Capítulo 1:

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Capítulo 1: El detonante.

-¡Diaz!- me llamó la secretaria del internado cuando estaba por entrar al aula. 

¿Qué pasó?- giré para verla. 

-Te llegó una carta de casa. Pedile permiso a la profe y vení a abrirla. 

Una carta de mi familia es algo que no puedo ignorar. Mamá cuida a niños sin hogar y a veces atiende en un local de ropa, papá es un boxeador borracho retirado y los abuelos...A ellos no los veo desde que papá los defraudó, antes de que yo naciera. Mi hermana está en el pueblo, todavía no salen del secundario.

Los veo solo una vez al mes, cuando vienen al colegio. 

Agarré la carta y, mientras volvía a mi aula, la leí. 

Junto a esta carta, habían unos billetes arrugados y sucios, pero valiosos para mí

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Junto a esta carta, habían unos billetes arrugados y sucios, pero valiosos para mí. 

¡Entrá al aula ahora que va a llover!- me gritó la profesora de carpintería al ver que estaba contando la plata abajo de las oscuras nubes.

-Sí, perdón. Me mandaron veinte pesos hoy, mamá debe haber encontrado un nuevo trabajo- dije emocionado guardando mi plata en la billetera y sentándome en mi lugar.

-¿Veinte pesos nomás? Já, decime que sos pobre sin decirme que sos pobre- bromeó Antonio riendo con sus amigos mientras la sonrisa de mi rostro se borraba de a poco. 

-No le podemos sacar ni el shamppoo porque no tiene para pagarlo- le siguió Julián. 

-Que bueno Javi, pero concentrémonos en la clase ahora- interrumpió la profesora tratando de hacerme sentir mejor. 

 Abajo de mi escritorio estaba mi carpeta, la saqué y la abrí para copiar lo que ya estaba en el pizarrón. 

Fecha: 13/07/90.

Clase: Carpintería.

Algo no se sentía igual en mi carpeta, se sentía...Rota. La cerré y la giré. 

Efectivamente, le faltaba la parte de atrás y, revisando la parte de adelante, noté que estaba toda dibujada con marcadores negros de distintos tonos. Esos grafitis que jamás creí que iba a ver dibujados por mí, estaban allí. 

Unas risas se oyeron al fondo cuando la vi y me volteé. Todo el grupo del fondo (Antonio, Alan, Julián, Benicio, Benjamín y Enzo) estaban mirándome y, con carcajadas incluidas, me hacían señales obscenas. 

La tormenta ya había comenzado, los caminos de tierra que unían las aulas estaban hechos barro y el ruido golpeaba en las chapas del techo de manera increíble. 

[...]

La clase terminó y seguía el curso de taller mecánico. Yo debía llevar unas pinzas y unos cables antes de que llegaran los demás. Quería ser el primero, el principal. Corrí al deposito y, estando allí, escuchaba las voces de los demás chicos afuera. Se despedían luego de haber hablado sobre lo que me hicieron. Y, sin saber que yo estaba allí cerca, develaron el nombre del culpable de haberle hecho eso a mi carpeta: Enzo.

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