Bianca
Todos alguna vez habíamos tenido esos momentos en los que nuestros pensamientos eran tan inestables al punto de dejarnos sumidos en una nube que nos hacía actuar como atontados durante todo el día. Mi día estaba siendo uno de esos.
No solía ser una persona que se cuestionara mucho sobre sí misma, eran pocas las veces que solía hacerlo, pues la mayor parte del tiempo buscaba distraerme con alguna actividad al azar para no causarme tanto daño.
Si, podía considerarme una de esas personas que se tiraban completamente al abandono cuando algo en mi cabeza comenzaba a funcionar mal. Lo había hablado con mi papá en múltiples ocasiones, con mis compañeros de trabajo y con mis únicos amigos, Lara y Alexis.
Solía compartir lo que pensaba como si fuera una conversación normal, pero cuando escuchaba las respuestas de los demás me quedaba claro que muy normal no era.
«Eres muy pesimista»
«Se le llama ansiedad, muchos la experimentamos, pero me parece que en tu caso es un poquitín más grave»
«¿Tienes problemas de baja autoestima?»
«Eso pasa cuando eres muy perfeccionista. Deberías relajarte un poco, la noche es joven»
«Bianca, muestras pensamientos y comportamientos típicos de una persona neurótica»
—¿Vas a seguir viéndola con esa cara de tonta? —parpadee un par de veces.
—¿Eh?
—Es solo una caja de novalgina. —miré la caja entre mis manos y me mordí el labio inferior. Otra vez estaba pasando vergüenza— Tómate un descanso. —asentí y volví a observar la caja, preguntándome por qué razón me le había quedado viendo cómo tonta desde un principio— Bian.
—¿Si?
—Mejor vete a casa. —dejé de prestarle atención a la caja para mirarlo y él suspiró antes de continuar— Voy a decirle a Don Agustín que no te sentías bien. —negué.
—Si me voy me lo descuentan de mi sueldo. —comenté y me obligué a bajar los pies a la tierra— Necesito la plata. —Alexis afirmó con la cabeza y se alejó para seguir con lo suyo.
Doce de la noche en la farmacia. Nuestro turno había terminado a las nueve y media, pero nos habíamos puesto de acuerdo para trabajar horas extras y no venir al día siguiente. Al menos Alexis y yo, porque Lara no trabajaba los sábados, pero aún así había decidido hacernos compañía para tener una excusa válida para pedir un día franco extra.
La tarea de gestionar el inventario no era la más difícil de todas, pero si era la que yo más odiaba. Medicamentos por aquí y por allá, caminar de un lado a otro, listas interminables, analizar el stock, reponer lo que hacía falta y revisar tu trabajo al menos unas diez veces más a pesar de que ya lo hubieras terminado. No era un trabajo difícil, pero sí requería de mucha paciencia, algo que evidentemente yo no tenía, al menos no en grandes cantidades.
—En el primer pasillo, en el estante número tres, cajón número catorce falta.
—Ácido clavulánico. —Lara me miró un tanto desconcertada y cruzó los brazos, clara señal de que iba a preguntarme algo— Lo sé, lo tengo anotado. —aclaré y seguí mí camino, recorriendo los distintos pasillos hasta llegar al depósito.
—¿Puedes decirme qué te pasa? —me detuve al oír la voz de Lara detrás de mí— Has estado todo el día actuando como uno de esos perros que son bastante famosos en México.
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Fuera de juego [#2]
Roman d'amourSamuel Godoy no es el futbolista más destacado de Argentina, tampoco es el más conocido de sus hermanos, pero hace sus más grandes intentos por ocupar un lugar digno de su apellido. Jugador de la reserva de Boca Juniors, foco de críticas y comparac...