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Este capítulo no contiene escena sexualmente explícitas, pero si hay descripciones que pueden incomodar a ciertas personas.
Bianca
¿En qué momento había llegado a esto?
Un par de horas atrás me había despedido de la familia de Samuel. En ese momento eran cerca de las once de la noche y había comenzado a experimentar una extraña sensación…bueno, ni tan extraña.
No estaba muy acostumbrada a estar rodeada de gente porque, en primer lugar, sólo vivía con mi padre en una casa que era exageradamente grande. Y en segundo lugar, porque la batería social me duraba muy poco.
Tenía en mente todos los planes que quería llevar a cabo cuando llegara a casa, los cuales incluían darme una ducha, poner música y acostarme para dormir abrazando a Apolo. Quizás era algo sumamente aburrido, pero gran parte de mi felicidad se resumía en hacer eso de manera cotidiana.
Al final mis planes se fueron a la mierda. A Olivia no le pareció buena idea que volviera sola a casa, a pesar de que le repetí un par de veces que no iba a pasar nada porque iba a irme en auto. A pesar de haberlo intentado, nada me sirvió, ni siquiera mi mejor excusa.
Y ahora estaba aquí.
En la casa de Samuel. En su habitación después de haber tomado una ducha en su baño y vistiendo su ropa.
—Tengo que comprarme uno de estos. —me miré al espejo y me reí por lo chistosa que me veía con ropa deportiva.
Volví hacia la cama y me tiré en ella, dispuesta a comentarles todo Alexis y Lara en nuestro chat grupal. De fondo aún podía oír la lluvia de la ducha, la música que Samuel estaba escuchando y también lo oía cantar de vez en cuando. Tenía una linda voz, desafinaba un poco en las notas más altas, pero eso no desmeritaba lo primero.
Me entretuve durante varios minutos en el chat grupal, leyendo cada uno de los mensajes y riéndome por las estupideces que ambos decían, hasta que la puerta del baño se abrió dejándome ver, posiblemente, la mejor escena de toda mi vida.
Samuel vestido completamente de negro, con una camiseta que le quedaba visiblemente grande, el cabello mojado y secándose la cara con una toalla de mano. Traté de luchar con todas mis fuerzas para no morderme el labio y para ignorar el hecho de que verlo así me estaba acelerando los sentidos de una manera que ni yo sabía cómo describir.
—Tus pantuflas acaban de quitarle toda la sensualidad al momento. —comenté entre risas, sin poder apartar la mirada de aquel calzado de color verde con ojitos móviles pegados.
Samuel se miró los pies y negó un par de veces antes de caminar hacia la cama y tirarse a mi lado.
—Se supone que tienes que mirarme a mí, no a mis pantuflas. —tuve que aguantar las ganas de reír cuando lo escuché decir eso.
—¿Y eso? —cuestioné y él levantó las cejas— ¿De dónde salió esa confianza? —sonrió y acercó su rostro al mío, sin darme oportunidad para retroceder, al menos no sin darme un buen golpe contra la cabecera— ¿Que pasó con el Samuel extremadamente tímido? —pregunté en tono de burla y aproveché la cercanía entre ambos para deslizar mi pulgar sobre su labio inferior, intentando provocarlo de algún modo.
—Solo me comporto así cuando me conviene. —confesó en voz baja. Nos sostuvimos la mirada durante un tiempo, la suya era desafiante y la mía denotaba cierta picardía. Él esperaba que yo hiciera algo que lo obligara a actuar, y yo estaba deseando descubrir que era capaz de hacer— Si quieres ponerle un alto, hazlo ahora. —su voz parecía volverse más profunda con cada segundo que pasaba y eso, lejos de darme motivos para retroceder, me instaba a seguir avanzando— Lo digo en serio, Bianca. Una vez que empiece, no voy a parar.
—Hazlo. —pronuncié y él bajó la mirada a mis labios— Si crees tener el valor suficiente para enfrentar a tu familia mañana, hazlo. —sonrió y volvió a fijar su mirada en la mía.
—Nadie nos va a escuchar. —afirmó y presionó sus labios contra los míos solo por un instante— El único punto desde el cual puede oírse lo que pasa en esta habitación, es desde la habitación de Oliver. No hay nadie ahí y la puerta está bajo llave.
Volvimos a unir nuestros labios, pero esta vez de una manera más intensa y prolongada. El aire comenzaba a faltarnos y nos obligaba a separarnos de vez en cuando. La temperatura en la habitación comenzaba a subir y la ropa nos comenzaba a estorbar.
Quizás me había prometido a mi misma y me había negado a tener otro tipo de contacto con Samuel que no fuera más allá de un trato típico de amigos, pero también era yo quien decidía romper mi propia promesa.
Estaba teniendo una pequeña oleada de flashbacks. De repente, todos los recuerdos de aquella noche parecían regresar de a uno, permitiéndome revivir cada momento, cada sensación, todo…absolutamente todo.
Cada vez que los labios de Samuel se posaban sobre mi cuello me enviaba una oleada de vibraciones por todo el cuerpo. El tacto de sus manos sobre mi piel de desnuda, el cómo se la arreglaba para mantenerme lo más pegada posible a su cuerpo, su respiración entrecortada, sus jadeos…joder. Todo de él era tan adictivo, al punto de que temía caer en un círculo vicioso.
Me sorprendía cuan versátil podía ser el en este tipo de situaciones. Cómo pasaba de mirarme de manera feroz, a reír y detenerse cada vez que escuchábamos el más mínimo ruido fuera de la habitación.
—Mierda. —murmuró cuando escuchamos un par de golpes en la puerta— Debe ser Emilia. —eran cerca de las tres de la madrugada y ya no estábamos en nuestro rollo, pero seguíamos sin ropa.
Sam escondió su rostro en el espacio entre mi cuello y mis hombros, ingeniandoselas para repartir cortos besos en toda la extensión de esa zona, provocándome cierto cosquilleo.
—¿No vas a ver qué quiere? —negó— Sam.
—Solo finge que no escuchaste nada. —reí y el alzó la cabeza para darme un beso.
—Sam. —escuchamos del otro lado y ambos intercambiamos miradas.
—Mierda, es mi papá. —salió de la cama con una rapidez impresionante y se puso a buscar su ropa por todo el suelo— Oliver me advirtió sobre que iba a querer devolver a mi padre a Madrid, pero no creí que fuera para tanto. —comentó mientras hacía su mayor esfuerzo para vestirse lo más rápido posible— Vuelvo enseguida. —pronunció y dejó un beso en el dorso de mi mano antes de dirigirse a la puerta.
Oficialmente había roto mi mayor promesa.
¿Me arrepentía? Para nada.
¿Volvería a hacerlo? Probablemente si.Pero aún así, había un pensamiento que no me dejaba en paz y que no me permitía disfrutar del momento, al menos no al cien por ciento.
«Tiene dieciocho años»
Yo les mencioné que este libro sería un poco más lento, pero no les mencioné que sería más intenso.
Nuevamente, gracias por su paciencia ❤️
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Fuera de juego [#2]
RomanceSamuel Godoy no es el futbolista más destacado de Argentina, tampoco es el más conocido de sus hermanos, pero hace sus más grandes intentos por ocupar un lugar digno de su apellido. Jugador de la reserva de Boca Juniors, foco de críticas y comparac...