⚽ Capítulo once ⚽

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Samuel

Un día estaba escuchando como el técnico repartía órdenes a los cuatro vientos, y al otro estaba escuchando las mismas órdenes saliendo de la boca de mi padre.

Caminaba de un lado a otro, con las manos en los bolsillos y con un semblante neutro, dando indicaciones de vez en cuando.

Apenas se habían cumplido cinco minutos desde que había iniciado el segundo tiempo del partido. Estábamos empatados, Estudiantes había marcado el primer gol a los quince del primer tiempo y mi equipo había marcado el gol del empate al segundo minuto de los cinco que se habían adicionado.

Mi padre no estaba contento.

Se le notaba desde lejos, en como apretaba la mandíbula y como se llevaba la mano a la frente, gestos que solía hacer cuando Oliver se mandaba cagadas.

Le echó un vistazo al banco y se dedicó su tiempo para analizar a cada uno de los jugadores que estábamos en espera de que se nos diera la chance de entrar. Uno de los asistentes le hizo señas, como preguntándole si quería discutir los cambios, pero el negó con la cabeza y volvió a centrarse en dar indicaciones a los jugadores dentro del campo.

—Es severo, eh. —comentó uno de mis compañeros luego de presenciar el fuerte reclamo que le hizo mi padre a uno de los jugadores— Mirá que no lo tenía así, en las entrevistas que daba cuando estaba en River parecía muy blandito. —afirmé con la cabeza y me concentré en observar que pasaba en la cancha— Resultó ser buen técnico.

—Todavía no sabemos. —dije y recibí un leve codazo de parte suya.

—Dale, hermano. —comentó entre risas— Tienes a tu papá de técnico y te das el lujo de cuestionarlo, no seas pesimista, hombre.

—No estoy siendo pesimista. —me giré a verlo— Solo estoy dando una opinión. No sé...no sabemos si es buen técnico o no, es el primer equipo que dirige en su vida y este es su primer partido. No podemos sacar conclusiones apresuradas.

Dejé a un lado la conversación con mi compañero cuando ví a mi padre hablando con los asistentes. Conversaban intentando mantener la calma mientras miraban el campo de juego, señalaban con los dedos a distintos puntos de la cancha y echaban vistazos hacia atrás de vez en cuando. No tardaron mucho en decidir los posibles cambios, pues un par de minutos después el asistente estaba parado frente a nosotros.

—Russo, López, Ramírez. —alcé la cabeza y me fue inevitable no mirar en dirección a mi padre, quien permanecía gritando indicaciones a toda voz— A calentar, dale.

No sabía con exactitud durante cuántos minutos estuvimos haciendo la entrada en calor, pero el anuncio de los cambios había llegado muy rápido y me sorprendí cuando ví que el primer cambio marcaba mi inclusión a la cancha.

Saludé a mi compañero que se retiraba y entré a la cancha, tomándome el tiempo de mirar hacia atrás, para mirar a mi padre, quien solo asintió y volvió a lo suyo.

El partido estaba siendo muy cerrado, ningún equipo podía atravesar el área contraria con totalidad, llegar al arco estaba siendo una misión casi imposible y los defensores y delanteros estábamos jugando una guerra casi a matar.

En un momento, cuando se me abrió la posibilidad de frenar una jugada, lo hice con total determinación y sin medir las consecuencias, pero el arrepentimiento me cayó encima cuando el árbitro hizo sonar el silbato marcando la falta, concediendoles un tiro de esquina a Estudiantes y dándome mi primer amarilla en mi segundo partido oficial en Boca.

Fuera de juego [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora