Capítulo 17

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La primera condición para la paz es la voluntad de lograrla.
(Juan Luis Vives)

El centro médico de Atrivia, aunque pequeño, era un refugio de tecnología avanzada y silencio solemne. Las luces suaves y el aroma a antiséptico impregnaban el aire, ofreciendo una paz artificial que contrastaba con la turbulencia emocional de los visitantes. Katerina, Eldur y Miranda se encontraban reunidos en la habitación donde Fred Smidr, el patriarca de los Smidr, yacía inconsciente e intubado.

Miranda estaba sentada en una de las butacas, con un vendaje en la muñeca y una herida ya curada en el brazo izquierdo. Miraba a Fred con tristeza y preocupación. Sus ojos estaban enrojecidos, señal de haber llorado.

―¿Qué dijeron los médicos? –preguntó Katerina, rompiendo el silencio.

Eldur, de pie junto a la ventana, tenía un brazo vendado y un parche de gasa en la mejilla. Su rostro mostraba la fatiga y el dolor de una batalla reciente. Respondió con voz grave:

―Sobrevivirá, pero no sin secuelas. Dicen que es poco probable que pueda volver a convertirse sin un dolor insoportable. Recomiendan que se retire del liderazgo.

Miranda asintió, sus labios temblaban mientras contenía las lágrimas.

―Fred siempre ha sido un líder fuerte. Pero quizás es hora de que él y yo consideremos un nuevo camino. –Su voz se rompió al decir esto, y necesitó unos instantes para volver a hablar. Eldur la miró desconcertado–. Anabel... Aún no ha mostrado las Marcas de Dominancia. No tengo una sucesora clara.

―Mi padre no podrá enfrentar el liderazgo por sus heridas, pero... Miranda, te necesitamos con nosotros. Jordan, Nicole si se convierte en Dominante, yo... Te necesitamos, no puedes dejarnos sin una guía.

―No me veo capaz. Todo lo que ha pasado... Siento que gran parte ha sido mi culpa.

Fui yo la que os incité a hacer el ritual, y... Todo se vino abajo después de eso.

―Cómo dijo Nicole, si no hubiese sido esta ocasión, habría sido otra. Violet deseaba la confrontación, no hay nada que se pueda hacer cuando alguien quiere guerra.

Miranda miró a Eldur, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y resolución.

―Quizás tengas razón. Pero el peso de las decisiones es tan grande, tan abrumador.

No estoy segura de poder cargar más con esta responsabilidad.

―Entiendo tu preocupación –dijo Eldur, acercándose a ella y colocando una mano en su hombro, a pesar de su vendaje–. Pero debes recordar que no estás sola. Estamos aquí para apoyarte. Si te retiras ahora, dejarás un vacío que podría ser fatal para nuestra comunidad.

Katerina, observando la tensión y la angustia en la sala, decidió intervenir.

―Miranda, tienes más fortaleza de la que crees. Aunque no puedes deshacer lo que ha pasado, sí puedes guiarnos hacia adelante. Y si necesitamos buscar una nueva sucesora, lo haremos juntos.

―Lo intentaré... –Acertó a decir finalmente, después de haber mirado fijamente a los dos, entendía su punto, lo que querían decir, y tenían razón–. Pero me preocupa el futuro. Sin Fred, sin una dirección clara, ¿cómo avanzaremos?

―Poco a poco –respondió Eldur con firmeza–. Primero, debemos asegurarnos de que mi padre reciba el mejor cuidado posible. Luego, enfrentaremos lo que venga. Nicole y yo, y todos los que estamos aquí, haremos todo lo necesario para proteger a nuestra gente.

Katerina salió al pasillo, abrumada todavía por todo lo que había pasado. Con la intención de ir a buscar un agua en la máquina expendedora, se encontró con Jordan. Él estaba apoyado contra la pared, tenía una gasa en el cuello y un ojo totalmente morado. Su expresión mostraba una mezcla de preocupación y cansancio.

Saga Asedrian: El Legado de Atrivia - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora