Izuku tiene la capacidad de reencarnar después de su muerte, conservando sus recuerdos y acumulando dones. Y, en esta vida nació en una importante familia criminal.
· los personajes y las imágenes no me pertenecen (me las encuentro en Pinterest)
Habían pasado unas horas volando, y el capitán del avión había anunciado que estaban por aterrizar.
Izuku se emocionó, había visitado múltiples países cuando estaba desocupado, pero nunca Japón.
Al aterrizar, una escolta lo recogió en el aeropuerto. Eran sobre todo hombres altos, musculosos y calvos con lentes y trajes negros.
Al llevar a un grupo cliché de guardaespaldas recibió varias miradas curiosas.
Algunas chicas también se le quedaban viendo, como si fuera un modelo sacado de una revista para adolescentes.
En situaciones como esas desearía ser invisible.
-Joven- habló el hombre a cargo de su seguridad- este es su auto, por favor suba.
Dijo abriendo la puerta trasera, cómo si esperara que aceptara.
-Muchas gracias, pero quiero conducir yo- dijo extendiendo su mano, haciendo ademán de querer la llave de dicho coche.
Su guardaespaldas no pudo protestar ante esto, llevaba tiempo trabajando para la familia Shigaraki, y sabía que no era muy buena idea hacerlo enojar.
Sabía que él era el hijo menor del jefe de la mayor organización criminal de Rusia, no habia sido presentado ante la sociedad; pero había participado en múltiples asesinatos, sobre todo de los traidores a ellos.
Y ciertamente, él no tenía la más mínima pizca de compasión hacia los que no siguieran sus órdenes.
-Como desee, joven- dijo el más alto dándole la llave del auto- lo seguiremos de cerca hasta su casa.
-Gracias, aunque dudo que sea necesaria tanta protección- reclamó Izuku viendo los tres carros negros que había detrás suyo.
-Fueron órdenes de su padre
-Por supuesto
Tomó las llaves del auto y tomó camino a su nueva casa. El GPS ya tenía la ruta, así que se limitó a seguirla.
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Al llegar, vió una gran casa, aunque claro, más pequeña que su casa de Rusia, mucho más pequeña. Pero estaba bien si iba a vivir solo.
Al entrar se dió cuenta que todas sus cosas ya estaban en su lugar. No le extrañó, pensó que el plan de su padre ya tenia tiempo de ejecución.
Pasó a su cuarto, quería descansar después de las quince horas y cincuenta minutos de vuelo.
-Mañana iré a comprar ropa más casual, solo tengo trajes. También tengo que ir a la casa de mamá- dijo al aire.
Se puso a investigar un poco de su nueva casa. Le pareció confortable, aunque se dió cuenta que estaba más que blindada.
Pensó que era una exageración de seguridad por parte de su padre. Los vidrios eran a prueba de balas la casa en general era a prueba de peculiaridadades externas.
Después de un rato buscando encontró su habitación.
Se tiró a la cama cuál costal de papas, y no tardó mucho en quedarse dormido, aunque eran casi las diez y le gustaba dormir hasta tarde.
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Se despertó con el sonido de su despertador. Soltó un largo quejido y lo intentó apagar.
No funcionó.
Sintió la necesidad de aventar lejos el aparato, luego quemar sus restos y enterrarlos.
Vió su teléfono vibrar, era una llamada. Por un momento maldijo, hasta que vió de quién se trataba. Con la vista un poco borrosa respondió.
-Hola cariño, espero no haberte molestado... Emm, me preguntaba si vendrías al rato.
Definitivamente su mamá sonaba inquieta. A lo mejor era porque no sabía cómo tratar con él. Solo Dios sabia.
-Hola mamá, claro, estaré ahí para la cena.
-Perfecto, te prepararé algo rico que te guste.
-Gracias, te veo luego.
Colgó para ver qué la luz se filtraba por las cortinas de la ventana, era extraño, siempre se levantaba antes que el sol. Miró la hora.
¡11:47 am!
Joder, si su mayordomo lo viera, no lo dejaría de molestar sutilmente hasta su muerte.
Se levantó aturdido, hizo la cama y se dirigió a la cocina.
Puede que haya crecido rodeado de personal que hiciera todo, pero no por eso era uno de esos niños mimados que no sabían hacer un simple huevo frito.
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Después del desayuno se puso su traje, aunque optó por vestir más casual que formal.
No se había puesto saco, y dobló las mangas de su camisa hasta los codos.
Se veía bien.
Tomó las llaves del coche y puso marcha al centro comercial. En el trayecto obtuvo varias miradas de asombro y admiración por el reluciente coche caro que conducía.
Si él mismo estuviera en la situación de esos niños también habría estado igual de emocionado.
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La casa, re humilde. Pero en lugar del jardín tiene una piscina.
