⚽ Capítulo veinte ⚽

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Samuel

—¿Ama de llaves?

Quizás estaba escapando de mi realidad de una manera muy cobarde, a lo mejor si le tenía demasiado miedo a mi padre después de todo, quizás temía hallar la decepción en los ojos de mi madre cuando volviera a casa y, tal vez, terminaría acostado en el piso, mirando por la ventana y llorando en silencio.

Quizás si era un cobarde después de todo, pero no quería pensar en eso, al menos no por ahora.

—¿Qué es eso?

—¿No tienen ama de llaves en tu casa? —negué— ¿Personal de limpieza? —volví a negar— ¿Ni siquiera cuando vivían en Madrid?

—Teníamos niñero ¿Eso cuenta?

—Depende de cuántos días a la semana ocupaban al niñero.

—Era mi abuelo. —negó con la cabeza un par de veces y se limpió las manos con el primer paño que encontró sobre la mesada— ¿Acaso es obligatorio tener todo eso?

—No, pero creí que…bueno, ya sabes, tu papá fue futbolista.

—Entiendo tu punto. —dije y me ubiqué a su lado— Pero a mi mamá no le gusta que hagan las cosas por ella y a mi papá le daba igual si teníamos gente de limpieza o no ¿Que hay de tu familia?

—Somos dos. —aclaró— Viviendo en una casa para una familia de, por lo menos, doce integrantes. —añadió— Si no tuviéramos personas que nos ayuden con la limpieza, tardaríamos una semana en limpiar toda la casa. —asentí y la atraje hacia mí— Tienes las manos heladas. —dijo y reí.

—Acabo de lavar los platos con agua fría, era de esperarse ¿No? —ella se movió entre mis brazos, arreglándoselas para girarse de modo que ambos quedamos frente a frente, en silencio y solo observándonos mientras tratábamos de no reírnos.

—Sam. —pronunció— ¿Alguna vez te han dicho que eres muy lindo? —reí— Lo digo en serio, no puedo explicar qué es lo que siento cada vez que te veo, eres como si tuviera a un ángel frente a mí…es una ridiculez pero. —me incliné hacia ella y apoyé las manos sobre la mesada, acorralandola entre mi cuerpo y la superficie de mármol. Ella no rompió el contacto visual en ningún momento y me sostuvo la mirada hasta que decidí besarla.

Era demasiado raro. Esta era la primera vez que me sentía así, la primera vez que mis sentimientos hacia una persona eran tan fuertes al punto de no poder siquiera controlarlos.

Había experimentado diferentes clases de relaciones, desde intentos de relaciones serias, hasta las “citas de una noche” o aquellas relaciones cuyo único propósito era satisfacer el deseo sexual, pero esta vez era distinto.

Era distinto a pesar de que todo había empezado como un simple e informal “encuentro de una noche”. Bianca era distinta, me hablaba, miraba, tocaba y besaba de una manera distinta. Ella tenía sus objetivos bastante claros y uno de ellos era no llegar a nada serio conmigo, pero, a pesar de saberlo, me gustaba engañarme y mantenerme a su lado.

Quizás ella solo quería sacarse las ganas conmigo, pero yo lo quería todo con ella. Así de ridículo era.

—Te tengo miedo, Bian. —pronuncié en voz baja cuando nos apartamos— Estoy depositando toda mi confianza en ti, y estoy tan cegado por ti que ni me importaría pararme a ver si vas a intentar destruirme o no.

—Si me das tu confianza, es porque sabes que no sería capaz de lastimarte.

—Pero te estoy dando el poder para hacerlo si quisieras.

—Y, aún así, no lo haría.

—Pero no quieres nada conmigo. —pronuncié y ella negó.

—No quiero nada serio contigo. —aclaró— Es una cosa diferente.

—¿Por qué no? —pregunté y ella guardó silencio— ¿Por qué no intentarlo?

—Por tu edad, por la mía y porque soy muy vulnerable ante las opiniones de los demás. —confesó y, por primera vez, apartó la mirada— No soportaría ser la novia a la que todos los programas de televisión critican y tachan de aprovechada por estar con un futbolista tres años menor.

—No tienes que preocuparte por eso. —le aseguré y tomé con delicadeza su rostro para que volviera a verme— Porque yo me voy a encargar de partirles la boca a cada persona que se atreva a hablar mal de tí.

—Sam. —pronunció en voz baja e hizo el intento de apartarme, pero me negué a moverme.

—Hagamos el intento, Bian. —pedí y ella volvió a verme— Probemos durante un mes, quizás dos o tres. Probemos y, si funciona, hagamos de lo nuestro una relación de verdad.

—¿Y si no funciona?

—Quedemos cómo estamos. Una relación sin compromisos, sin seriedad, solo queriéndonos hasta que tú te canses, porque yo nunca me voy a cansar de tí. —no dijo nada y, en su lugar, clavó la mirada en el suelo— Solo dame una oportunidad, una sola.

—¿No te enseñaron que nunca debes rogar por amor? —negué.

—No es rogar si sabes que la otra persona también quiere lo mismo. —la observé durante varios segundos, pero ella siguió evitando mantener contacto visual conmigo— ¿Qué dices? —inquirí— ¿Lo intentamos? —no dijo nada, pero asintió.

—Pero nadie puede saberlo. —propuso— Al menos no durante el periodo de prueba. —asentí.

—Nadie puede saberlo. —estuve de acuerdo y ella por fin volvió a mirarme— Solo tú y yo. —dije y sonreí para darle más confianza.

—Solo tú y yo. —repitió y nos miramos durante un par de segundos antes comenzar a reírnos.





 —repitió y nos miramos durante un par de segundos antes comenzar a reírnos

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Fuera de juego [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora