CINCO AÑOS ANTES

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Samuel


En mi vida, he disfrutado de dos cosas: la pasión por navegar y mi nieta Yara. Para ella, no era un simple pescador, y en parte, tenía razón. A Yara le encantaba cuando, sentados juntos en el muelle, ella con sus deditos pequeños señalaba el agua. Entonces, yo le contaba historias sobre sirenas y piratas malvados. Mi nieta se estremecía al saber que su abuelo era un héroe del mar.

"Abuelo, cuéntame más sobre la Sirena de Plata", solía pedir con sus ojos brillantes de curiosidad.

"Ah, la Sirena de Plata", comenzaba yo, mirando el horizonte donde el sol se escondía. "Era una criatura mágica, con una voz tan dulce que podía calmar las tormentas más feroces y una melena que brillaba como la luna llena sobre el océano. Pero había piratas que deseaban capturarla, no por su belleza, sino por el tesoro que guardaba: un mapa secreto que llevaba a un lugar donde el mar susurraba secretos olvidados y donde las olas escondían perlas de sabiduría antigua."

Yara escuchaba atentamente, aferrándose a cada palabra. En esos momentos, el muelle se transformaba en un barco pirata, y las olas que lamían los pilotes se convertían en los susurros de aventuras lejanas. Para ella, yo no era solo su abuelo, sino un capitán intrépido que había surcado mares embravecidos, desafiado a piratas sin corazón y descubierto islas encantadas.

Cada historia que le contaba era una ventana a un mundo donde la realidad y la fantasía se entrelazaban, creando recuerdos imborrables. Y así, mientras el sol se ocultaba y el cielo se llenaba de estrellas, mi nieta y yo compartíamos un vínculo inquebrantable.

Yara no paraba de preguntarme cuándo podría acompañarme a explorar los mares y a pescar. Con sus ojos llenos de ilusión, me decía que soñaba con navegar junto a mí. Yo le respondía que tendría que esperar unos años más, que aún era muy pequeña para semejante aventura. Sin embargo, le prometía que un día la llevaría conmigo y le enseñaría todos los trucos sobre cómo manejar un barco.

"Paciencia, pequeña marinera," le decía mientras le acariciaba el cabello. "Un día, cuando seas un poco mayor, surcaremos juntos los mares. Te mostraré cómo leer las estrellas para no perderte nunca, cómo manejar el timón con firmeza y cómo escuchar al viento para que nos lleve a lugares maravillosos."

Sus ojos se iluminaban aún más ante la promesa de futuras aventuras, y aunque tuviera que esperar, sabía que ese día llegaría. Hasta entonces, nuestras historias junto al muelle serían su preparación para las grandes travesías que el destino nos tenía reservadas. 

Por desgracia, el destino no fue clemente ni conmigo ni con ella. En mi corazón, sabía que algo, en algún momento, había salido mal. Las promesas de navegar juntos y enseñarle los secretos del mar quedaron atrapadas en el tiempo, como un sueño que se desvaneció antes de hacerse realidad.

EL DIARIO DE YARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora