Capitulo 17 ✞︎Eʟ Aᴄᴜᴇʀᴅᴏ✞︎

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༒︎

𝐄𝐋𝐈𝐀

Me agarró del saco de su traje para no caerme; él me agarró de la cintura, manejando el beso con intensidad. Siento que estoy cayendo en lo profundo del abismo, imponente y peligroso. Intento sujetarme de él para que no me deje caer.

Termina el beso estirando y muerde mi labio inferior.

—Te quedó claro, printsessa —mis ojos van a los de él; lo miró fijo sin hablar, me da un casto de beso y se aparta para ver a mi abuelo. — Maverick, qué chico es el mundo.

—No opinó lo mismo, pero, bienvenido —estrechen sus manos como hombre que son—, ¿se puede saber qué haces aquí?

—Estoy aquí por Elia, verdad, mi amor —muerdo la lengua ante sus palabras, que gana viniendo a molestarme—. En realidad, tengo información que puede servirles.

SLAVÍK

Tome mi jet privado siguiendo a Elia. Sí soy un psicópata, pero no dejaré que nadie toque lo que es mío y Elia es mía.

Isagi se acerca a mí con dos sobres de papel. Yo mismo identificar a Elia D’Lacroix no fue tan difícil. Fue pan comido.

Los que atentaron contra Elia en el penthouse tengo al responsable. Eso también fue muy fácil. Sonrió recordando cómo hice hablar al imbécil que se atrevió a tocar a mi solcito.

Flashback.

Mis hombres me abren la puerta del sótano especial de torturas. Hací son de especial que hasta mande a hacer sótanos de torturas en cada país que me pertenece.

El hombre está colgado de manos y pies. No lleva tanta ropa, solo tiene el boxer puesto.

Me acerco despacio hasta quedarme enfrente a él. Ordené que no lo tocaran porque yo quería hacerlo con mis propias manos. Mi primer movimiento es darle un puñetazo sin medir mi fuerza; le agarro el cabello y hago que me mire; aprieto mi mandíbula con fuerza tanto que siento que va a explotar de la furia que se carga mi cuerpo.

—¿Por dónde empezamos? —dije ansioso; le abofeteó un par de veces, una, dos, tres, y el rojo en su asqueroso rostro empezó a notarse. —¿Por qué te metiste con ella? No debiste hacerlo.

Tire su cabeza con fuerza y miro mis manos con asco. Ya no me importa, ya lo toqué y va a morir en mis manos. Jason y dos más de mis escoltas están aún costado, pero lejos de mí, en un movimiento de mi cabeza, Jason entiende de inmediato. Por lo que trae un bate de béisbol y me tiende. Esto es una porquería, pero quiero hacerlo sufrir y me ruego por su vida.

Arrastrando el bate por el piso, me acerco a pasos lentos de nuevo. Levantó el bate en el aire.

Empieza a gritar con el segundo golpe. No mido mi fuerza al golpear su estómago, su abdomen, sus costillas y sus piernas. Los músculos en mis brazos se tensan con fuerza. Veo el rojo vivo recorriendo su cuerpo. Tiró el bate lejos, me pasó mi mano por el cabello. Hay una mesa con los materiales que utilizo siempre. Agarró uno que no lo matará de inmediato, no si yo no quiero.

—Atacaste sin saber las consecuencias —hable hastiado, paso mis dedos por la sierra—. Cavaste tu propia tumba.

Enciendo la sierra. La comisura de mis labios se curvan en una sonrisa macabra, él tiembla mientras me ve y empieza a llorar negando con la cabeza sin poder hablar.

Levanto la sierra, suspendo la máquina sobre su brazo.

—¿Con cuál la tocaste? —me hago el desentendido, sus ojos se abren como platos con miedo, mi garganta estalla en una carcajada divirtiéndome. — ¡Ah! Ya recordé, fue con la derecha.

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐚 𝐁𝐞𝐧𝐝𝐢𝐭𝐚 © ✔︎ [en CORRECCIONES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora