El mensaje de Jacob iluminaba la pantalla de su teléfono en la penumbra. "Pensé que nunca llegarías hasta aquí."
Yara sintió un escalofrío recorrerle la columna. Su respiración se tornó superficial mientras miraba el texto, incapaz de comprender cómo Jacob sabía que había encontrado *La Mariposa*. ¿Acaso él había estado allí antes? ¿O quizá estaba observándola en ese mismo momento?
Antes de que pudiera contestar, el teléfono se apagó de repente, dejándola en la penumbra. La tormenta rugía a su alrededor, y el viejo barco crujía, como si el peso de los secretos que escondía estuviera demasiado tiempo contenido.
La oscuridad era casi absoluta. Yara buscó a tientas en su bolsillo y encendió su linterna una vez más. La pequeña cabina del capitán estaba llena de sombras alargadas, y algo en el ambiente le provocaba una opresión en el pecho. Tenía que moverse, aunque sus instintos le gritaban que huyera.
Avanzó hacia la cabina y volvió a abrir el diario de su abuelo, repasando las palabras escritas a mano con ojos nuevos, buscando pistas. Esta vez, se concentró en los últimos días narrados en sus páginas.
Samuel hablaba de una "presencia" en el mar, algo que no era humano ni de este mundo, una entidad que lo había seguido desde una expedición hacía años y que, con el tiempo, había llegado a habitar sus sueños.
En una de las páginas finales, una nota breve y desconcertante capturó su atención: *"El mar cobra deudas que jamás olvidamos"*. Las palabras parecían escritas con prisa, como si él mismo hubiera tenido miedo de aquello que describía.
El viento golpeó la cabina, y por un instante, Yara creyó escuchar pasos en la cubierta, un murmullo arrastrado por el viento, como si alguien estuviera pronunciando su nombre. Se giró rápidamente, apuntando la linterna hacia el umbral, pero no vio a nadie.
Sin embargo, algo había cambiado. El aire se sentía más pesado, y la presencia que su abuelo había descrito parecía cobrar forma, una sensación que le erizaba la piel.
Regresó al diario y pasó rápidamente las páginas, deteniéndose en una anotación que parecía más reciente. Era el nombre de Jacob, acompañado por un pequeño símbolo que Yara reconoció: el mismo grabado que llevaba la brújula que había encontrado. A su lado, unas palabras escritas apenas legibles: *"Él también está vinculado al océano, a la misma deuda. No hay escape."*
El corazón de Yara se aceleró. Jacob no era solo un amigo, ni un amor de juventud. Había algo oscuro que lo ataba a su abuelo, a la misma fuerza que parecía reclamar a su familia desde las profundidades.
Entonces, una sombra cruzó la ventana, oscureciendo la escasa luz que quedaba. Fue solo un instante, pero suficiente para hacerla retroceder. Mientras intentaba calmar su respiración, una pregunta surgió en su mente, tan clara y fría como el océano mismo: *¿Qué había venido realmente a buscar Jacob en su vida?*
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EL DIARIO DE YARA
Teen FictionYara siempre ha soñado con el mar, alimentada por las fascinantes historias de su abuelo, el capitán Samuel, quien navegó los océanos durante toda su vida. Criada entre relatos de tormentas épicas, islas desconocidas y el misterio del océano, Yara a...