40 años atrás: El Silencio de Miranda

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El eco de los pasos de Miranda resonaba en los pasillos del Templo de Atrivia. El Templo, erigido por la legendaria Kayla, se alzaba majestuoso a las afueras de la Urbanización Privada de Atrivia, rodeado de bosque y naturaleza, un refugio para los que, como Miranda, habían sido bendecidos o maldecidos con dones únicos. Desde que había llegado aquí, abandonada por sus padres de una aldea lejana, Kayla y las demás pupilas, habían sido su única familia, una mentora y una madre sustituta, y unas hermanas con las que reír y jugar.

Miranda recordó su llegada al Templo. Era una niña callada y reservada, marcada por el abandono y la soledad. Pero desde el primer día, Kayla vio algo en ella, una chispa de potencial que no había pasado desapercibida. Ahora, con catorce años, Miranda había demostrado ser más que una simple acólita. Tenía una energía especial, una presencia que, incluso en silencio, capturaba la atención de todos a su alrededor.

En la sala de meditación, Kayla la esperaba. La fundadora del Templo, una mujer de porte imponente y sabiduría profunda, la observó con una sonrisa de aprobación. Kayla siempre había sido una figura enigmática, con una mirada intensa capaz de ver más allá de las apariencias.

―Has venido –dijo Kayla, su voz suave pero cargada de significado.

―Sí, maestra. –Miranda se inclinó ligeramente, mostrando respeto. A pesar de su juventud, ya había aprendido a valorar la sabiduría de Kayla.

―Hoy es un día especial –continuó Kayla, acercándose a Miranda–. Desde que te traje aquí, supe que había algo especial en ti. Una fuerza que debía ser guiada y desarrollada.

Miranda asintió, aunque no estaba completamente segura de lo que Kayla quería decir. Había sentido cambios en sí misma últimamente, una energía creciente que no podía explicar.

―Tus Marcas... –Kayla levantó una mano y tocó suavemente el brazo de Miranda, revelando los patrones dorados que habían comenzado a aparecer en su piel–. Son un signo de Dominancia. Un don raro y poderoso que indica que estás destinada a grandes cosas.

Miranda miró las Marcas con asombro y una pizca de temor. Había oído hablar de las Marcas de Dominancia, señales de aquellos destinados a liderar y guiar. Pero nunca pensó que le aparecerían a ella, y sin embargo allí estaban, volviéndose visibles ante el tacto de Kayla, como si estuvieran apareciendo poco a poco.

―Vaya... –Se pasó las manos por sus brazos, viendo aquellos increíbles tatuajes dorados que reflejaban con la luz de las velas.

―Mientras que a los varones les crece el cabello, a las mujeres nos aparecen estas Marcas. Es una carga compartida, y anteriormente, era habitual que una hembra Dominante se uniera a un hombre del mismo rango.

Miranda miraba las Marcas doradas en su piel con fascinación, una mezcla de incredulidad y reverencia. Era como si su cuerpo hubiera estado esperando este momento, revelando un destino que apenas comenzaba a comprender.

―¿Por qué yo? –preguntó Miranda, su voz apenas un susurro. Sabía que había algo especial en ella, pero aún no entendía completamente el alcance de su destino.

Kayla la observó con una expresión de comprensión y paciencia. Sus ojos, sabios y experimentados, parecían ver más allá de las preguntas de Miranda.

―El Destino elige a quienes están destinados a portar estos dones –respondió Kayla, colocando una mano sobre el hombro de Miranda–. No siempre entendemos el "por qué", pero aceptamos nuestra responsabilidad. Las Marcas son un signo de tu poder y tu deber hacia nuestra comunidad.

Miranda asintió, tratando de absorber la magnitud de las palabras de Kayla. Ser una Dominante no solo significaba poder; también implicaba una profunda responsabilidad hacia los demás. Kayla había insinuado una conexión entre las Marcas y el liderazgo, pero la joven no estaba segura de qué implicaría eso para su futuro.

Saga Asedrian: El Legado de Atrivia - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora