Clarisse
Entrada la tarde del día siguiente, me encontraba en uno de los salones del palacio picoteando algunos pasteles en compañía de lady Victoria y lady Emma. También, había té y pastas, muchas pastas, tal y como había prometido lord Dominik. Cuando las vi, no pude reprimir la sonrisa divertida que surcó mis labios, muy contraria a la sacudida de cabeza de lady Victoria.
No podía culparme, sonaba triste, pero era lo más entretenida que había estado en mis veintiún años.
—¿Qué tal fue la cita, lady Clarisse?
Mi corazón dio un vuelco al oír esas palabras. Me atraganté con la masa que tenía en la boca y casi vierto en el suelo el contenido de mi taza de té.
Las mujeres con las que compartía mesa me miraron preocupadas y lady Emma se apresuró en dejar pequeños golpes en mi espalda. Con un gesto les indiqué que estaba bien, aunque mi corazón martilleaba contra mi pecho, desbocado.
Ni siquiera me hacía falta cerrar los ojos. Recordaba cada instante de mi salida con lord Henrik.
Empezando por la decepción que sentí cuando las puertas del salón se abrieron. Esperaba ver una mata rubia de pelo rizado, sin embargo, un pelo lacio castaño oscuro ocupó su lugar.
Tenía una cita con lord William Scheffer y apareció el Scheffer equivocado.
En ese momento, entendí a qué se refería lord Frederick.
Lord William no estaba disponible o, como mencionó lord Henrik, le surgió un compromiso inesperado que no podía eludir. En otras palabras, nuestra cita era secundaria y cancelable si se comparaba con otros asuntos mucho más importantes.
Entendía la responsabilidad que conllevaba administrar un ducado, lo había vivido desde que nací, y sabía que, con frecuencia, las obligaciones implicaban renunciar a muchas cosas, cambiar planes o incluso cancelarlos. Lo comprendía y no me consideraba una persona caprichosa que se molestara si un día no podía salir a pasear o los planes no salían como deseaba, pero me decepcionó que cancelara nuestra primera cita porque era importante para mí.
Quería conocer al hombre con el que iba a compartir el resto de mi vida.
Y sí, sabía que no era el fin del mundo, que tendría otra cita y sería como si nada hubiera pasado, pero tenía la sensación de que no sería la última y única vez que ocurriría y eso me creaba una gran incertidumbre. ¿Y si no llegábamos a conocernos nunca? Entonces, estaría atada a pasar mis días con un extraño a mi lado.
Incluso parecía conocer más al resto de sus hermanos que al propio duque, incluido lord Henrik.
Mi corazón palpitó con fuerza contra mi caja torácica.
He de admitir, en la intimidad y seguridad de mi mente, que disfruté mi salida con él.
La plaza a la que habíamos ido era preciosa. Me recordaba a uno de esos lugares que describían mis libros. La admiré durante un tiempo, pero cuando posé mis ojos sobre el hombre que me acompañaba, no pude apartar mi mirada de él durante el resto de la tarde.
En mi retina perduraba su cristalina e intensa mirada azul y me temía que no iba a poder olvidarla jamás.
Tenía un aura de seductor nato, apuesto y con el peligro ardiente reflejado en sus pupilas. Un teniente con una elegancia masculina y atrayente; un carisma particular por el que cualquiera, hombre o mujer, caería rendido a sus pies.
Era una pintura alemana, embellecida con los trazos imperiales de Rusia y el sabor salado de las aguas que bañaban la isla de Gran Bretaña.
Recordaba su sonrisa, amplia y reluciente. Tenía los dientes perfectamente alineados y cuando su boca se ensanchaba mostraba toda su dentadura superior y parte de la inferior. A pesar de que apareciesen algunas arruguitas alrededor de la boca cuando lo hacía, su sonrisa le restaba años de vida y parecía más joven de lo que era. Iluminaba todo su rostro y sus ojos parecían reflejar la luz de su sonrisa.
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Con todo mi corazón, Sayer (Libro 1)
Teen FictionEl hosco e inflexible William Scheffer desea darle un heredero al ducado de Schulzenberg. Para ello debe hacer frente a una tediosa tarea: encontrar y desposar a la mujer perfecta. Afortunadamente, una joven británica, lady Clarisse, reúne todas y...