Capítulo 27

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La sangre se mezclaba con el hielo derretido. La zona estaba llena de fragmentos incrustados en el suelo, en los edificios que fueron arrancados de la zona de batalla al realizarse la "Expansión de Dominio" y en cada sitio que fuera físicamente posible que una estaca de hielo se quedara incrustada, goteando y derritiéndose con una lentitud realmente pasmosa. Pero, aquel hielo estaba siendo alimentado por la energía maldita de su creador, Uraume, el fiel servidor del "Rey de las Maldiciones", el hechicero de hace mil años que estaba jugando con los estudiantes de Tokio a pesar de haber sido aprisionado dentro de un dominio. No parecía importarle, ni siquiera estaba teniendo una percepción de las posibles heridas que su cuerpo recibiera durante el combate. Haciendo uso de una increíble "Técnica Inversa", Uraume se recuperaba de cada nuevo ataque organizado por sus enemigos. Ni siquiera hacer aparecer copias de la hechicera de primer año, pareció ser un problema para Uraume, quien se deshizo de las réplicas con una explosión de hielo recargado de energía maldita que hizo temblar el suelo, creando picos de hielos de distintas formas a su alrededor, siendo completamente visible que había sido el causante de ello.

La Nobara original se había mantenido al margen del enfrentamiento. Tenía las manos entrecruzadas, formando un extraño signo de manos que hacía recordar a un perfecto círculo, pero con los pulgares apuntando hacia arriba y los dedos de la mano izquierda extendidos, mientras los de la derecha aprisionaban perfectamente la mano contraria. A su alrededor, creciendo lentamente, parecía haber un círculo de energía maldita poco visible, fuerte, que titilaba hasta casi desaparecer y desvanecerse, lo que indicaba que estaba intentando realizar algún tipo de técnica maldita que no terminaba de tomar forma. Sin embargo, a pesar de que Uraume vio esto, no le dio importancia. No mostró preocupación por lo que la chica estuviera intentando. Veía que no le estaba funcionando por más que lo intentara. No vio talento ni fuerza en la adolescente.

Uraume chasqueó los dedos creando una onda de sonido a la que el hielo pareció responder estallando en una lluvia de fragmentos que se dirigieron hacia Nobara. Los proyectiles surcaron el espacio que separaba a ambos en solamente un parpadeo y, al segundo siguiente, la sangre manchó nuevamente el pavimento.

—¡Ngh!

Kinji Hakari apretó los dientes ensangrentados en una sonrisa burlesca. Todos y cada de las estacas de hielo que se dirigieron hacia Nobara, estaban atravesando ahora el cuerpo del estudiante de tercer año, quien se ofreció a ser usado como un escudo humano. Sin mostrar dolor, Kinji retiró los fragmentos de hielo y comenzó a caminar paso a paso hacia Uraume. Como su enemigo, sus heridas habían comenzado a sanar sin que el chico tuviera que hacer algo. Lo único que pasaba por su mente, era activar la "Técnica Inversa" y sus heridas se cerrarían automáticamente sin que nadie tuviera que curarle.

"Kinji es el tanque. Él puede resistir peleando de frente contra Uraume para desgastarlo. A mí a penas me queda algo de fuerza y solo tengo una última carta para jugar"

El sudor perlaba la frente de Nobara Kugisaki, quien estaba apretando los labios y su piel se había vuelto mucho más clara. A pesar del esfuerzo de reunir energía maldita, la chica de primer año no parecía estar dispuesta a renunciar a lo que estuviera haciendo. Con el sudor escurriendo por su mentón, empapando el cuello de su camisa, Nobara pareció reafirmar su posición cuando junto las manos, creando un sonido de aplauso casi imposible de oír.

"Mientras Kinji mantenga al sirviente de Sukuna entretenido, yo dejaré todo en este último movimiento...Yuji, el resto depende de vosotros...del profesor Gojo también"

Uraume saltó hacia atrás evadiendo varias puertas de trenes que intentaron a aplastarlo, sin éxito alguno. Quedó de pie, sobre un pedazo de hielo que terminaba en punta. Como una doncella de las nieves, Uraume giró con los brazos extendidos y ondas de hielo salieron disparadas por el aire, bajando más la temperatura, causando que los hechiceros sintieran el frío incrustarse en sus cuerpos.

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