POV Rebecca
Cuando mi maldito cuerpo se dignó a reaccionar, mis pies comenzaron a seguir los pasos de Freen, encaminándome hacia el final del pasillo en el cual se encontraban nuestras oficinas, en dirección a las máquinas de café. Imaginaba que ella ya estaría allí, puesto que no se había molestado en esperarme. Quiere tomarse un café conmigo. Quiere hablar conmigo. Me llevé las manos al septum con aquel tic tan habitual en mí, y allí se quedó congelada mi mano, cuando la vi hablando con Mind, que también trabajaba con nosotras. Aquella chica de pelo rubio rodeaba la cintura de Freen con sus manos, y esta a su vez le pasaba los brazos por el cuello, mientras que en su cara se dibujaba una expresión de cariño sincero.
En serio, Freen, ¿por qué adoras a todo el mundo menos a mí?
Cuando me acerqué a ellas pude oír la conversación que mantenían. Por lo visto Mind estaba agradeciéndole algo a Freen con mucha efusividad.
-No sé cómo voy a agradecerte que me hayas dejado quedarme allí esta semana Freen. Eres un ángel.-
¿Dónde había estado quedándose Mind? ¿En casa de Freen?La pelinegra soltó una risa tímida mientras que ponía ambas manos en las mejillas de la chica, y se las apretaba hasta obligarla a formar un puchero de lo más cómico.
-No seas tonta anda. Sabes que no me ha costado nada y que ese piso lleva vacío meses.- Vale, al menos no se había quedado en casa de mi pelinegra. ¿Tu pelinegra Rebecca?
-Pero si te empeñas en agradecérmelo, me puedes invitar a un par de copas mañana.- Freen levantó las cejas un par de veces en una expresión pícara y Mind se carcajeó encantada.
- A un par de copas y a las que quieras cielo.-
Con un par de frases igual de cariñosas, ambas chicas se despidieron, y mientras que la rubia se dirigió hacia su escritorio, Freen siguió caminando hacia las máquinas expendedoras para conseguir aquel café. No me miró ni una sola vez. Ni de reojo. Nada. Simplemente seguía andando, como si ya se hubiese olvidado de que me había ofrecido tomar ese puto café con ella. Mierda, ¿no habrá sido una broma?
Cruzamos la puerta de la sala en la que, además de un par de máquinas de las que los trabajadores podíamos sacar algún refresco y ciertos alimentos de dudosa aportación energética, había varios sofás de los que podíamos hacer uso durante nuestro tiempo de descanso.
Freen detuvo sus pasos frente a la bendita máquina proveedora de café que tantas vidas me había salvado durante el tiempo que llevaba trabajando allí. Yo me coloqué a su lado, manteniendo una distancia prudente que impidiese que su puto perfume avainillado se colara por mis fosas nasales y me embotara el cerebro. Desde aquella distancia la miré de reojo, y la estampa que vi hizo aflorar una tierna sonrisa a mis labios.
Freen estaba con la mirada fija en los botones, analizando las opciones que tenía aquel aparato, y mientras lo hacía, sacaba la lengua de una forma tan adorable que casi tuve que darme un cabezazo contra la pared para evitar abalanzarme sobre ella. Freen Sarocha Chankimha sacaba la lengua cuando se concentraba, y yo me la quería comer a besos.
Yo seguía allí, intentando controlar todo eso que me hacía sentir, cuando escuché su voz.
-Yo necesito un café doble. ¿Tú?- Había dicho aquellas palabras sin girar su cabeza hacia mí, con la mirada fija en la máquina. Por favor déjame verte los ojos.
-Igual- Tragué saliva de manera trabajosa, porque mirarla sabiendo que estábamos solas en la misma habitación me secaba la puta boca. Ella seleccionó mi café con movimientos elegantes a los que ya me tenía acostumbrada. Aquel gesto adorable que había hecho con su lengua segundos antes había sido uno de los pocos destellos de vulnerabilidad que había podido ver en esa chica.
Mientras el aroma a café inundaba la estancia, lo que indicaba que mi café ya estaba en marcha, Freen volvió a rebuscar dentro de su monedero hasta alcanzar otra moneda para sacar el suyo. Un leve pitido anunció que podía retirarse el vaso, y eso hizo ella, para a continuación acercármelo sin volver ni un segundo su mirada hacia mi. Por favor déjame verte los ojos.
Yo no lo pude evitar. Acerqué mi mano para agarrar lo que la pelinegra me estaba ofreciendo, y mis dedos rozaron los suyos durante un segundo más de lo necesario. Necesitaba tocarla. Jamás había tenido la posibilidad de hacerlo. Necesitaba tocarla.
Cuando nuestras manos se rozaron, vi como la suya temblaba de manera imperceptible. Yo abrí los ojos tanto, que por un momento sentí que se me saldrían de las cuencas, y ella apartó la mano como si nada hubiese pasado, como si ese temblor jamás hubiese azotado su cuerpo. Me pareció escuchar un suspiro que se escapaba de sus labios, y me apresuré a levantar mi mirada hacia su rostro, intentando descifrar algún gesto en él. Nada. Ni siquiera había girado la cabeza hacia mí, y su expresión seguía siendo la misma. Impasible. Y un poco aburrida.
¿Le ha temblado la mano cuando la he rozado? Que sí carajo. ¿Ha suspirado? ¿O he sido yo?
Era consciente de que estaba tan enferma por ella, que podía estar imaginándome sus reacciones. Podía ser que mi cabeza se inventase todo aquello, porque vivir con el hecho de que para Freen Sarocha Chankimha yo no existía era demasiado. Su cara me decía que todo había sido producto de mi puta cabeza, pero yo seguía teniendo grabado en las pupilas aquel temblor, y mis oídos aún podían escuchar el eco de aquel suspiro.
Mientras tanto, ella había introducido la otra moneda, y esperaba con los brazos cruzados sobre su torso a que la máquina terminase de hacer su trabajo. Yo sólo la miraba. Aquel era mi pasatiempo favorito. Estaba tan cerca. Aunque lo había intentado evitar, me había tenido que acercar un paso más para tomar mi café. Y ahí estaba.
Su puto perfume.
Aquel puto perfume que me volvía loca.
La máquina volvió a pitar, sacándome de mi ensoñación, y Freen agarró su café. Se giró con movimientos perezosos, hasta llegar a uno de los sofás que ocupaban la estancia. Apoyó el vaso en la mesita que estaba delante, e hizo lo mismo con su bolso. Se dejó caer con gracia en un extremo de aquella superficie acolchada mientras que yo seguía de pie mirándola desde el mismo sitio al lado de la máquina. Me quiero sentar a su lado.
-¿Te vas a beber el café ahí de pie?- Lo dijo mirándome a los ojos, con una expresión tan burlesca en su preciosa cara que a mi me dieron ganas de abrir la ventana más próxima y lanzarme por ella. Mierda. Te ríes de mí.
Por lo menos su cara ya no tenía aquella expresión de hastío que le encantaba dedicarme. Verme allí parada como una jodida estatua con el café entre las manos y la mirada fija en ella, le pareció una escena merecedora de una sonrisa burlona. Pues vale. Mientras que fuese una sonrisa a mi me valía.
-Rebecca, ¿te vas a sentar?-
Rebecca siéntate. Me senté en el otro extremo del sofá que ella estaba ocupando. Teniendo en cuenta que el sofá era de dos plazas, aquellos extremos no estaban demasiado alejados. De hecho podía verle aquellos lunares que había alcanzado a ver un par de horas antes en su cuello. Menos mal que seguían ahí. Sería una desgracia tremenda que alguien se hubiese atrevido a borrar aquella jodida obra de arte que eran los lunares que habitaban la piel de Freen.Expulsé el aire que no sabía que estaba reteniendo en mis pulmones, y me armé de valor para dirigir mis ojos hacia los suyos. Me estaban mirando. Me estaban sonriendo. En ese momento descubrí que sus ojos son capaces de sonreírte. Son capaces de ralentizarte el pulso, y de acelerártelo en cuestión de segundos. Son capaces de provocar que la sangre pareciese que se te agolpa en los oídos. Son capaces de provocarte un hormigueo en todas tus extremidades.
En ese momento descubrí que los ojos de Freen Chankimha eran capaces de provocarme de todo.
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Mírame | FreenBecky (adap)
FanfictionADAPTACIÓN Rebecca puede enumerar la cantidad de lunares que Freen lleva en su cuello. Puede incluso recordar la cantidad de veces que la vió sonreir...a otros, nunca a ella. ¿He mencionado ya que mis ojos son incapaces de apartarse de ti cuando te...