Aunque todavía estaba en la adolescencia, Yara mostraba una figura esbelta. Su tez pálida contrastaba con su cabello pelirrojo, que siempre llevaba en una coleta alta apoyada sobre su hombro. Sus ojos verdes relucían mientras el sol del atardecer besaba el agua del mar.
El sol del atardecer teñía el cielo de un naranja suave mientras Yara caminaba por el puerto. Sus pasos resonaban suavemente sobre las tablas de madera del muelle, y el aroma salado del mar llenaba sus pulmones. En su mano, sostenía un conjunto de planos náuticos, un regalo de su abuelo, el capitán Samuel, que había pasado su vida navegando los océanos. La brisa jugueteaba con sus rizos oscuros, despeinándola mientras avanzaba, y las gaviotas graznaban a lo lejos, agregando una banda sonora perfecta a aquel momento.
Yara había soñado con el mar desde que era niña. Creció escuchando las historias de su abuelo sobre tormentas épicas, islas desconocidas y el misterio de la vastedad del océano. A menudo, se quedaba embelesada mirando las viejas fotografías en blanco y negro de Samuel en su barco, con su barba blanca y su mirada sabia. Sin embargo, nunca había tenido la oportunidad de aprender a manejar un barco. Hasta ahora.
Se detuvo frente a un pequeño velero anclado al final del muelle, el "Libertad". Era un barco modesto, con su casco blanco y líneas azules descoloridas por el sol y la sal, pero para Yara, representaba la promesa de nuevas aventuras y la oportunidad de seguir los pasos de su abuelo. Subió a bordo con cuidado, sintiendo el ligero vaivén bajo sus pies, y se dirigió a la cabina.
Dentro, el olor a madera y mar la envolvió. Colocó los planos sobre la mesa de roble barnizado y se sentó, observando las líneas y símbolos que parecían bailar ante sus ojos. La cabina estaba decorada con objetos marineros: una brújula antigua, una red de pesca colgada en una esquina y un mapa del mundo con marcas de los lugares que Samuel había visitado. Recordó las palabras de su abuelo: "Navegar no es solo sobre el viento y las olas, es sobreentender el mapa de la vida, saber a dónde vas y cómo llegar allí". Con eso en mente, Yara comenzó a estudiar los planos con determinación.
Cada línea y marca tenía un propósito, y a medida que desentrañaba su significado, sentía una conexión más profunda con su abuelo. Él había prometido enseñarle todo lo que sabía, y aunque ya no estaba con ella, sus enseñanzas perduraban en cada palabra que había dejado escrita en sus cuadernos y en los planos que ahora estudiaba. Los recuerdos de su voz, su risa ronca y sus manos callosas guiaban a Yara a través de cada página.
La brisa marina se colaba por las ventanas abiertas, moviendo suavemente las hojas de papel. El sonido de las olas rompiendo suavemente contra el casco del velero era casi hipnótico. Yara tomó una respiración profunda y cerró los ojos por un momento, dejándose llevar por el sonido de las olas y los recuerdos de las historias de su abuelo. Al abrirlos, una chispa de determinación brillaba en su mirada.
—Voy a aprender, abuelo —murmuró para sí misma—. Haré que te sientas orgulloso.
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EL DIARIO DE YARA
Teen FictionYara siempre ha soñado con el mar, alimentada por las fascinantes historias de su abuelo, el capitán Samuel, quien navegó los océanos durante toda su vida. Criada entre relatos de tormentas épicas, islas desconocidas y el misterio del océano, Yara a...