Trayectos

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Simba dormía plácidamente por la mañana a lado del gran tronco donde solían descansar él y sus amigos, hasta que una suricata lo interrumpió de sus sueños.

-Simba, Simba -decía mientras agitaba la melena del león.

-¿Qué quieres, Timón? -preguntaba entre dientes un tanto molesto y aún con los ojos cerrados.

-¿Estás despierto?

-No. -Dada su respuesta, se dio media vuelta para ignorar aquella voz y se dispuso a seguir durmiendo.

-Pumba encontró muchos gusanos de los que te gustan, ¿no quieres comer? ¿Otra vez no pudiste descansar en la noche? -continuaba insistiendo.

Simba, cansado de escuchar a Timón, abrió los ojos y se enderezó para saber de una vez por todas qué es lo que pretendía.

-¡Simba, ya despertaste! -mencionó la suricata con un muy fingido asombro-. ¿Qué tal dormiste? -terminó diciendo con una risilla nerviosa, pero no recibió respuesta.

-¿Qué es lo que quieres, Timón? ¿Tal vez decirme que Pumba encontró insectos y no se los comió antes de revisar de qué tipo eran? -preguntó luego de arrojarle una mirada desaprobadora por un par de segundos.

-No, pero admito que eso sería casi como un milagro -comentó riendo-. Por cierto, era mentira lo que dije sobre los gusanos... pero, como sea, no es por eso que estoy aquí. Lo había estado hablando con Pumba y ya lo decidí, quiero ir a visitar a mi madre.

-¿Visitar a tu madre? -repitió confundido-. Te refieres a... ¿ir a verla? ¿Salir de la selva? -Cada vez se sentía más confundido, casi alterado-. ¡¿Estás loco?! No hemos salido de aquí desde hace mucho tiempo, además, puede ser peligroso.

-Por eso vendrás con nosotros, tú nos cuidarás, ¿no? ¿Qué no te gustaría salir y vivir nuevas aventuras por unos días? Anda, será divertido.

El león simplemente no creía lo que estaba escuchando. No entendía desde cuándo a Timón le importaba su familia, y mucho menos por qué quería ir ahora. Sin embargo, no tardaron mucho en convencerlo.

-¿Ya le preguntaste? -dijo Pumba quien recién venía de haber tomado el desayuno.

-Sí, ya mencionó algo sobre eso -se adelantó a responder un Simba resignado.

-Entonces... ¿te parece bien si salimos mañana? -dijo Timón dirigiéndose a su gran amigo con una sonrisa de oreja a oreja.

-Está bien, hakuna matata. -Luego de eso, aunque no estaba de acuerdo, no pudo evitar regalarles igualmente una sonrisa.

El resto del día la pasaron juntos como en cualquier otra ocasión, no obstante, durante la tarde Simba se apartó de ellos por un momento con la excusa de querer dormir y descansar un rato, aunque lo único que deseaba era tener un momento a solas con él.

La verdad es que a Simba le aterró la idea de salir al mundo exterior. Desde que era un cachorro no había estado en otro lado que no fuera dentro de la selva o los pastizales anexos a la zona, además de no convivir con otros animales, por lo que sentía un fuerte temor a todo. Imaginaba el que ocurriera algún accidente o se metieran en problemas durante el camino; que algún depredador los quisiera atacar, no estaba seguro si podría mantener a sus amigos a salvo y si sabría cómo pelear ya que lo único que había hecho toda su vida es cazar animales medianos; encontrar algún león, no sabría cómo tratar con él; o el simple hecho del cómo obtendría comida para alimentarse sin ser descubierto. Lo único que deseaba era decir que no, pero tampoco le habría gustado privar a Timón de la oportunidad de ver una vez más a su familia.

Cuando cayó la noche, Simba fue hacia los límites de los pastizales y allí encontró una pequeña manada de gacelas pastando en la oscuridad. Luego de obtener una exitosa cacería, se apresuró en comer hasta saciarse. Después se dispuso a dormir plácidamente y relajarse, convenciéndose de que mañana sería un gran día.

El Rey León: Una Historia AlternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora