Sarabi había permanecido la mayor parte de la noche despierta, al igual que Zazú, por lo que apenas iluminaron los primeros rayos de sol a la Roca del Rey, decidió ir a refrescarse un poco para permanecer un rato más con su hijo.
Zazú estaba quieto, descansando sobre una pequeña roca con forma de cuna, mirando fijamente al recién llegado, no obstante, su calma no duró mucho tiempo.
Simba comenzaba a despertar, moviendo ligeramente su cabeza adolorida de un lado a otro hasta que finalmente abrió lentamente los ojos, encontrándose de frente al ave azul.
—Zazú —murmuró.
Éste se apresuró a preguntar por el cómo se sentía, respondiendo el león que su cabeza, como era de esperarse, dolía bastante. Luego de eso, se enderezó un poco y tratando de entrar en compostura, le preguntó tímido al ave:
—¿Cómo está mi padre?
—No hay nada por qué preocuparse, él está bien —respondió Zazú con serenidad—. Me alegra mucho volverte a ver, Simba.
Al escuchar dicho comentario no pudo evitar regalarle una sonrisa, pero pasados un par de segundos su rostro volvió a lucir preocupado.
—¿Dónde están ellos?
Zazú le explicó que su madre lo había cuidado toda la noche, pero hace unos instantes había ido al manantial, no faltaba mucho para que estuviera de vuelta.
—No podré verlos a los ojos, ni siquiera entiendo... ¿por qué me trajeron hasta acá? ¿En dónde estamos? ¿en la Roca del Rey?
—Pero, ¿por qué lo dices? —preguntaba Zazú confundido.
—Tú lo sabes mejor que nadie. Por cierto, ¿cómo fue que mi padre sobrevivió?
Zazú no sabía por dónde empezar, entendía que tal vez él pensaba que había provocado todo, pero tampoco sabía si él era el indicado para contarle todo acerca de Scar. Por suerte del ave, Mufasa y Sarabi aparecieron en la entrada de la cueva, cubriendo todo el sol que entraba por aquella abertura. Al verlos, Simba se apresuró en ponerse de pie aunque aun tambaleando y temeroso por lo que podría pasar hablando con sus padres.
Cuando los reyes entraron, seguidos de su hijo menor quien se quedó en la entrada y Rafiki esperando fuera de la cueva, Simba retrocedió unos pasos, ocultándose entre las sombras.
Como Sarabi lo había indicado, Mufasa fue el primero en acercársele, sin mencionar ni una sola palabra.
Al estar nuevamente ante la presencia de su padre, su corazón latía cada vez más deprisa, sus ojos se llenaban de tristeza, su respiración se aceleraba y nuevamente volvía a sentir una enorme culpabilidad. No fue sino hasta que Mufasa tomó la decisión, jaló a su hijo hacía él y lo abrazó fuertemente.
Simba, al sentir a su padre, no pudo evitar desahogar todo el dolor que albergaba en su alma de niño, aun cuando ya era todo un adulto.
—Lo siento tanto —repetía mientras continuaba sollozando, hasta que Mufasa lo apartó unos centímetros de él y le pidió que lo mirara a los ojos, ya que seguía evitándole la mirada.
—Mírame, estoy bien, sigo aquí, aún no he muerto —dijo con un tono dominante, para después suavizar su voz y continuar—. Simba, nada de lo que ocurrió ese día en el desfiladero fue tu culpa, absolutamente nada. Al contrario de lo que piensas, soy yo quien te pide disculpas.
Simba lo interrumpió frenéticamente.
—No tienes porqué disculparte, tú no hiciste nada malo.
—No te tenía protegido y no logré evitar que sufrieras por las ideas de Scar. Todos creímos que habías muerto.
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El Rey León: Una Historia Alterna
FanfictionComo su nombre lo dice, es simplemente un "qué pasaría si Mufasa no hubiese muerto en la estampida". No diré más acerca de la historia, es muy sencilla y podría considerarla de tono "melancólico". Sólo la escribí para sacar de mi mente esta idea que...