La Piedra Rocosa

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A la mañana siguiente volvieron a despertar con una gran actitud, sin embargo, no les duró todo el día ya que tuvieron que cruzar por un desierto lleno de arena y corrientes de aire calientes.

-Timón, ¿estás seguro que este es el camino correcto? -preguntó Simba, quien ya se sentía abrumado en todos los sentidos.

-Por supuesto que sí, estoy más seguro que nunca -respondió con seguridad la suricata.

-Sí, después de aquí veremos la piedra en forma de roca -mencionaba Pumba hasta que fue interrumpido por el león confundido de lo que escuchaba.

-¿Una qué?

-Una piedra en forma de roca -volvió a repetir Pumba.

-¿Cómo puede ser que una piedra tenga la forma de una roca? ¿Qué no sería lo mismo? Además, ¿cómo sabrían si es la misma?

-No te preocupes, Simba, esa piedra en forma de roca no se va a mover de su lugar, es demasiado grande.

-Ah, ¿sí? -Para ese punto, Simba se sentía un poco nervioso, temiendo que pudiera ser la Roca del Rey, sin embargo, otro lado de él lo veía imposible ya que ya habían recorrido un largo camino, y no le resultaban familiares las tierras por las que habían cruzado. Aun así, intentó indagar más.

-¿Qué forma tiene?

-Es redonda -contestó Timón muy seguro de sí.

-No es verdad, yo la recuerdo picuda -habló Pumba.

Ambos comenzaron a discutir por aquella extraña piedra en forma de roca, hasta que Pumba empezó a dudar de sí.

-Tienes razón Timón, tal vez soy yo el que ya no la recuerda muy bien.

Ante estos comentarios, Simba se relajó un poco más, no obstante, seguía con el pesar del destellante sol y la arena que cada vez se volvía más pesada en sus patas.

Ahora Pumba era quien dirigía la caminata, volviéndola aún más tediosa, subiendo y bajando pequeñas colinas, hasta que tocó el turno de una de mayor altitud y con una pendiente muy inclinada.

Simba caminaba agotado, sediento y con la mirada hacia abajo, evitando los rayos del sol aun cuando, a esa hora del día, ya no eran tan fuertes.

Cuando llegaron a la cima, Pumba gritó animado.

-¡Mira, Timón! ¡La piedra en forma de roca!

-Vaya, mi porcino amigo, ¡sí que tienes buen ojo! -expresó la suricata- ¿Ves? Te dije que era puntiaguda.

-Ah... -Pumba quedó confundido al escuchar a Timón, ya que horas atrás él había dicho lo contrario.

Simba subió la mirada indiferente, para por fin mirar la tan esperada piedra en forma de roca.

Aunque aún estaban lo suficientemente lejos, la imagen era clara. Una terrible inquietud comenzó a invadir lentamente a Simba, quedando sin habla y, más que con una expresión de asombro, lucía de preocupación. Sus ojos miraban una vez más la majestuosidad de la Roca del Rey.

-¿Todo bien, compañero? -preguntó Timón sin entender el rostro de su amigo.

-Sí, claro...

-¿Acaso ya la habías visto antes? -Pumba también parecía intrigado ante tal expresión.

-No... es que la imaginaba distinta, eso es todo -Luego continuó tratando de aligerar aquella conversación-. Es muy grande, ¿no lo creen?

-Sí, y demasiado burda en mi opinión -continuó hablando Timón-. Cómo sea, ya casi llegamos, sólo cruzamos por todas esas praderas que rodean la gran roca y llegamos.

El Rey León: Una Historia AlternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora