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Fina se despertó con una sensación de calidez que la envolvía por completo. Al abrir los ojos, el primer pensamiento que le vino a la mente fue el de una suave presión sobre su pecho y el leve susurro de una respiración contra su cuello.
Confusa y somnolienta, giró un poco la cabeza solo para encontrarse Marta, la mujer que le hacía sentir tantas cosas.

Su corazón dió un brinco y un torbellino de emociones cruzó su pecho. La sorpresa inicial no tardó en convertirse en una oleada de alegría.
Su amiga, si aún la podía seguir considerándola así, la abrazaba fuertemente, con tranquilidad reflejada en su rostro.

Su mente no pudo evitar correr hacia atrás y recordar cada uno de los momentos que había pasado junto a ella. Desde que la vió ese día en el jardín, escribiendo sobre su falda de girasoles; hasta la noche anterior, que entre copas y copas, el día terminó con ellas en la misma cama.

No pudo evitar sonreir, a pesar del nerviosismo que hacía a su cuerpo temblar. Era como un sueño.

Decidió volver a cerrar los ojos y disfrutar así, con más intensidad, del mejor abrazo que nunca había recibido.

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El sonido de una llamada entrante y la sensación del cuerpo de Fina tensarse, hizo que Marta abriera los ojos.

La menor se incorporó casi instantáneamente después de observar el número que aparecía en la pantalla de aparato, deshaciendo el abrazo que la unía a la otra mujer, quien también se incorporó con algo de cansancio, extrañada por el movimiento tan brusco y torpe de su amiga.

-¿Qué pasa?- preguntó, con una voz adormilada.

-Nada.- contestó casi al instante, evitando el contacto visual mientras ataba sus zapatillas. -Es algo urgente, tengo que irme.

-Pero, ¿Qué pasa? ¿Dónde? ¿Quieres qué te lleve?

Marta, sin saber como reaccionar, sentía como ella también se contagiaba de la desesperación de la castaña.

-No, y no tengo tiempo de explicarlo.- dijo, saliendo por la puerta del cuarto. -Mañana hablamos, ¿Vale?

Antes de que Marta pudiera tan solo contestar o hacer más preguntas, Fina desapareció de allí, dejando el sonido del portazo como su último rastro.

La rubia se quedó en la misma posición durante algunos minutos, mirando a la puerta mientras su mente daba vueltas y vueltas.
Se sentía mareada y no sabía muy bien si se trataba por la repentina marcha de la castaña, o por las incontables copas de vino que tomó ayer.

Sea lo que fuera, le había perjudicado. Tanto como a Fina le perjudicaba haber tenido que irse así de rápido y sin dar explicaciones a Marta. Conociéndola, la hubiera entendido.
Sin embargo, su mente ahora mismo se centraba en otra cosa.

LA MUJER DE LA FALDA DE GIRASOLES.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora