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"Ésto es una mierda."

No quería dejarse llevar completamente por sus instintos pero por momentos era inevitable y cada vez costaba más y más. Una parte de él se obligaba a mantenerse lo más consciente posible y a la vez se sentía abrumado.

Parecía que su mente reproducía todo en cámara lenta. Sus ojos ardían obligándolo a cerrarlos y en algún momento los cerró tanto tiempo que se quedó dormido.

Y todo dolía en cuanto despertó.

—...Intenta beber ésto, te hará sentir mejor...— esa era Rin. Su voz a veces sonaba muy lejana y otras como si la tuviera hablando junto a su oído.

No podía evitar fruncir el ceño cada vez que la escuchaba. Prefería ignorar su voz, de todos modos no quería prestarle atención a lo que decía. Ella no tenía ni un gramo de autoridad para él. Quería que se fuera de su casa y que ya llegaran Dai y Gai.

No podía dejar de temblar a pesar de no tener frío, literalmente estaba ardiendo y aún así seguía cubierto de mantas. Tenía fiebre, lo sabía, pero se negaba a dejar su nido para meterse en el ofuro.

—Kakashi... Vamos, al menos destapate un poco...

Rin estaba frustrada y preocupada. Ella intentaba disimularlo, pero a pesar de tener su máscara podía distinguir más de lo normal las feromonas ajenas. Y en respuesta, sin poder evitarlo, dejaba que sus feromonas salieran sin control alguno angustiando aún más a Rin.

Sus feromonas no ocultaban que era miserable y se encontraba vergonzosamente asustado por lo atípico de la situación. Porque Rin no debería estar aquí.

Sentía como si hubieran invadido su nido. Lo odiaba. Su hogar ya no olía como debía, sus feromonas amargadas y ácidas estaban invadiendo el lugar junto con las de Rin. Cualquier rastro del aroma acogedor de su familia se estaba evaporando.

Rin no había intentado tocar su nido, ni obligarlo a beber algo o sacarlo de ese lugar aunque podía distinguir por las pocas veces que se dignó a verla a la cara que estaba considerándolo. Eso lo hizo intentar esconderse aun más entre sus mantas y ponerse a la defensiva.

Se sentía vulnerable y no podía relajarse. Cada músculo de su cuerpo se tensó y de a ratos apretaba los dientes tan fuerte que su mandíbula palpitaba.

Sabía que Rin nunca intentaría aprovecharse y no le haría nada malicioso, pero su mente estaba nublada por sus hormonas y los instintos eran más fuertes de lo que estaba acostumbrado a manejar. Ella no olía como una amenaza pero sí como una intrusa.

Las únicas feromonas Omegas que tendrían que estar esparciéndose en su hogar debían ser las suyas. Las de Rin lo hacían erizarse de a ratos como un gato arisco.

Porque, aunque Rin era una Beta, también era una de rango bajo que por poco y no fue una Omega. Así que tenía leves feromonas que ahora mismo le hacían creer que era una Omega. Y amiga cercana o no sus instintos le gritaban que ella no pertenecía a su familia.

Rin no debía estar en su territorio en estos momentos.

Y aunque sonara irracional porque le gusta tener alguna que otra cosa suya en su nido, tenerla presente en esta situación era completamente diferente y lo confundía muchísimo. No quería sentir éste rechazo pero instintivamente la sentía como una rival.

Tal vez si días antes de esto ella se hubiera quedado para que se acostumbrara a sentir sus feromonas en su casa, su territorio, no se estaría tan en contra de tenerla aquí.

Pero si intentara tocarlo para llamar su atención, aunque se sintiera vulnerable y necesitado de seguridad... También sentía que la atacaría como un animal acorralado y rabioso.

Reiniciando (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora