Capítulo 8:

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Capítulo 8: Anti-bombas.

<Domingo 00:05>

-¿Crees que podamos volver a nuestra pieza?- le pregunté a mi amigo, con quien estábamos sentados en la cama de Benicio mientras él y Antonio fumaban junto a la ventana. 

-No lo creo, mirá si nos lo encontramos en el pasillo. La clave es ir cuando menos nos puedan ver. 

-¿Qué cosa?- se metió Beni, acercándose a nosotros.

-Ir a nuestra pieza, así los dejamos tranquilos.

-No se van a ir a ningún lado, quédense acá. Creo que es la mejor manera de protegernos.

-O de encontrarnos- agregué-. Estamos todos juntos. 

Afirmó con la cabeza y se fue al baño. 

Mi amigo se acostó para descansar mientras yo me paraba y me acercaba a Antonio. Me ofreció un cigarro pero lo rechacé, no me quiero dañar a tan temprana edad. 

*pii, pii, pii* *piiiii, piiiii, piiiii* *pii, pii, pii*

Comenzó a sonar una alarma insoportablemente aguda. No era de afuera, era de adentro de la pieza. Nos tapamos los oídos con ambas manos pero el ruido era tan fuerte que nos llegaba hasta el alma. Héctor se despertó y Benicio salió del baño. 

-¿¡Qué es eso!?- pregunté entre gritos. 

-¡No sé!- contestaron ambos dueños del cuarto. 

Al identificar que este ruido provenía del placar, lo abrimos. 

-¿Mi ropa?- dijo Antonio.

-¿Mi colección de revistas?- continuó Benicio. 

No había nada, solo un hueco en la pared. Arriba de este, había un cartel con una sola indicación: 

 Arriba de este, había un cartel con una sola indicación: 

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Al arrancarla, vimos lo que provocaba este ruido extraño. Era una alarma con forma de pato de goma amarillo. Lo sacamos de ahí con una fuerza violenta y, Benicio lo deshizo en sus manos de rugbier. Era tan dura esta alarma que luego de que la rompiera y siguiera sonando, la tiró contra la pared y, antes de que se caiga, le pegó la piña de su vida. Con esta, además, le hizo un agujero a la pared, por donde se veía al pasillo. Los restos de la pared cayeron al piso.

-¿Lo limpiamos?- propuso Héctor.

-No, no ahora.

Entramos al hueco que dentro del placar había y comenzamos a gatear hasta el otro lado, donde yacía una habitación destrozada y a oscuras. Había una persona de pie, con pantalones negros sucios y una campera de color azul. Tenía una máscara del fantasma de Cazafantasmas y llevaba en su mano una bolsa de consorcio. 

A su lado, estaba Lorena atada a una silla de madera. Tenía las manos y los pies atados con una cuerda y la boca tapada con una cinta negra. Aunque no gritara, sus ojos lo decían todo. Estaba mal, estaba sufriendo pero, ¿qué podíamos hacer? 

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