Marta llegó a casa de Fina por segunda vez en la semana, con el suave sol de la tarde iluminando el vecindario.
Sostenía un ramo de flores en la mano, como ofrenda de disculpa o cortesía por su inesperada visita y, seamos sinceros, también le parecía algo bastante romántico.Mientras se acercaba a la puerta, un ligero nerviosismo la inundó, recordando la última vez que había visto a su amiga. Aquella mañana en la que, repentinamente y sin dar explicaciones, se marchó de su casa para desaparecer por casi una semana entera.
Algo le decía a Marta que quizás había sido su culpa, por hacer algo que le molestara, pero intentó desechar esa idea.Al tocar el timbre, escuchó el sonido de pasos acercándose y la puerta abrirse lentamente. Fina se hizo ver en el umbral, con una expresión de cansancio y seriedad que contrastaba con su calidez habitual.
-Hola, Fina.- saludó la mayor, con una sonrisa. -Hacía días que no nos veíamos y me preocupaba un poco por ti.
-No te preocupes, estoy bien.- respondió seca, sin cambiar su expresión. -¿Quieres pasar?
Marta aceptó y, al entrar, no pudo evitar que un ambiente incómodo la rodeara poco a poco.
Primero lo ignoró y extendió el ramo de flores a la castaña, quien lo cogió con una pequeña sonrisa que a penas hacía brillar sus ojos.-Gracias por el detalle.- agradeció. -Ven, estoy preparando café.
La rubia se acomodó en el sofá mientras la otra mujer iba trayendo de la cocina las cosas que necesitarían para tomar un café. Al mismo tiempo, ella buscaba cualquier forma de empezar una conversación.
-Después de lo del domingo me quedé algo preocupada, así que me alegro de ver que estás bien. Aunque pareces algo desanimada...
Desde la cocina, Fina respondió con un tono que definía a la perfección su estado de ánimo:
-No es nada.
Cuando la menor volvió al salón, brindaron con sus bebidas, mientras Marta luchaba por sacar la conversación a delante, a pesar del poco empeño que Fina ponía de su parte.
-Si quieres, puedo leerte alguno de mis últimos poemas.- sugirió, alegre.
-No, no hace falta.
La contestación tan agria de su amiga la sorprendió y la hirió a partes iguales, lo que le llevó a abordar el tema sin rodeos.
-¿Qué te pasa, Fina? ¿Porqué no me quieres contar tus problemas? ¿No confías en mí? Por que si es eso, quiero decirte que será un secreto si así lo quieres, y te apoyaré, y...
Fina evitó el contacto visual mientras la mayor hablaba y buscó formas de desviar la conversación y cambiar de tema.
-Claro que confío en ti, pero hay cosas que no le puedes decir ni a tu mejor amiga, ¿Entiendes?
-No, no lo entiendo.- refunfuñó, perdiendo la calma. -No tienes porque enfrentarte a lo que sea que estés pasando sola.
Fina resopló y con una expresión dura, miró a Marta a los ojos mientras se acercaba un paso más a ella. La rubia hizo lo mismo, dejando sus cuerpos a puros centímetros.
-Deja el tema ya.
-Lo siento, yo solo intento ser amable y que tengas apoyo. No entiendo porque eres tan cerrada, sobretodo conmigo.
-Creo que deberías irte.- dijo con un tono de voz duro.
La rubia suspiró, sabiendo que eso no llegaría a ninguna parte y, cegada por la rabia que sentía al saber que Fina no confiaba en ella, se marchó sin más.
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LA MUJER DE LA FALDA DE GIRASOLES.
FanfictionMarta, una poeta solitaria, frustrada por culpa de un bloqueo creativo, decide ir a un jardín en el que nunca había estado para "cambiar de aires". Allí se encuentra con la que será su nueva musa, la dueña de su inspiración, una mujer con una falda...