Café

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POV Rebecca

Cuando Freen salió de mi oficina me pareció que la luz se hacía más tenue. Que el día había perdido algo de brillo. Ella tenía ese efecto en mí, me cegaba. Me levanté de mi escritorio, incapaz de permanecer sentada ni un segundo más. Aquellos instantes que la pelinegra había pasado inclinada sobre mí me daban vueltas en la cabeza. ¿Había sido mi jodida imaginación otra vez? ¿Aquel brillo que había visto en sus ojos era cosa mía? Joder, me vas a volver loca.

La observé sin discreción alguna. Estaba sentada en su oficina, con la mirada fija en la pantalla del ordenador. Estaba extrañamente seria, abstraída, y vi como se pasaba la mano por los ojos con cuidado, intentando aliviar algún dolor que sólo ella sentía, y que los demás no podíamos ver. Evidentemente ella no me miraba. Nunca lo hacía. Bueno, lo había hecho hace unos instantes, pero aquella situación no había sido normal. Algo le pasaba. Nunca antes se había permitido fijar su mirada en mí de aquel modo. Y en parte agradecía que no lo hubiese hecho, porque si estaba así de obsesionada con ella a pesar de que no se dignaba a regalarme ni un poco de su atención, no quiero imaginar lo que sucedería con mi integridad física si Freen Chankimha me mirase a los labios a aquella distancia todos los días.

Dirigí mis pasos a la puerta de mi oficina, y la abrí, manteniendo la vista fija en ella mientras lo hacía, esperando a que me volviese a regalar una mirada parecida a la que había visto en sus ojos hace unos minutos. Sabía que había escuchado el sonido de mi puerta al abrirse, nuestras putas oficinas estaban en frente. Pero ella no levantó la cabeza de su ordenador. Mírame como lo has hecho antes por favor.

Cerré la puerta tras de mí, intentando hacer un ruido que la obligase a levantar la vista, pero ella no lo hizo. Solté un suspiro, y obligándome a arrancar los ojos de ella, me dirigí hacia el baño. Necesitaba refrescarme. Allí me miré en uno de los espejos que se situaban encima de los lavabos, y observé mi expresión. Tenía las pupilas más dilatadas de la cuenta, y no había ni un pelo colocado donde debía estar. Rebecca tienes que dejar de desordenarte el puto pelo cada dos segundos.

No me sorprendió notar que tenía las mejillas más sonrojadas de lo normal. Era el maldito efecto que Freen tenía en mi persona. Abrí el grifo del agua fría, y con mis manos me refresqué el cuello. Cerré los ojos y la vi de nuevo, inclinada sobre mi escritorio. Y vi sus lunares con una nitidez absoluta. Y después pude ver sus ojos, en los que veía reflejada toda mi puta existencia. Abrí los ojos. Aquello no era sano. Hacía tiempo que no era sano.

Cerré el grifo y me coloqué el flequillo en su lugar, intentando recomponerme. Con un último suspiro dedicado a mi propio reflejo, salí del baño. Tenía que ir a hablar con Saint, nuestro jefe, para avisarle de que Freen y yo ya teníamos listo el informe. Con dos horas de antelación. Éramos buenas. Ella era increíble. Concéntrate Rebecca.

Llegué a la puerta de la oficina de Saint, y golpeé la puerta con suavidad.

- Rebecca pasa. ¿Necesitas algo? ¿Cómo va ese informe?-

Saint era un tipo bastante guapo. Me resultaría muy atractivo si mi mente no estuviera completamente enferma por una pelinegra de ojos de gata aficionada a los tacones de vértigo. Otra vez Freen.

-Lo tenemos listo. Me preguntaba si querías que tuviésemos una reunión para que te lo expongamos nosotras, o prefieres que te lo entreguemos y revisarlo por tu cuenta.-

Saint miró el reloj que adornaba su muñeca, y compuso una mueca muy expresiva

-Va a ser mejor que me lo entreguen, ando muy justo de tiempo y tengo una reunión en 20 minutos. Yo lo ojearé por mi cuenta. Gracias Becky.- Me sonrió con simpatía. Era majo, y nuestra relación laboral no podía ser mejor. Aunque con Freen se llevaba mejor. Bueno, Freen se llevaba genial con todo el mundo. Con todo el mundo no Rebecca, contigo se lleva como una mierda.

Mírame | FreenBecky (adap)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora