Único ante sus ojos

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Los suaves rayos del sol golpeaban directamente a su cara, dándole una ligera sensación de calidez. Mientras caminaba podía ver con más detalle a la escuela donde se dirigía, pues era la hora de salida y ansiaba con toda su alma poder ver a aquel castaño que lo alegraba siempre.

Sus manos picaban y en su corazón una creciente alegría se acentuaba, reflejándose en una gran sonrisa que se pintaba en sus labios. Al acercarse un poco más lo pudo ver salir, haciendo que instintivamente su corazón se acelerará.

Y es que desde hace tiempo eso era lo que le pasaba, pues verlo, escucharlo, tocarlo o simplemente pensar en él hacía que su corazón latiera con tanta fuerza que parecía tener el deseo de salirse de su cuerpo y entregarse completamente a Dan.

Por ende se mostraba muy interesado en él, pues sabía cada cosa aún si era la más íntima e insignificante. Sabía que Dan no era muy social, pues únicamente lo tenía a él y a otro chico como amigos. También sabía que adoraba las fresas, que le gustaba leer libros de romance, que las margaritas eran sus flores favoritas, que vivía únicamente con su abuela, que en ocasiones jugaba voleibol en su colonia, sabía sus horarios de clases, quienes eran su compañeros y maestros, sabía a quienes despreciaba, sabía cada uno de sus gustos, sabía sobre cada inseguridad y trauma que contenía el castaño. Y siempre lo observaba la mayor parte del tiempo, ya sea que Dan estuviera consciente invitándolo a lugares para pasar el rato, o simplemente era porque él lo seguía a todas partes.

Pero para él eso era lo mínimo que podía hacer al estar interesado en Dan.

Volviendo al presente, sin querer perder más tiempo se dispuso a acercarse a donde estaba él, no obstante la presencia de alguien lo detuvo completamente.

Mejillas sonrojadas, frente sudada, pasos torpes, manos cerradas en puño donde una de ellas se aferraba a un ramo de margaritas. Toda esa escena dirigiéndose hasta donde estaba Dan. Su Dan.

Se quedó hecho piedra al ver cómo aquel sujeto cabeza de ketchup le entregaba aquel ramo de margaritas a su amado, arrebatandole una sonrisa.

¿¡Quién carajos era él!? ¿¡Cómo se atrevía a siquiera mirar a su Dan!?

Las palabras fluían de parte de ambos, pero él no era capaz de escuchar nada por la distancia, cosa que le obligó a simplemente observar la escena. Sonrisas tontas de parte de ambos, sonrojos de parte del más alto, ver cómo su querido Dan aceptaba el ramo y lo veía con cariño, ver cómo ambos se miraban con devoción.

'¿¡Por qué!? ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué!?' gritaba su mente, nublandole el pensamiento.

Su sangre hervía, y el instinto primitivo de abalanzarse contra aquel sujeto y desfigurarle la cara a golpes le invadía tan fuertemente que estaba dispuesto a ceder sino fuera por su cuerpo, quién parecía incapaz de moverse.

'¿Quién carajos se cree? ¿Por qué ve a Dan de esa manera? ¿¡Por qué Dan lo ve de la misma forma!?' gritaba aquella voz dentro suyo.

Camino a paso lento, apretando los puños tan fuerte que sentía sus uñas clavarse en la palma de su mano. Su mirada era oscura y frívola, atemorizando a quien sea que lo observará.

'¡Mátalo! ¡Mátalo! ¡MÁTALO!' Gritaba esa voz.

— ¡Jaekyung!— la voz de Dan lo saco de sus pensamientos, haciendo que notará que estaban frente a frente.

— ¿Sí?— pregunto con amabilidad mientras que discretamente buscaba a aquel chico de cabelleras rojas.

— ¿Nos vamos?

— Claro.— respondió empezando a caminar junto a Dan.— Oye te tengo una pregunta.

— ¿Que pasa?

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