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Ya lo superé, pero aún conservo cada recuerdo que vivimos y todas las ilusiones que solo fueron eso. Abrazo cada una de esas experiencias que, al pensar en ellas, parecen sueños, pero no creo que el cuerpo haya aprendido a soñar, y menos de una forma tan vívida. Desearía haber cambiado algunas cosas que hice, formas en las que reaccioné e impulsos que seguí. Por eso, repito la misma película en mi cabeza con más asco y frustración cada vez, sin poder cambiar nada. Pensar en esto no quiere decir que sigas en mi corazón y, mucho menos, que quiero que vuelvas. Disculpa si suena arrogante o egocéntrico, pero ya no juegas en esta partida, y eso está bien para mí, muy bien, de hecho. Mírame ahora: soy tan feliz que a veces me cuesta reconocerme. Los problemas no se han ido, pero a menudo suelo salir a pasear con ellos para que no se aburran mientras están conmigo. Ahora siento mucho más; mis pasatiempos siguen siendo los mismos, pero ya no es como antes. Poco a poco voy saliendo de mi zona de confort. Mis lágrimas, al fin, cumplieron su condena; ya no las reprimo, ahora son libres de caer cuando lo sientan correcto. No me he privado de nada; quiero probarlo todo. Mi cuerpo se siente cómodo y feliz, mi mente está en paz y yo soy mi única prioridad. Y, aunque a veces mire atrás y recuerde con nostalgia los buenos momentos del pasado, jamás cambiaría cómo me estoy sintiendo en el presente.
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XOXO
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Reflexiones de una adolescente
PuisiPara esos momentos en los que sientes que tu vida se escapa de tus manos o que nadie puede entenderte