—Simba —una voz grave y ronca trataba de despertar al león—. Ya es de mañana, hay que irnos.
Al escuchar al jabalí y sentir la fuerte luz en sus ojos, inmediatamente se apresuró a levantarse y dar unos sorbos de agua.
A los pocos minutos los tres amigos ya se encontraban caminando hacia el hogar de Timón, guardando una cierta distancia de los límites establecidos por el reino. Era simple identificarlos ya que eran justamente donde iniciaban las tierras áridas y otro tipo de vegetación con tonos verdosos más pálidos.
Durante el resto del trayecto, Timón y Pumba fueron en silencio, temerosos de que un animal quisiera disfrutar de su carne roja. De la misma forma, Simba caminaba igualmente serio, no obstante, éste seguía sin dejar de pensar en toda su vida pasada, con una peculiar sensación que en cualquier momento lo haría buscar a su madre a la Roca del Rey, pero una vez más lo resistió.
Apenas había pasado medio día cuando las Tierras del Reino quedaron a sus espaldas y ahora estaban en un espacio llano de tierra gris.
—Hemos llegado —expresó Timón orgulloso.
—¿Es aquí? ¿Dónde están todos? —preguntó un Simba inocente.
—¿Sabes? A veces aún pareces un niño.
—Ellos cavan túneles para vivir debajo del mundo y protegerse de los depredadores.
—Exacto, Pumba. Por qué crees que me fui a vivir lejos de aquí —dijo dirigiéndose al león—. Bien, ahora espera aquí Simba, necesito advertirles qué clase de animal eres antes de que te vean... Esto será divertido.
Simba aceptó y vio cómo Timón y Pumba se alejaban poco a poco mientras jugueteaban el uno con el otro. Luego se detuvieron y Timón dio un gran salto, cayendo a uno de los túneles.
En esos momentos Simba se había olvidado de todo lo relacionado con su hogar, y simplemente se sentía alegre por la felicidad de sus amigos.
De pronto, observó a dos suricatas que salían de los túneles junto con Timón, y saludaban con gusto al porcino.
Pasado un rato, ya venían caminando con dirección hacia él, aunque, por idea de Timón, cubrían sus ojos con sus diminutas manos.
Antes de decir una sola palabra, Timón le indicó al león, por medio de señas y expresiones faciales inentendibles, que se levantara.
—Mamá, Tío Max, con ustedes, nuestro querido amigo Simba.
Al descubrir sus ojos, las dos suricatas quedaron impresionadas por lo grande y feroz que se veía. La mamá de Timón lo saludó amablemente, en cambio, el tío Max dio un grito de pánico.
—¡Timón, ¿estás loco?! Seremos su próxima merienda, te lo aseguro.
La madre de Timón se dio a la tarea de tranquilizarlo, y gracias a ello no pasó mucho para que lo trataran como a un viejo conocido y gran amigo. Simba disfrutó del momento que pasaron hasta que llegó la noche, disponiéndose a dormir a lado de una roca y debajo de un pequeño árbol de hojas diminutas.
Desde allí se lograba apreciar vagamente una pequeña parte de la Roca del Rey, y se mantuvo allí, observándola con ojos melancólicos.
Por cada segundo transcurrido, su corazón anhelaba acercarse, pero luego un fuerte temor lo invadía. "No puedo hacerlo, qué pensarán de mí. Desde hace mucho tiempo que dejé de pertenecer allí. Ni siquiera me han de recordar mis amigos, de seguro ni Nala. Mi madre me ha de despreciar tanto que no desearía volver a verme. Pero tal vez podría acercarme sin ser visto, dar un último vistazo..."
Al día siguiente Simba continuó atormentándose con ese gran dilema: desenterrar los recuerdos u ocultarlos mejor que nunca. Luego de tanto pensar y sin previo aviso, al oscurecer, se encaminó hacia las Tierras del Reino.
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El Rey León: Una Historia Alterna
FanfictionComo su nombre lo dice, es simplemente un "qué pasaría si Mufasa no hubiese muerto en la estampida". No diré más acerca de la historia, es muy sencilla y podría considerarla de tono "melancólico". Sólo la escribí para sacar de mi mente esta idea que...