Capítulo 19.

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Preparen su mente, gente, que se viene fuerte ヘ⁠(⁠。⁠□⁠°⁠)⁠ヘ

Preparen su mente, gente, que se viene fuerte ヘ⁠(⁠。⁠□⁠°⁠)⁠ヘ

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[...]

Husk permaneció sentado junto a la cama de su hermana.

Habían pasado unos veinte minutos desde que la mujer por fin había podido conciliar el sueño, algo que realmente necesitaba, ya que la gran cantidad de medicamentos que consumía durante el día la hacían permanecer despierta y alerta a todas horas, sin contar que los dolores propios de su condición se manifestaban con mayor intensidad durante las noches, imposibilitándole descansar adecuadamente y eso se podía apreciar a simple vista debido a las enormes y moradas medialunas que tenía debajo de los ojos.

Suspiró profundamente, observándola de cerca y sí, tenía que ser sincero, su rostro, una vez femenino y redondeado, se había transformado en una especie de máscara. Una máscara de piel humana que se aferraba a los huesos de su cráneo.

Estaba demacrada, de eso no había duda.

Bebió un sorbo del café que le había traído su cuñado. La verdad es que estaba asqueroso, frío y soso. Pero también era culpa suya por no haberlo bebido en cuanto se lo habían servido.

Se desplomó en su silla y frunció el ceño al oír los lamentos de sus familiares en la cocina del segundo piso. Lo único que sabían hacer era llorar y llorar, como si ese fuera un acto que pudiera ayudar a la mujer que todavía estaba postrada en cama luchando contra la muerte con cada respiración.

Muerte.

Husk terminó el contenido de su taza de un solo trago, apretando los párpados debido al dolor de cabeza que le generaban los gritos de la mejor amiga de su hermana que debía estar aferrándose a su cuñado en busca de consuelo. Un consuelo bastante curioso para su punto de vista si alguien se lo preguntaba. Solo pensarlo hizo que se le revolviera el estómago y un gruñido se le escapó de entre los labios.

Definitivamente haría pedazos al idiota si alguna vez descubriera que sus suposiciones eran correctas.

De pronto escuchó un jadeo y volvió su mirada hacia su hermana que aún dormía pero la piel de su rostro se había enrojecido. Estiró una mano para tocarle la frente, la fiebre estaba presente pero al menos no al nivel de los meses anteriores. Asimismo, se levantó para colocarle un paño fresco con agua tibia, revisar su respiración y luego acercarse a la ventana para cerrarla. El clima seguía en su punto más crudo y no deseaba que una ventisca hiciera que la mujer volviera a decaer.

Sin embargo, cuando estaba a punto de correr las cortinas blancas, no pudo evitar mirar a través del cristal la escena que se desarrollaba en el patio.

Sus sobrinos jugaban a sus anchas, se tiraban bolas de nieve y reían como si nada. También se habían encargado de hacer un muñeco de nieve deforme con dos botones por ojos y una rama por nariz, además de aquella sonrisa hecha con lo que supuso eran lentejas que probablemente habían robado de la cocina. Quizá en otros momentos se hubiera disgustado al verlos comportarse de esa manera cuando su madre estaba tan seria pero entonces recordó las palabras de su hermana los primeros días que se presentó en la casa.

Incomplete [AppleRadio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora