Aflicciones

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Luego de que el forastero cayera por el borde de la cascada y aún no hubiera razón de él, los leones se dirigieron a buscar en distintos puntos, hasta que uno de ellos lo localizó inmóvil.

Arrastrando su cuerpo hasta la orilla, Rafiki se apresuró en revisar su estado, aunque al instante Simba comenzó a toser incontrolablemente, expulsando toda el agua que había tragado, sin embargo, aún lucía en muy mal estado ya que mantenía los ojos cerrados y su respiración se había vuelto lenta.

—Parece que se golpeó la cabeza —dijo Rafiki, mirando con detalle la herida que tenía sobre la melena, cerca de su oreja rota.

Mufasa se acercó compadecido del recién lesionado.

—Tranquilo, te ayudaremos, te pondrás bien. —Después, agregó— Has sido muy valiente. En verdad te lo agradezco, me has salvado la vida.

Al concluir, Simba hizo un enorme esfuerzo por abrir los ojos para mirar a Mufasa y decirle con total arrepentimiento e incluso tristeza:

—Papá, perdóname.

Al escuchar tales palabras susurradas a su oído y apenas entendibles, Mufasa quedó sin habla, no tenía ni la más mínima idea de lo que se vendría, ni tampoco imaginaba quién era realmente el forastero.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —dijo pensando incluso que era producto del golpe, y que comenzaba a alucinar.

—Perdóname por todo lo que te hice pasar ese día en la estampida. Creí que habías muerto. Nunca quise que te sucediera algo malo, aunque me llenó de felicidad el verte de nuevo. Lo siento tanto, papá.

Mufasa quedó paralizado ante la confesión del 'misterioso león'; le parecía algo completamente increíble, o mejor dicho no-creíble.

—Simba —finalmente se atrevió a decir—, eres tú.

El hijo pródigo sonrió al volver a escuchar su nombre pronunciado por el ser que más amaba, pero aun así volvió a apretar con fuerza sus ojos tristes, adolorido por el golpe.

—No hijo, no hagas eso —pronunciaba con nerviosismo y preocupación—, te recuperarás, haré todo lo posible para que te sientas mejor, te lo prometo, Simba. —Al concluir, el rey quebró en llanto.

Todos los observaban asombrados. Los leones que habían ido a la ayuda eran los viejos amigos de Simba. Sarabi estaba sin habla, simplemente no podía creer lo que escuchaba ya que eso significaba que todo ese tiempo su hijo había estado con vida, y ahora lo tenía frente a sus ojos. Rafiki se mostró incrédulo al darse cuenta que los últimos días estuvo hablando con Simba, sin siquiera sospecharlo. Zazú lo pudo recordar con facilidad a causa de su peculiar forma de pedir ayuda. Pero Hakim estaba confundido, no comprendía del todo lo que sucedía.

Mufasa se preparaba para cargarlo en su espalda, pero rápidamente Tojo, Malka y Chumvi se interpusieron.

—Nosotros lo llevaremos, Mufasa —comentó Chumvi.

Así, todos los leones se dirigieron nuevamente hacia la Roca del Rey, mientras que Zazú acompañaba a Rafiki hacia su árbol en busca de plantas que pudieran ayudar al recién llegado. Durante el camino, Mufasa y Sarabi estuvieron pendientes de Simba, quien estaba casi inconsciente, mientras que Hakim, un tanto apartado de ellos, seguía tratando de asimilar la situación.

Al llegar, dejaron a Simba en un lugar cómodo dentro de una pequeña cueva, y minutos después, también aparecieron el simio y el ave.

Rafiki llevó a cabo una mezcla viscosa, combinando agua del manantial con hojas de distintas tonalidades, texturas y formas. Unas eran más anchas y gruesas, y a otras más se les marcaban las venas. Las colocó junto con el agua sobre la cáscara de un inusual fruto, parecido a un coco, y allí comenzó a moler todo en conjunto con ayuda de una piedra. Luego de eso, lo untó con delicadeza sobre la cabeza del león que dormía profundamente.

—¿Es muy grave? —preguntó Mufasa, acercándose al curandero.

—Si te soy sincero, no se ve nada bien, pero no creo que corra peligro.

—¿Hay algo que pueda hacer? —volvió a hablar el rey angustiado.

—Ve a descansar con Sarabi, esperaremos a que Simba despierte hasta mañana, tuvo un gran día y créeme que no ha dormido nada bien los últimos días.

—¿Por qué lo dices?

Rafiki le explicó lo que había pasado en el último par de días junto al que había apodado como 'el solitario león', recalcando que nunca se imaginó que en realidad se tratara de él.

—Es como un sueño —comenzó a explicar Mufasa—. Muchas veces llegué a pensar en que él regresaría al igual que yo lo hice. Y ahora, después de tanto tiempo —sus ojos se volvían a llenar de lágrimas mientras lo veía dormir—, está aquí frente a mí, dispuesto a salvar a su padre... tan crecido, tan distinto, en apariencia casi irreconocible.

Zazú, que también estaba presente escuchando todo con sentimiento, interrumpió amablemente:

—Yo puedo quedarme aquí hasta el amanecer, es cierto, debe descansar, Mufasa. Si sucede cualquier cosa yo personalmente lo despertaré.

Mufasa se mostró dudoso, no quería apartarse de Simba, pero aunque no lo quisiera aceptar, sabía que apenas cerraría los ojos se quedaría dormido, realmente había sido un gran día.

Ya iba de salida, cuando vio que Sarabi se aproximaba, por lo que volvió a entrar a la cueva junto con ella.

A diferencia de Mufasa, la reina se mostró muy fuerte ante la situación, no obstante, dentro de ella sentía una felicidad tremendamente inmensa por volver a ver a su hijo, a su vez que un terrible dolor de madre al verlo en ese estado tan delicado, sin embargo, no dudaba en que se recuperaría muy pronto.

Mufasa le explicó que el ave azul lo cuidaría, pero Sarabi se negó rotundamente, y prefirió cuidarlo por su cuenta. Zazú podría quedarse a acompañarla, pero no permitiría a su esposo.

Así pues, Mufasa se dirigió a la cueva principal, y apenas se recostó, se quedó dormido, mientras que Sarabi, igualmente recostada sobre una roca de agradable sensación, permanecía con los ojos bien abiertos, observando con melancolía a su hijo.

—Míralo —decía la leona—, tan indefenso y con sus ojos llenos de angustia, incluso cerrados lo puedo notar. No puedo creer todo el tiempo que duró tan solo. No entiendo por qué decidió escapar. ¿Qué acaso no confiaba en mí, en su madre?

Zazú se limitó a escuchar a la reina ya que no tenía ningún comentario en mente que fuera de gran ayuda, por lo que luego de esa última frase por parte de Sarabi, la cueva quedó bajo un pacífico silencio, y así permaneció durante el resto de la noche.

Mientras tanto, fuera de la cueva los machos adultos discutían lo sucedido, aún sorprendidos del regreso de su viejo amigo.

—¿Creen que sea Simba? Me refiero, ¿de verdad el mismo que conocimos de niños? —decía Chumvi incrédulo.

—No luce para nada parecido —compartió Malka su opinión.

—Por supuesto que es él —comenzó a explicar Tojo—, es claro que todos cambiamos. Si no lo fuera, ¿cómo sabría lo de la estampida? ¿Por qué se arriesgaría tanto por alguien? Si no tuviera parentesco con Mufasa, no se hubiera lanzado a ese río, por más bueno que sea.

En ese momento, una bella leona de pelaje claro salió de la cueva en la cual minutos atrás había estado durmiendo.

—Nala, ¿ya te enteraste? —preguntó Malka con cautela ya que no quería tomarla por sorpresa, pero ella ya lo sabía.

—Mi madre me acaba de contar recién —dijo con un tono neutral, como si lo que le estuviera pasando no fuera real. —¿Cómo lo vieron? ¿Está bien?

—No lo reconocerías —volvió a hablar Malka, para luego ser interrumpido por Tojo.

—Dijo Rafiki que se pondrá bien, aunque por ahora permanece dormido.

Mientras que todos ellos conversaban en voz baja fuera de las cuevas, Hakim observaba todo el panorama de lo ocurrido, digiriendo la llegada de su hermano mayor, aunque a la vez sintiendo una tenue pesadez dentro de él. En lo más que pensaba era en qué hubiese pasado si el león con el que peleaba no hubiera hecho nada al respecto al ver a su padre caer, o se cuestionaba si él hubiese actuado de la misma forma, y eso lo hacía sentir de una forma terrible.

......

El Rey León: Una Historia AlternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora