Capítulo 40

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La sangre y la carne se escurrían lentamente entre los escombros, brillando bajo los finos rayos de sol que habían logrado romper las oscuras nubes sobre Shinjuku. En medio del inmenso cráter que era el distrito, Ryomen Sukuna se encontraba de pie, erguido en sus dos metros de altura, con el pelo de un tono cada vez más blanco, sus ojos rojos como la misma sangre y la piel pálida contrastando con su oscurecida mirada sangrienta. Había peleado durante horas y había terminado aquello que Kenjaku empezó, volviendo a la vida...uniéndose físicamente al derrotado Tengen, trascendiendo hasta un punto similar a un dios. Aunque, para Sukuna, la definición de demonio era mucho más real y apropiada para sí mismo. ¡Su nombre sería recordado como el de un verdadero monstruo! Si es que alguna vez, en el futuro lejano, alguien podía vencerlo y asesinarlo...porque ya nadie podría sellarlo nuevamente.

Respiró hondo y abrió las fosas nasales con intensidad. Olía el miedo, la desesperación y la sangre en el ambiente que lo rodeaba. ¡Era todo aquello que deseaba! Cerró las manos antes de extender los brazos y sonreír, dejando que por primera vez su sonrisa se reflejara en su mirada: había alegría, burla y veneno en un amasijo de emociones completas. ¡Había vencido a los hechiceros! Su plan había sido encontrar a alguien que pudiera hacer que se emocionara, encontrar a su igual en los hechiceros de mil años después de su época. Sukuna estaba decepcionado. Tras ingerir a Tengen, ya no había nadie que pudiera igualarle, que pudiera arañar buscando unos minutos más de vida que respirar o un clavo al que aferrarse hasta el final. Sukuna miró a todos los hechiceros, muertos y heridos, encontrando aquello como una patética visión de la realidad, del mundo de la hechicería. Él, Ryomen Sukuna, había vencido al destino y todos los muros que este le puso delante, como burlas pruebas que no podría superar. Y lo había hecho...porque era un monstruo real, no uno de ficción.

Chasqueó la lengua dentro de su paladar, reflejando con aquel gesto su molestia, y miró directamente hacia el "Hechicero más Fuerte", al hombre que partió por la mitad en un giro de los acontecimientos. Antes, debería usar el poder de Mahoraga para vencerlo...ahora, Satoru Gojo no era nadie para él.

―¡Ah! Supongo que seguir un plan, de vez en cuando, no debería ser muy difícil.

Satoru torció los labios en una sonrisa escueta, pero llena de una burla que dirigió a Sukuna. Este apretó los ojos formando dos rendijas, mirando al albino. ¿Se estaba burlando de él? ¿De un ser superior? Sukuna mostró los dientes arrogantemente, enviando un escalofrío al cuerpo de Satoru por un segundo, lo que hizo que el profesor dejara de masajear su cuello y mirara al Rey de las Maldiciones.

―¿Un plan? ¡¿Un plan?! ¡NO ME HAGAS REIR, Satoru Gojo! No hay ninguna plan que vayas a emplear en mi contra―y estiró el brazo. Cerró la mano frente a Satoru, como si intentara atrapar el aire con aquel gesto. Pequeños cortes aparecieron en el cuero del ojiazul antes de que saliera despedido hacia atrás―. "Infinito" solo ha mitigado el daño. ¡Pero la siguiente vez, vas a morir!

Y se lanzó detrás de Satoru.

El polvo se elevó detrás suya, dejando una estela. Estiró el brazo, fue cerrando la mano mientras sus ojos se clavaban en la figura de Satoru Gojo. Si cerraba la mano, el cuerpo del "Hechicero más Fuerte" se convertiría en cubitos de carne y hueso y no quedaría nada del profesor de hechicería.

Un reflejo fortuito hizo que Sukuna cerrara los ojos ligeramente y se detuviera. La hoja de una katana rebanó su mano en un segundo y la de un hacha casi lo partió por la mitad. Detuvo el segunda arma usando su antebrazo como un escudo, pero la hoja penetró hasta casi llegar al hueso. La sangre escurría, como gruesos ríos de sangre, por su brazo hasta el codo.

―¡Okkotsu! ¡Mei Mei!

El adolescente de segundo año y la mujer de cabello celeste no retrocedieron ante el reconocimiento de Sukuna, quien empujó a la mujer cuando empujó su hacha, deshaciéndose de la hoja y liberando su brazo, mostrando una sonrisa arrogante.

Útero MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora