Capítulo 10

1.8K 224 1
                                    

Una nueva batalla se estaba librando en la Colonia Nº 1 de Tokio. Por un lado estaba Yuji Itadori, el estudiante de primer año de la Escuela Metropolitana de Tokio, un hechicero con tres meses de experiencia y con el Rey de las Maldiciones siendo contenido por su propio cuerpo. Por el otro lado estaban una mujer y un hombre de nombres desconocidos, con una experiencia limitada a la hora de usar sus Técnicas Malditas y que solo habían peleado en el interior de la colonia por ser hechiceros modernos, recién despertados.

Uno podía pensar que el adolescente estaba en desventaja. El hombre y la mujer tenían técnicas que le permitía surcar los cielos y evadir cualquier ataque de corto y medio alcance, obligando a cualquiera a atacarlos desde una larga distancia, lo que les permitiría a ambos moverse y evadir cualquier proyectil en su contra. Eso les daba una enorme ventaja sobre cualquier enemigo...principiante.

Yuji Itadori había peleado con algo peor que hechiceros modernos o hechiceros modernos. La pelea con la maldición que lo obligó a comerse el "Dedo de Sukuna" o aquella que le hizo sacar a Sukuna de su interior para salvar a Megumi. También contaba la vez que peleó con los humanos transformados por Mahito y contra el mismo Mahito. O cuando peleó con sus propios hermanos Kechizu y Eso junto a Nobara. O cuando peleó contra Hanami durante el intercambio de escuelas. Y, lo más reciente, cuando sobrevivió a la batalla en Shibuya que dejó cientos de muertos y heridos.

La diferencia entre el hombre y la mujer con el adolescente, era la experiencia y los momentos traumáticos que habían vivido. Mientras que ambos adultos eran marcados por Kenjaku, Yuji se había envuelto de lleno en una guerra y una lucha que podía haber evitado si él mismo lo quería, pero no fue el caso. Y no era una persona que evitara los problemas una vez estaba dentro y con unos objetivos en su mente.

Allí, de pie en una azotea, Yuji Itadori miró hacia el cielo y clavó sus ojos castaños sobre las figuras de los dos adultos, mostrándoles un rostro decidido que podría haber causado miedo...si no fuera un adolescente el que mantenía dicho rostro.

Que el chico fuera peligroso, no estaba en la mente ni del hombre ni de la mujer. La pareja había hecho una asociación para sobrevivir en aquella batalla y atacar a los novatos que entraban a la colonia y así era como consideraban a Yuji: un novato que no podría seguir peleando mucho más después de que acabaran con él.

Arrogancia. Egocentrismo. Ambos sentimientos estaban irradiando de los adultos en el cielo, que miraban a Yuji como si fuera su próxima presa, su próximo objetivo a tomar y que el chico no podría hacer nada para evitar ser golpeado.

Tal vez eso les habría funcionado con anterioridad. Yuji era capaz de reconocer que antes de Shibuya, su propia determinación para pelear a muerte estaba severamente limitada y que no iría a matar a cualquiera con el que peleara. Eso le costó la derrota ante Choso y muchos momentos que hirieron su propia mentalidad y autoestima. Pero él había sobrevivido a Shibuya y tenía objetivos en su mente, así como ayudar a sus compañeros en la guerra contra Kenjaku.

Este Yuji Itadori peleaba hasta el último aliento.

[Supongo que por fin el niño se ha convertido en un poco adulto, ¿eh mocoso?]

En el interior del joven Ryomen Sukuna había estado observando el cambio de su contenedor con creciente interés y confusión, no comprendiendo que estaba mal con el chico. Durante la pelea con Naoya Zenin y luego Yuta Okkotsu, algo le había llenado de un miedo irracional y se había instalado en su cabeza por unos momentos. ¿Pero porque él, el Rey de las Maldiciones, le tendría miedo a un humano con tan poca experiencia como hechicero y sin un ritual? Sukuna estaba intrigado por eso y había estado mirando los cambios en la mentalidad del niño y su propia personalidad, la cual parecía volverse más afilada y seria en ciertos momentos. La pelea entre Yuji y Kinji también le llamó la atención y quedó graba en su retina.

Útero MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora