vas a ser un Dominante. –Brian no necesitaba que se lo recordaran constantemente, y apretó los dientes ante estas palabras–, pero Fred sigue esperando grandes cosas de ti, es habitual que el hermano del Dominante sea su conseje...
―No voy a ser el maldito consejero de Eldur. Odio a este niñato –dijo con la mandíbula apretada.
La madre se sorprendió ante tal reacción. Brian no solía explotar. Sonrió y miró alrededor, afortunadamente, todas sus amistades les habían dejado un momento de intimidad y estaban bebiendo en sus propias conversaciones con otros invitados.
―Contrólate, Brian. Me da igual que seas un consejero o que te quedes barriendo el suelo de una pizzería, pero no me hagas quedar en ridículo. Con un poco de suerte, Jason te cederá su empresa, y muy estúpido deberías ser para que yo no te cediera la presidencia de la mía. Así que compórtate, yérguete y sonríe, esta es tu maldita fiesta.
―Sí, mamá, lo siento. –Rápidamente bajó el tono, sintiendo que ahora también estaba a la sombra de Jason, el nuevo novio de su madre, un asedrian con una empresa de moda... La cual no le interesaba en absoluto.
La conversación con su madre dejó a Brian con una mezcla de emociones encontradas. Se sentía atrapado entre las expectativas de su familia y su deseo de ser reconocido por sus propios méritos. Mientras la fiesta continuaba, él se movió entre los invitados, intentando evitar interacciones prolongadas. No quería enfrentar más críticas ni comparaciones.
Algunos invitados se acercaron a felicitarlo por su aceptación en la Universidad de Atrivia, pero sus palabras parecían vacías, como si solo estuvieran cumpliendo con una formalidad. A lo lejos, Brian vio a Eldur, rodeado de un grupo de personas, hablando y riendo con esa facilidad que siempre había envidiado. Eldur se movía entre los invitados con una confianza innata, su cabello más largo y su porte más seguro que nunca. Brian sintió un nudo en el estómago al observar cómo su hermano menor acaparaba la atención y los elogios que él había deseado recibir.
Mientras se acercaba a una mesa con refrescos, escuchó una conversación entre su padre y otra invitada, una mujer de mediana edad, elegantemente vestida, que parecía estar fascinada con lo que él decía. Brian se detuvo, intentando escuchar sin ser notado.
―... y entonces vi a la joven Delorien, una chica realmente impresionante. Proviene de una familia muy humilde, pero ha conseguido entrar en la Universidad de Atrivia, siendo la mejor de su promoción. Su ética de trabajo y su determinación son realmente inspiradoras. Es el tipo de estudiante que cualquier universidad quisiera tener, una verdadera joya. A veces pienso que necesitamos más personas como ella en nuestra familia, que nos den una bocanada de aire fresco.
―Katerina Delorien, ¿verdad? He oído hablar de ella. Es un ejemplo para todos, especialmente para los jóvenes. Su historia es tan motivadora. Es el tipo de estudiantes que hace que confíe en el sistema de becas, si gente tan pobre puede beneficiarse de ellas, es que funciona –Comentó la mujer, asintiendo con admiración.
El nombre resonó en la mente de Brian. Katerina Delorien, una chica de familia humilde que había logrado lo imposible. Había oído hablar de ella antes, pero escuchar a su padre hablar de ella con tal admiración lo intrigó. Brian no podía evitar preguntarse qué tenía Katerina que la hacía tan especial a los ojos de su padre, y cómo ella había logrado captar su atención de una manera que él nunca había podido.
A menos que fuera un adefesio, quizás podría iniciar algún tipo de relación con ella. Encandilar a una pobretona que se aprovechaba del sistema de becas tenía que ser fácil. Seguro que ir del brazo de una chica como ella agradaría a su padre y le haría sumar puntos.
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Saga Asedrian: El Legado de Atrivia - Libro 1
FantasyKaterina Delorien ha dejado atrás el dolor de una traición pasada y ha logrado destacar como científica gracias a su talento e inteligencia. Ahora, está lista para revolucionar el mundo de la biotecnología con sus innovadoras investigaciones. Sin em...