Capítulo 9:

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Capítulo 9: Carrusel.

<Domingo 01:15>

-¿Ya podremos salir?- preguntó Héctor mirando por una pequeña ventana hasta el otro colegio.

-No, aún no es seguro- le contestó Lore, cerrándole la cortina en la cara.

-Pero, llevamos casi una hora acá. 

-Sí, pero no sabemos que les estarán diciendo...o haciendo allá. 

-Me aburro, ya me quiero ir de acá- comenzó a moquear y se tapaba la cara.

-¿Estás bien, Hecti?

-No. 

-¿Querés irte a casa?

-No sé si quiero irme. Pero sé que quiero dejar de tener miedo- se alejó él hasta una esquina y comenzó a frotar sus manos por sus temblorosos brazos. 

-¿Miedo a qué?- le contestó ella con una sonrisa amable tallada en su rostro. 

-A todo esto. Tengo un miedo enorme a dejar de ver a mi familia. Un miedo a no sé qué, que me está matando.  

-Podemos hablar si querés. Podemos pintar, escribir- suspiró echándole otro vistazo a la habitación-. Escuchar música no, se escucharía desde afuera. 

Ambos se sentaron en el piso y comenzaron a hacer bocetos. 

[...]

<Domingo 00:12>

Benicio estaba sentado en una silla junto a un ventanal más grande. Tenía una pierna sobre la otra y una frazada encima. Entre los dedos de la mano izquierda tenía un cigarrillo a medio gastar y la caja de los demás estaba apoyada en la alfombra. 

-¿Cómo sabías lo de Benja?

-¿Benja?

-Sí, me dijiste que estaba muerto unos minutos antes de que lo mataran. 

-Se murió solo. 

-¿Solo? ¿Cómo sabés eso?- seguí desconfiando. 

-¿Sos idiota o solo ciego? Tenía espuma en la boca.

-¿Y?

-Él tenía epilepsia, seguro fue un ataque luego de tanta locura. 

-¿En serio? No sabía eso de él. 

-Nadie lo sabía, solo yo y...Vos, ahora- se paró y camino hasta el baño. Yo lo seguí.

-¿Por qué no lo contaba?

-Le daba vergüenza que pensaran que la estaba pasando mal y, además, que los demás le tuvieran pena lo ponía mal. Imaginate si se hubiese enterado todo esto, que hay más de un asesino suelto y que quien está detrás es el inspector del primer piso. 

-Benicio, jurame que no sos vos.

-¿No ser qué?- se miró al espejo, recordando a su amigo y mirando su tatuaje en la muñeca que tenían en común: un punto y coma. Porque aunque su amistad pudiera terminar, siempre había un nuevo comienzo. Vi como su pálido rostro se tornó rojo y sus ojos marrones se enverdecieron. 

-Otro asesino.

-¿Por qué sería yo? Já- comenzó a reír suavemente con lagrimas en los ojos y la boca empapada de tristeza muerta. 

-¿Te sentís bien?

-No, todo el tiempo me acusan de cosas que no soy. ¿Por qué no puedo expresarme sin que duden de mí? ¿Por qué tengo que ser todo el tiempo quien guíe a los demás? 

OrquídeasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora