El Solitario León

64 5 0
                                    

Luego de dormir una vez más durante todo el día, en la noche Simba volvió a dirigirse hacia las Tierras del Reino, deseando poder ver una vez más a ese león de la noche anterior.

Siendo sumamente precavido y ocultándose entre hierbas y arbustos, llegó hasta la Roca del Rey. Allí se mantuvo oculto, esperando que alguien saliera de la cueva, o por lo menos escuchar alguna voz familiar o una conversación que le diera información, pero fue en vano, todo estuvo en completa tranquilidad. No fue sino hasta que comenzó a escuchar ruidos en la cima de un árbol cercano que decidió alejarse ya que, aunque podía tratarse de cualquier animal, prefirió evitar algún problema.

A la noche siguiente, volvió a retomar su plan ya que no podía pasar más tiempo sin ver una vez más al león y conocer su identidad. Una vez estando cerca de la Roca del Rey, oculto por entre unos arbustos que habían crecido alrededor de árboles frondosos, volvió a escuchar un brusco movimiento en las hojas de éstos.

Simba se puso en alerta para un posible ataque, hasta que de entre las pequeñas hojas, apareció un viejo babuino.

—¡Vaya, qué sorpresa! —externó Rafiki, quien había estado espiándolo desde la noche anterior— No eres de por aquí, ¿o sí?

En realidad Rafiki ya había escuchado algo sobre ese león gracias a Mufasa, que le había contado lo ocurrido con anterioridad. Así que, por mera curiosidad, quería averiguar más sobre él, y al analizarlo la noche anterior, decidió acercársele.

—No —Simba trató de ocultarse un poco más entre los arbustos—. ¿Por qué la pregunta? ¿Conoces a los leones de aquí? ¿Les dirás que me has encontrado? —dijo de mala manera.

—Oh, no, por supuesto que no. No hablo con ellos, pero sí los escuché mencionar a un león que venía de fuera, supongo que eres tú —de esa manera trataría de ganarse su confianza.

—Entonces no hablas con los leones de tu territorio pero sí conmigo. ¿No te das cuenta que podría comerte?

—Si lo quisieras ya lo hubieses hecho.

—Déjame en paz. —Dicho esto, Simba comenzó a alejarse molesto, pero Rafiki comenzó a seguirlo saltando de un árbol a otro.

—¿Vienes solo? Escuché que te habían encontrado con un jabalí y un tejón melero, dijiste que eran tus amigos.

—Es una suricata, y sí, son mis amigos.

—¿Dónde están ahora?

Simba se detuvo en seco.

—¿Serías tan amable de dejar de hablar tan fuerte? Podrían escucharnos. Además, no necesito a alguien con quien charlar, estoy bien así.

—Claro, tienes a tus amigos —dijo Rafiki sarcásticamente.

—Por si tienes la duda, ellos están bien, no me los he comido ni tampoco pienso hacerlo, sólo que en este mismo instante ellos están durmiendo fuera de estas tierras.

—Entonces vives con ellos. Es algo que jamás había visto.

—Lo sé. Lo curioso es que yo tampoco lo había pensado antes hasta que comenzamos el viaje —Al concluir la frase, Simba se dio cuenta que comenzaba a hablar de más.

—¿Viaje? Eso quiere decir que no son de por aquí.

—No, venimos desde muy lejos por unos cuantos días. En realidad somos de una selva.

—No sabía que los leones también habitan en selvas.

—Soy el único allí.

—¿No estás con alguien más de tu especie?

El Rey León: Una Historia AlternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora