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Al amanecer, abrí los ojos y la luz del sol se filtraba suavemente a través de las cortinas. Sentí una paz momentánea, pero pronto mis pensamientos volvieron a la confusión de los días anteriores. Alcancé mi teléfono en la mesita de noche, esperando quizás algún mensaje de Charles o Patricio. Pero justo cuando lo encendí, sonó la puerta.

Me levanté, aún medio adormilada, y fui a abrirla. Al otro lado, estaba Carlos. Antes de que pudiera reaccionar, me tomó de la cintura y comenzó a besarme con una intensidad que me dejó sin aliento. Cerró la puerta detrás de él con un golpe sordo, y nuestras respiraciones se mezclaron.

—Carlos, mínimo un buenos días —logré decir entre besos, mi voz temblorosa por la sorpresa y la excitación.

—Buenos días, princesa —respondió con una sonrisa traviesa, sus ojos brillando con deseo. Sin previo aviso, me levantó por el cuello y me llevó a la cama, dejándome caer con suavidad sobre las sábanas.

El deseo en sus ojos era palpable, y yo misma sentía una urgencia que no podía ignorar. Se desnudó rápidamente y yo hice lo mismo, nuestros cuerpos ansiosos de contacto. Me tomó de la mano y me guió hacia él, sus labios buscando los míos con hambre.

Nos besamos apasionadamente, y pronto su boca se deslizó hacia mi cuello, dejando un rastro de besos ardientes. Sentí su lengua recorrer mi piel, y un escalofrío recorrió mi columna. Sin decir una palabra más, me empujó suavemente hacia abajo hasta que mi cabeza quedó a la altura de su cintura. Sus intenciones eran claras y yo estaba más que dispuesta a seguirle el juego.

Nos acomodamos en una posición de 69, mis caderas sobre su cara y la suya sobre la mía. Sentí su lengua deslizarse sobre mi clítoris, enviando oleadas de placer por todo mi cuerpo. Respondí de la misma manera, tomando su erección en mi boca y succionando con fervor. Los gemidos de Carlos vibraban contra mi sexo, intensificando mi propio placer.

—Oh, Anaash... —murmuró entre gemidos, sus manos apretando mis caderas mientras su lengua continuaba su dulce tortura. Cada caricia, cada movimiento de su lengua me llevaba más y más cerca del borde. Sentía que podía explotar en cualquier momento.

A medida que el placer se intensificaba, mis gemidos se hacían más fuertes. Sentía su erección palpitar en mi boca, y supe que él también estaba al borde. Con un último gemido profundo, nos separamos, ambos respirando pesadamente.

—Necesito estar dentro de ti, ahora —dijo Carlos, su voz ronca por la excitación. Se colocó sobre mí, alineando su cuerpo con el mío. Nos miramos a los ojos, una conexión silenciosa pero intensa pasando entre nosotros.

—Hazlo, Carlos —susurré, mis caderas levantándose ligeramente para encontrarse con él. Con un movimiento suave pero decidido, se deslizó dentro de mí. Un gemido de placer escapó de mis labios mientras sentía cómo su longitud me llenaba por completo.

Carlos comenzó a moverse, primero lentamente, luego aumentando el ritmo. Cada embestida era más intensa que la anterior, su cuerpo chocando contra el mío con una fuerza casi desesperada. Me aferré a sus hombros, mis uñas clavándose en su piel mientras el placer se acumulaba dentro de mí.

—Eres increíble, princesa —murmuró contra mi oído, su aliento caliente enviando escalofríos por mi piel. Cada palabra, cada toque, me hacía sentir más deseada, más viva.

—Carlos... más rápido —sollocé, mis caderas moviéndose al compás del suyo. Él obedeció, sus movimientos volviéndose más rápidos y más intensos. Sentí cómo el orgasmo se acercaba, cada embestida llevándome más y más cerca del abismo.

—Anaash... voy a... —gemía Carlos, su cuerpo tensándose con cada movimiento. Yo también estaba al borde, cada fibra de mi ser vibrando con anticipación.

Ride Or Die - Carlo Sainz,Charles Leclerc-+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora