Capítulo 5

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Clarisse

—Buenos días.

Giré la cabeza para observar a la mujer que acababa de sentarse frente a mí. De inmediato, un lacayo le sirvió café en su taza.

—Buenos días, lady Moretti.

Hacía solo unas pocas horas que conocía a lady Victoria Moretti. Ayer, nada más bajar las escaleras que conducían al jardín, encontré a lady Emma, a lord Dominik y a lord Frederick rodeando la figura de una mujer desconocida. Lady Emma la presentó como una vieja amiga de la familia y me aseguró que pronto la adoraría por su personalidad amable y risueña, al igual que todos. Desde ese momento, las tres damas pasamos el resto del día disfrutando de la compañía de la otra y pude comprobar que la menor de la familia no afirmaba en vano; me agradaba. Además, lady Emma me comentó que lady Victoria solía pasar grandes temporadas en el palacio y sinceramente, me alegraba de tener a una dama no tan joven como la pequeña de los Scheffer con la que pasar los días en Weickert.

—Hace un día espléndido —comentó tras darle un sorbo a su café.

Rechacé con un agradecimiento la oferta de café en mi taza. Odiaba el café y no me acostumbraba a su sabor. Por mis raíces inglesas prefería el té, concretamente el té negro. Cuando llegué al palacio, el único tipo del que disponían las cocinas era el té verde, pero tras conocer mis gustos encargaron cajas de té negro.

Todo un detalle por parte del duque.

—Sí, me advirtieron de que el clima aquí no era demasiado estable, sin embargo, solo he observado un cielo despejado y un sol resplandeciente en todos estos días. Lord Dominik bromeó con que mi presencia aquí era el motivo.

Sonrió, iluminando la mesa.

Lady Moretti era excepcionalmente bella.

Era mucho más alta que las jóvenes de su edad. Tenía unos grandes ojos marrones oscuros y cabellos rubios como los rayos del sol. Toda ella me recordaba a un sol radiante; cálida y reconfortante.

—Entonces, espero que se quede aquí para siempre.

Emití una risa ligera.

—Le aseguro que haré todo lo posible para ello, lady Moretti, pero no puedo prometerle que yo realmente sea la causa del tiempo. Cuando residía en Londres lloviznaba la mayor parte del año.

—Eso es una lástima. Veo que le agrada estar al aire libre.

—Sí. Si el tiempo lo permite prefiero estar en los jardines paseando, leyendo o tomando el té, aunque a menudo se me aconseje todo lo contrario.

Lady Moretti miró hacia el lado izquierdo, comprobando que el lacayo que nos atendía se encontrara lo suficientemente lejos como para no oír nuestra conversación y se acercó a mí.

—Si le sirve de consuelo —susurró—. Considero que un ligero bronceado en la piel no luce tan mal.

Su revelación me sorprendió. Creo que era la primera y única noble que pensaba de esa forma.

—¿Lleva siendo amiga de la familia mucho tiempo? —pregunté, a pesar de que conocía la respuesta.

Sus comisuras se ensancharon tan pronto como escuchó la pregunta.

—Pues sí, los Moretti y los Scheffer mantienen lazos de amistad desde hace años y naturalmente me volví cercana a los hijos del duque. He compartido residencia de verano, navidades, cumpleaños y días enteros junto a ellos. Soy tan solo unos meses más joven que Henrik.

—Debe de ser entretenido.

—Lo es, a veces incluso demasiado y necesito retirarme a descansar y buscar un poco de paz —torció el gesto—. Aunque luego cuando se van los echo de menos.

Con todo mi corazón, Sayer (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora