Capítulo Nueve

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Ohm estaba horriblemente preocupado, no sabía dónde estaba Fluke y éste no le contestaba. Se había pasado presionando a Marina para poder terminar pronto con el trabajo que tenían para ese fin de semana, había rechazado dos entrevistas en revistas muy conocidas y también había pedido posponer una junta para un programa en vivo. Todo para poder pasar tiempo con Fluke.

Desde salió se pasó llamándolo y de eso hacia horas, él no le había respondido. Trato de mandarle mensajes pero Fluke no los había visto. Que tenía que hacer él, trato de recordar si le había dicho que iba a salir y no pudo recordar nada, era sábado ese día Fluke no tenía clases.

Tal vez había salido de compras. Claro que para eso Fluke tenía que haber desarrollado el gen del comprador compulsivo, pues llevaba horas de compras más de cinco horas por lo menos. No, era poco probable.

Su casi siempre ágil mente que le había ayudado en sus momentos más difíciles ahora estaba funcionando a cien por hora en su contra. Tenía que ser práctico. No había razón para entrar en pánico.

Caminaba de un lado a otro en la pequeña sala de Fluke. No entendía porque se sentía así, su cabeza estaba a punto de estallar por la preocupación. En que momento empezó a preocuparse tanto por Fluke. Nadie debería tener esa clase de poder sobre él.

De repente pensó que no debería estar así de preocupado, que él no se preocupaba así por nadie, Fluke llegaría en cualquier momento y con una buena explicación. Ohm más calmado pensó que lo perdonaría al instante en que lo viera sonriendole, después cenarían juntos y seguramente Fluke insistiría en contarle cada pequeño detalle de su día. Poniendo especial énfasis en todas las personas con las que hablo y en como todas eran personas maravillosas. Gente que para Ohm pasaba desapercibida para él eran las personas más interesantes.

Fluke nunca tenía nada malo que decir de nadie era un chico muy optimista.

Para Ohm, escuchar lo que Fluke le contaba era ver un mundo diferente al  suyo, donde todos se criticaban y trataban de sacar provecho de todos.
Se le había vuelto costumbre llegar a su casa, comer con él escucharlo, abrazarlo y acariciar su cabello mientras escuchaba las historias más fascinantes sobre gente desconocida.

Entonces escuchó un ruido a lo lejos, se asomó por la ventana, vio un carro acercarse pero se escuchaba diferente al del vecino ya que este permanecía  estacionado justo enfrente como siempre. Un automóvil plateado de último modelo se dirigía a la entrada de la casa de Fluke...

No había luz adentro aunque estaba anocheciendo no había encendido ninguna luz. Ohm pudo ver a un hombre saliendo del asiento del conductor, no lo reconoció. El hombre abrió la puerta del acompañante y se agachó un poco para ayudar a salir a alguien. Era Fluke, por supuesto.

Fluke, quien sostenía un gran ramo de flores en sus manos.

El solicito conductor pasó entonces su brazo por debajo de los hombros de Fluke que no puso pegas y se recostó ligeramente en su cuerpo. El hombre traía en una mano la bolsa de Fluke y en la otra lo sostenía a él.

El agujero negro en el pecho de Ohm se hizo más grande, y le dolió. Estaba atónito. Su mente no comprendió lo que estaba pasando, solo había estado fuera dos días ni siquiera eso habían sido unas treinta horas en total... y ahora eso.

El hombre camino directo hacia la puerta azul, sacó las llaves de la bolsa de Fluke y se dispuso a abrirla.

Recordó ese primer día en la casa de Fluke, será así siempre. Tendrá una táctica para atrapar hombres.

Fluke lo detuvo y le dijo algo tan bajito que el tipo tuvo que doblarse un poco para escucharlo, Ohm no lo escuchó. Ese hombre rubio miró a Fluke como si fuera algo precioso, algo para proteger, algo para atesorar.

El valor del amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora