Rompiendo el hielo

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Jacob y Yara se volvieron a verse tras el encuentro fortuito de hace unos días. Aquella vez fue una casualidad mágica en el barco, mientras ella estaba perdida en sus recuerdos.

Desde entonces, Yara no dejaba de soñar despierta con esos ojos azules y la sonrisa tímida de Jacob, mientras él no podía quitarse de la cabeza a aquella pelirroja súper espabilada, cuya risa era como una melodía que no lograba olvidar.

Yara se armó de valor e invitó a Jacob a tomar un café en el pequeño chiringuito junto a la playa.

Cuando se encontraron, el corazón de Yara latía con fuerza, y el de Jacob hacía lo mismo, aunque él intentara ocultarlo tras una apariencia de calma.

Eligieron una mesa junto a la ventana, donde la luz del sol jugaba con los rizos rojizos de Yara, dándoles un brillo dorado. Jacob no podía dejar de admirarla, encontrando cada excusa para mirarla a los ojos y perderse en su sonrisa.

—Entonces, ¿sabes leer planos náuticos? —preguntó Yara, rompiendo el hielo con una chispa en los ojos.

—Sí, me encanta —respondió Jacob—. Aunque, para ser honesto, nunca pensé que encontraría a alguien husmeando en barcos ajenos que me dejara tan... intrigado.

Yara rió, y su risa fue un bálsamo para Jacob, que sentía como si el tiempo se detuviera solo para ellos dos.

—Bueno, al menos no nos encontramos en circunstancias más misteriosas —bromeó ella, y ambos rieron.

No era solo la atracción física, era una conexión más profunda, una comprensión mutua que se sentía tan natural como respirar.

—¿Sabes? —dijo Jacob, mirando a Yara a los ojos con voz suave y llena de sinceridad—. Estoy realmente contento de que nos hayamos vuelto a encontrar.






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