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Advertencias:
Taylor g!p
+18 (contenido y lenguaje explícito)












—Cariño, ella estará bien, anda —insistió la rubia mientras luchaba por persuadir a su esposa—, necesitamos un descanso. necesitas un descanso —hizo énfasis en la última frase para dejar en claro su punto: Addison necesitaba salir de casa.

Taylor amaba a su hija con todo su ser, de eso no había duda, pero esos dos meses habían sido largos y agotadores en una forma que era imposible de explicar. Entre llantos, pañales e insomnio, a las chicas les urgía pasar una noche a solas.

Y, técnicamente, ni siquiera estarían fuera toda la noche, solo durante un par de horas. Swift había hecho una reservación en el restaurante favorito de su esposa y sería una lástima si los planes cambiaran.

Bueno, no le importaba si no iban a cenar, pero distraer a Addison era la tarea principal de esa velada. La actriz parecía reacia a perder de vista a su hija y aunque era algo adorable, sus ojeras denotaban lo duro que habían sido los últimos meses, especialmente desde que Taylor regresó a trabajar.

—Ella tiene razón, Addie —habló Andrea con calma. Incluso usó ese tono maternal que solo sacaba cuando sus hijos tenían un mal día—, Blair estará bien.

—De hecho hemos pensado que Serena suena mejor —corrigió Taylor, ganándose una mala mirada de su madre.

—¿Hablan en serio? Es la tercera vez que le cambian el nombre —regañó llevándose las manos a la cintura.

Las chicas se limitaron a compartir una mirada tímida. Addison, ya más calmada, explicó: —Es que es muy difícil. ¡Lo usará toda la vida!

Andrea se limitó a entregarle la bolsa y empujarla a la salida suavemente.

—Vayan a divertirse, es una orden. Austin y yo cuidaremos muy bien a... como sea que se llame.

Taylor soltó una risa mientras abrazaba a su esposa para evitar que regresara corriendo a la sala donde su hermano estaba arrullando a la bebé.

—Me gusta ese apodo —bromeó—, ojalá fuese tan fácil nombrar a los bebés como lo es con los gatos.

—Adiós —dijo la mayor antes de cerrarles la puerta en la cara sin darse a la oportunidad de responder.

—¿Y si tiene hambre?

—Le has dejado más de cinco biberones, Addie —respondió guiándola al auto—, escucha, cariño, también la extrañaré un montón. Es difícil pasar cinco minutos lejos de ella, pero necesitas distraerte un poco.

Montecarlos suspiró antes de subir al asiento trasero del auto y abrocharse el cinturón de seguridad. Cuando el chofer comenzó a conducir, ella recargó la cabeza en el hombro de Taylor y quedó atrapada por unos suaves ojos azules que la miraban con amor y una pizca de preocupación.

—Tienes razón —finalmente cedió, aunque su gesto detonaba que no estaba muy feliz de admitirlo—, me daba miedo confesar lo agotador que es ser madre. Tenía una idea y claro que sé que nadie espera perfección, pero Amelia... es decir, Blair o Serena o como sea que se llame —sonrió cansada—, parece ser la bebé más llorona del mundo.

—Oh, cariño, lo sé —dijo la rubia sonriendo—, juro que estoy más relajada después de dar tres conciertos seguidos. ¡Siempre llora justo cuando me quedo dormida! Es como si supiera que finalmente he cerrado los ojos y pum, decide romper en llanto.

—Es tu culpa —bromeó—, lo heredó de ti.

—Bueno, ¿y de quién heredó eso de pedir comida quince veces al día? —contraatacó, aunque en el fondo agradecía que su esposa no dejara de sonreír.

Mastermind || T. SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora