Capítulo 10

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Clarisse

Esto era una mala idea.

Una muy mala idea.

Y yo era aún peor por seguir a lord Henrik como un perro detrás de una pelota sin cuestionarme nada.

Debería haberle dicho que no; inventarme alguna excusa tonta o haber rechazado su propuesta con una sonrisa amable.

No estaba bien. Se sentía incorrecto estar con lord Henrik de una forma que no implicase las situaciones formales en las que estaríamos envueltos inevitablemente, mucho más, sin carabina.

Y esta no lo era.

¿Cómo lo explicaría si alguien nos veía?

Una capa de sudor frío cubrió mi cuerpo al pensar en esa hipotética situación y en todos los posibles finales que tendría.

Ninguno resultaría beneficioso para mí y todos acababan con la cancelación de mi matrimonio.

Ya podía ver y casi escuchar la decepción de mis padres y la deshonra que eso ocasionaría en mi familia. Si eso llegaba a ocurrir, Daisy sería la única que no me repudiaría.

Mis padres me enviarían a un convento si es que no lograban encontrar otro pretendiente de buena fortuna.

Pero cuando miraba el sonriente rostro del teniente cada vez que giraba la cabeza para comprobar si le seguía, se sentía como lo más correcto que había hecho en la vida.

La mayoría del tiempo observaba su ancha espalda mientras me dejaba guiar por él hacia algún lugar desconocido para mí.

Era curioso. Cada vez que interactuaba con el duque me sentía extremadamente ansiosa, preocupada por qué decir y cómo hacerlo, pero todas esas preocupaciones se desvanecían con su hermano. Era justamente el extremo contrario, podía actuar mucho más relajada, sin temor a equivocarme.

Abrí los ojos al máximo.

¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué los comparaba?

No debía hacer eso. Él era el hermano de mi futuro esposo, solo eso. No podía permitirme el lujo de pensar más allá, al fin y al cabo, esa era la única realidad.

—¿Dónde vamos?

Siguió caminando sin ni siquiera darse la vuelta.

—No queda mucho.

Estábamos haciendo el camino de vuelta al palacio, pero cuando el edificio se abrió paso frente a nuestros ojos, cambió la dirección y lo bordeó.

No tuve tiempo de preguntar la razón de aquello. Alcanzó una de las puertas traseras que utilizaba el servicio y la abrió con facilidad para mí. Se apoyó en ella y metió su mano en el bolsillo mientras detallaba mi confusa reacción.

—¿Por qué entramos por aquí?

—Porque este acceso es más rápido.

Y secreto.

Eché un rápido vistazo hacia el interior y volví a mirarlo con la indecisión plasmada en mi rostro.

—¿Podemos hacer esto?

—Soy el dueño de estas tierras, podemos hacer lo que queramos.

—En realidad, es su hermano.

Soltó una pequeña carcajada.

—Tiene razón, pero no pasará nada.

—¿Acaso ya lo ha hecho más veces?

Asintió.

Con todo mi corazón, Sayer (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora