Capítulo 6

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Las reglas en la sociedad de los hechiceros son inflexibles para la mayoría de las personas. Aquellos como Satoru Gojo podían salirse con la suya debido al poder que tenían, tanto de manera política como real, logrando algunas cosas que otros hechiceros no podrían hacer por más que lo intentaran debido a las reglas que se establecieron cuando la misma Sociedad de Hechiceros fue creada hace algunos cientos de años atrás, mismas reglas que personas como Satoru Gojo querían cambiar completamente.

El motivo por el que Yuta Okkotsu y Yuji Itadori permanecieron vivos tras haber determinado cuan peligrosos eran, era gracias a la influencia de Satoru, para desagrado de los Ancianos. El hechicero de cabello albino contaba con un poder que lo convertía en el equilibrio entre los hechiceros y las maldiciones. Y gracias a ser el equilibrio, pudo hacer cosas que otros hechiceros no podían hacer.

Por ello Kinji Hakari y sus compañeros de tercer año de Tokio fueron suspendidos de la escuela tras cierto "incidente", dejando libre que Kinji pudiera manejar un lugar con peleas clandestinas enfocado a mostrar los poderes de algunos hechiceros a personas no-hechiceros, algo que estaba contra las reglas, pero que nadie había intentado detener y que ahora nadie parecía prestar atención a causa de los problemas que Kenjaku había causado.

Un lugar de peleas clandestinas generaba dinero y mucho más cuando hechiceros entraban a la pelea y muchas personas no podían comprender que era lo que estaba pasando. Los ojos de Kinji no dejaron de mirar en ningún momento a Panda, su compañero de segundo año, y a Yuji Itadori, el chico que había ingresado en la pelea de hoy. Y debía reconocer que Yuji estaba peleando mano a mano con Panda, lo que lo hiso sospechar ligeramente.

Las personas que no podían manipular la energía maldita no contaban con la misma fuerza que aquellos que sí podían, a menos por supuesto que hubieran sido marcados por una Marca Celestial que eliminara la energía maldita y les cediera un poder físico inigualable.

―Ese chico está golpeando a Panda.

Un chico de apariencia femenina estaba sentado a la derecha de Kinji, observando junto a este la pelea entre Panda y Yuji. El chico tenía el cabello oscuro hasta los hombros, con un mechón de un color claro sobre su ojo derecho. Su vestimenta, así como su cuerpo delgado, hacían parecer al chico como una chica y no como un chico, lo que podía confundir a las personas.

―Puedo deducir―Kinji entrelazó las manos bajo su mentón, sus ojos nunca quitándose de los movimientos de Yuji―; que ese chico es un hechicero. Nadie podría lidiar con Panda si fuera una persona normal o un adolescente promedio. Incluso los expertos en artes marciales tendrían problemas con él. Y este chico...lo ha ganado.

La imagen que les devolvía la pantalla, era la de un Yuji de pie, sobre un derribado Panda, con su brazo alzado por el referí del combate. Pero Kinji sintió algo extraño en aquello. Los ojos del adolescente estaban mirando hacia la cámara, como si supiera donde estaban, como si los tuviera localizados a pesar de estar a una distancia considerable, varios pisos por encima del chico.

―¿Lo llamo?

―Si...Kirara. Quiero conocer a nuestro nuevo...campeón―se apoyó en el sofá, con los brazos por encima del respaldo, mirando con calma el techo―. Si ha vencido a Panda, puede ser una herramienta muy interesante para nuestros juegos, ¿no crees?

Kirara Hoshi asintió ante las palabras de Kinji, llevándose un teléfono hacia la oreja izquierda.

―¿Si? Quiero que traigáis a Yuji a nuestra base. Kinji quiere conocerlo.

Colgó un momento después, dando una ligera reverencia hacia Kinji y saliendo de la sala para recibir a Yuji Itadori en la azotea, el lugar donde se habían colocado para mover los hilos sobre todo aquello, mismo lugar que pocos de los invitados o luchadores encontrarían por sus propios medios. Para que pudieran llegar hasta allí, tendrían que sortear a los guardias apostados y eso les daría el aviso que necesitaban para moverse en el momento preciso. No importaba, nadie podría llegar hasta ellos y hacerles daño u obtener algo.

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